En un país con una innegable vocación marítima como España, con casi 8.000 kilómetros de costa bañadas por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, se hace imprescindible contar con una potente flota naval que pueda afrontar los retos de vigilancia, control y defensa que plantea el escenario mundial. No en vano, la posición estratégica española obliga a estar atento a lo que ocurre en el Estrecho de Gibraltar, una de las rutas marítimas más transitadas del mundo.
Una de las armas más eficaces en el mar para misiones y de mayor poder disuasorio son los submarinos. Hasta ahora, el suspenso en la materia es flagrante. De hecho, la Armada cuenta actualmente solo con dos batiscafos: el Tramontana y el Galerna, este último ahora inactivo por estar en gran carena (proceso de inspección y reparación de todos los equipos y materiales que suele durar unos dos años).
Esta situación de precariedad está a punto de cambiar con la botadura del primer submarino de la serie S-80: el S-81 Isaac Peral, considerado como "el submarino convencional (no nuclear) más avanzado del mundo". Su construcción se ha llevado a cabo en el astillero que Navantia tiene en Cartagena (Murcia) y se trata de la primera entrega de las cuatro previstas.
Su puesta a flote será el próximo 22 de abril con la presencia del rey Felipe VI, aunque no estará operativo hasta 2023. Los tres submarinos restantes, el S-82 Narciso Monturiol, el S-83 Cosme García y el S-84 Mateo García de los Reyes, se irán sumando a la flota con una cadencia de uno cada dos años. El Ministerio de Defensa invertirá en los cuatro sumergibles casi 4.000 millones de euros.
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