El Isaac Peral llegará a la Armada con mucho retraso sobre los planes previstos. Bautizado en honor al científico, marino e inventor de Cartagena, el primer submarino de la clase S-80 Plus tendrá una joven madrina: Leonor de Borbón y Ortiz. A sus 15 años, la actual princesa de Asturias y primera en la línea sucesoria tendrá el máximo protagonismo en el evento formal de este jueves en los astilleros de Navantia de la ciudad de Peral. Esto hubiera sido casi impensable con el calendario original, pues este sumergible debía estar navegando ya en el 2012, cuando la hija de los Reyes tenía solo seis años.
La clase S-80 es uno de los proyectos más ambiciosos de la industria naval y militar española. Se trata de una serie de submarinos de construcción netamente nacional y una serie de problemas de diseño que han retrasado y elevado los costes del programa. Por el momento suma cerca de 4.000 millones de euros, cuando el presupuesto original para la construcción de los cuatro nuevos submarinos era ya notable: 1.800 millones.
Doble vertiente
El proyecto tiene una doble vertiente: necesidades militares y desarrollo industrial y comercial
El proyecto de Navantia tiene una doble vertiente: necesidades militares y desarrollo industrial y comercial. De un lado supone el recambio y una puesta al día de la veterana flota de submarinos de la Armada española. De hecho, en la actualidad hay tan solo una unidad operativa de las cuatro construidas, el S-74 Tramontana, en servicio desde 1986, un submarino que participó en misiones tan dispares como la intervención en aguas de Libia en el 2011 para implementar la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la recuperación del islote de Perejil en el 2002 e incluso fue uno de los escenarios de la película Navy Seals: Comando Especial, protagonizada por Charlie Sheen.
Los cuatro nuevos submarinos S-80 estaban llamados a ir sustituyendo hace una década al Tramontana y sus gemelos: Galerna, Siroco y Mistral, todos construidos en los 80 en colaboración con la empresa pública francesa DCN, actualmente conocida como Naval Group. En esta ocasión España decidió acometer sola todo el proyecto, algo muy ambicioso, pues solamente una decena de países del mundo tienen la tecnología suficiente para construir submarinos. La aventura en solitario fue mucho más complicada de lo que pensaban los responsables del astillero.
El escollo del sobrepeso
El diseño y construcción de la primera unidad tuvo un ritmo muy lento. El escollo mayor trascendió más allá de la factoría naval, de la Armada o del Gobierno: se hizo público que el S-80 pesaba más de la cuenta para sus dimensiones, entre 75 y 100 toneladas, lo que impediría al navío regresar a la superficie en caso de inmersión. Navantia tuvo que informar en el 2013 del problema y un titular tan vistoso como el del “un submarino que no puede emerger” acabó comparándose a otros gastos suntuarios como los de los aeropuertos sin aviones o trenes de alta velocidad sin pasajeros.
El sobrepeso se tuvo que compensar con el rediseño del sumergible, alargando su eslora en 10 metros, hasta los 81, (de ahí el añadido Plus) lo que supuso un notable retraso del programa, que para entonces contemplaba no tan solo que la primera unidad de esta nueva generación estuviera ya probada, sino que incluso estuviera en activo con la armada.
La segunda vertiente de esta operación no es menor: la empresa Navantia no solamente tiene que vender estos submarinos a la fuerza naval de su país, sino que un producto en el que se ha invertido tanto dinero público ha de ser comercializado internacionalmente para que tenga sentido y por el momento no hay ningún contrato cerrado a la vista.
Una opción era la Armada Real de los Países Bajos, en busca de un astillero internacional para la fabricación de cuatro submarinos. Holanda rechazó la opción española por no estar aun madura y por otro lado habría una opción en India, donde la Marina de ese país tiene abierto un concurso para la construcción de seis unidades. Navantia es uno de los cinco competidores para hacerse con el contrato, aunque en este caso, de ganarlo, la construcción se realizaría en astilleros indios con supervisión española.
La utilidad de un submarino
La discreción de las operaciones llevadas a cabo por los submarinos hace de estos posiblemente los buques más desconocidos de la Armada de un país y también generan preguntas como su utilidad en la actualidad. José María Navarro, redactor jefe de la histórica revista Defensa y de su versión web, Defensa.com, la más leída del sector en España e Iberoamérica trata de aclararlo a La Vanguardia.
“Un submarino es una herramienta muy versátil para cualquier Armada, más aún si tiene capacidad oceánica (operar más allá de la costa) durante periodos prolongados de tiempo. Igual que un buque de superficie es una herramienta para tener presencia naval, patrulla, misiones de escolta por ejemplo pero se caracteriza sobre todo por su sigilo y la dificultad para detectarlo”, indica Navarro, que va también incide en aspectos más concretos de su operativa: “un buque así es un activo clave para la obtención de inteligencia, operaciones próximas a la costa, ataque contra objetivos de superficie, apoyo a unidades de operaciones especiales en la costa o ataque contra objetivos en tierra en profundidad gracias a la capacidad para operar misiles de ataque a superficie”.
El redactor jefe de Defensa, que es también master en Seguridad y Relaciones Internacionales por el Ceseden o Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional aclara también que los submarinos pueden negar el uso del mar al adversario, atacando bases navales, puertos comerciales o desplegando minas. “En el caso de la Armada, se combinan intereses en áreas costeras o próximas por ejemplo los archipiélagos o los territorios de soberanía en el Norte de África, con las misiones oceánicas derivadas de nuestros intereses o la participación en misiones internacionales”, concluye.
La primera unidad a flote
Este jueves, 17 años después de que el Consejo de Ministros de José María Aznar autorizase al Ministerio de Defensa de Federico Trillo a iniciar las actuaciones necesarias para la adquisición de cuatro nuevos submarinos, el primero de ellos, el S-81, Isaac Peral será puesto a flote. Luego llegarán las pruebas de navegación y el navío no entrará en servicio como mínimo hasta primavera de 2023. A finales de 2024, tras pasar por el mismo proceso, Navantia entregará a la Armada el S-82 Narciso Monturiol a finales de 2024. La tercera unidad, el Cosme García o S-83 entrará en servicio en 2026 y finalmente el Mateo García de los Reyes se incorporará a la Armada en 2027. Para entonces se sabrá si esta clase de submarinos es única con tan solo cuatro unidades construidas o bien se han podido vender otros gemelos a las fuerzas navales de otros países, jugando la carta de ser buque más moderno en su tipo y sobre todo con el atractivo de un novedoso sistema de propulsión desarrollado por Abengoa que permite la navegación submarina durante semanas gracias una pila de combustible que emplea hidrógeno producido mediante el procesado de bioetanol y oxígeno para generar energía eléctrica.
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