Los Reyes presidieron el pasado jueves la puesta a flote del nuevo submarino de la Armada, el S-81 Isaac Peral, en el astillero de Navantia en Cartagena, acompañados por sus hijas, Leonor, princesa de Asturias y madrina del bautizo del sumergible, y la infanta Sofía. El nuevo sumergible, que dispone de un sistema de gestión y combate desarrollado en San Fernando, lleva el nombre del inventor del submarino Isaac Peral. Aunque la ciudad murciana fue el lugar de nacimiento del ilustre marino, los años de éxito y gloria de Peral estuvieron vinculados al arsenal de la Carraca y a la ciudad de Cádiz.
El Teniente de navío Isaac Peral y Caballero completó con éxito en aguas de la Bahía de Cádiz las pruebas del primer submarino de la historia, construido en San Fernando, que se llevaron a cabo desde abril de 1887 hasta enero de 1891. A pesar de ello, los técnicos designados por el Gobierno decidieron que el trascendental invento no se ajusta a las expectativas deseadas y rechazaron el proyecto.
Durante algunos años, el inventor del submarino recibió toda clase de honores y distinciones, pasando de ser glorioso héroe a vulgar villano. En apenas unos años pasó de la mayor gloria al olvido más absoluto.
El torpedero submarino fue botado en San Fernando el 8 de septiembre de 1888. Terminada la botadura, en el arsenal de la Carraca tuvo lugar un banquete en honor del ilustre teniente de navío. Hubo numerosos brindis, iniciados por el capitán general del Departamento, Florencio Montojo y Trillo.
Muy destacado, por su elocuencia, fue el brindis realizado por el capellán mayor de la Armada, Mariano Medina. Isaac Peral contestó emocionado a todos, agradeciendo el apoyo recibido del Gobierno y de las autoridades del Departamento de Cádiz para la construcción del submarino. Terminado el banquete, el capitán general envió un telegrama al ministro de Marina para que transmitiera a la Reina Regente el éxito de la botadura del submarino y del entusiasmo de todos por el teniente de navío Peral.
A lo largo de dos años las pruebas del artefacto fueron objeto de la atención de todo el país. Hasta Cádiz llegaron periodistas de toda España para informar de las novedades del invento. En la prensa internacional se hablaba de la construcción de una poderosísima arma de guerra que podría devolver a España el imperio perdido a comienzos del siglo y conservar Cuba y Filipinas ante la avaricia de los Estados Unidos y otras potencias europeas. A partir de ese día comenzó a subir la expectación en torno al invento.
Diario de Cádiz publicaba el 20 de abril de 1887 las primeras informaciones sobre un joven marino español, el teniente de navío don Isaac Peral, profesor de la Academia de Aplicación establecida en San Fernando, que había construido un nuevo torpedero submarino que, según el parecer de personas expertas, era la última palabra en el arte naval militar.
Pocos días después se anunciaba en nuestro diario que el ministro de Marina acogía favorablemente la idea de Peral y que el Arsenal de la Carraca recibiría órdenes para construir el nuevo invento de la Marina española. La Reina Regente, María Cristina, apoyó decididamente el proyecto.
Por vez primera en su historia, este periódico lanzó una edición especial con motivo de las pruebas de lo que se denominaba 'torpedero submarino'. Con todo lujo de detalles se informaba a los lectores sobre la primera inmersión del submarino, junto al baluarte de la Candelaria, y cómo el numeroso público presente en la cercana muralla aguardó en impresionante silencio unos interminables minutos hasta que, por fin, salió el submarino .
Las murallas de Cádiz, desde el muelle hasta la Caleta, eran el escenario ideal para presenciar las pruebas del Peral. Por si fuera poco, infinidad de pequeños vapores y botes salían a navegar para observar de cerca las maniobras del revolucionario invento. Las crónicas de Diario de Cádiz recogen detalladamente el ambiente que se vivía en la ciudad. Azoteas y ventanas atestadas de público, que agitaba sus pañuelos al paso del submarino.
Curiosamente, antes incluso de que llegaran los resultados de las pruebas y comprobado su eficacia, Peral fue homenajeado por toda la geografía española. No hubo ciudad, pueblo o aldea que dejara de poner el nombre de Peral a una plaza o calle. En la capital, el diputado Felipe Ducazcal y el gaditano autor teatral Javier de Burgos movilizaron la opinión pública en favor de Peral. Cualquier novedad en torno al submarino era rápidamente relatada con todo detalle en los periódicos. En ese clima de expectación, pronto se inició una lucha por ser los primeros en felicitar a Peral o en colmarle de honores. En teatros y zarzuelas se interrumpía la actuación para dar vivas a Peral.
El 14 de febrero de 1889 este periódico destacaba El homenaje de Cádiz a Isaac Peral. “Ayer quedó aprobado el homenaje que la ciudad de Cádiz tributará a Isaac Peral con motivo de las pruebas del torpedero submarino. La ciudad le regalará un álbum en cuyas tapas se grabarán los escudos de Cádiz y de la Marina guarnecidos en oro. Firmarán el alcalde, los concejales y los presidentes de los Casinos, Sociedades y Círculos de Cádiz. Cuando se lleven a cabo las pruebas, el Ayuntamiento iluminará la calle Ancha y los edificios públicos; se repartirá una limosna de pan a los pobres; tendrá lugar una función de gala en el Teatro Principal de la calle Novena. En las plazas públicas se colocarán bandas de música y se invitará al Club de Regatas a que organice una fiesta marítima para Peral. También habrá dos corridas de toros”.
El Puerto de Santa María no se contentó con darle el nombre de una plaza, sino que lo hizo diputado a Cortes sin que el teniente de navío participara o tomara parte en acto electoral alguno. El Ayuntamiento de San Fernando le regaló la casa donde vivía en la calle Santa Úrsula y en la que había resuelto el problema de la navegación submarina. El encumbramiento de Peral llegó a términos difíciles de creer hoy en día.
En julio de 1890 el inventor tuvo que acudir a Madrid para dar cuenta al Gobierno del resultado de las pruebas. Al llegar el tren, Peral fue llevado a hombros hasta el carruaje. La multitud llegó a quitar los enganches de los caballos para arrastrar el coche. La intervención del gaditano Javier de Burgos logró evitar esos excesos. El regreso a San Fernando, en tren, duró mucho más de lo previsto, pues en las paradas en cada pueblo los vecinos asaltaban el tren y llevaban a Peral a hombros al Ayuntamiento de turno para que hablara a la población.
Finalizadas las pruebas, el teniente de navío obtuvo dos meses de permiso para atender asuntos particulares. Peral tuvo que marchar a Madrid para ser tratado de un tumor en la cabeza y el 22 de agosto de 1890 se conoció que el dictamen de la Comisión Técnica era desfavorable a la construcción de los submarinos de Peral. De nuevo hubo manifestaciones populares en favor del marino, pero las autoridades se mostraron firmes en el rechazo al proyecto.
En octubre de 1890 el teniente de navío envió al ministro las condiciones para construir otro submarino. El nuevo buque debía tener un desplazamiento de 120 toneladas y someterse a la aprobación de la Marina los planos del buque en cuanto a resistencia y estabilidad del casco. Peral exigía la dirección científica exclusivamente para él. En caso contrario, no aceptaría construir otro submarino.
Destacaba este periódico sobre este asunto que “el carácter español es muy impresionable. Hace unos días el submarino de Peral iba a destruir todas las escuadras del mundo y a privar de sus dominios a las naciones más poderosas. Ahora, porque en las experiencias preliminares se han producido algunas averías en el submarino, todo son aspavientos y grandes lamentaciones. En el Parlamento también se han ocupado de este asunto con notable ligereza. Conviene recordar que las averías sufridas son lógicas y previsibles en una nueva máquina”.
La envidia de algunos, las maniobras de otros y la rotunda negativa de Peral a modificar su invento dieron al traste con el submarino. En 1893 marchó a Francia con su familia y dos años más tarde, a los 44 años de edad, murió en Berlín a consecuencia de un tumor cerebral. Guillermo II de Alemania hizo que se le rindieran honores militares y el Gobierno francés también se los tributó. A su viuda se le concedió una pensión vitalicia. A sus hijos, Alfonso XIII les concedió plaza de gracia en la Marina.
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