El gran almirante Karl Doenitz fue comandante del Arma
submarina de la Marina de guerra alemana desde el año 1935 al 1 de mayo de
1945. Hitler, inesperadamente, en su testamento le nombró su sucesor como jefe
del III Reich, a pesar de que este marino era un militar totalmente apolítico
que nunca había tenido una vinculación estrecha con el partido nazi. Durante
los veintitrés días que durá su presidencia, Doenitz tuvo que hacer frente a la
firma de la capitulación alemana, organizar la repatriación de los soldados
desperdigados por toda Europa y negociar la suerte de la población civil. Y lo
hizo tal y como había llevado toda su carrera militar: apelando a su alto
sentido del deber.
Fue juzgado en Nüremberg y condenado a diez años de prisión en Spandau. Salió de la cárcel en el año 1956, momento en el que comenzó a dar conferencias por todo el mundo y a redactar las memorias de su periodo como almirante del Reich.
Los recuerdos de Doenitz -uno de los diez militares más importantes de la segunda guerra mundial- se apoyan en su exhaustivo diario de guerra como principal fuente de documentación. Basándose en los hechos, explica paso a paso los distintos aspectos de la estrategia naval alemana, centrada en controlar totalmente las rutas comerciales del océano para aislar a sus enemigos, ya que la victoria en el mar precede siempre a la victoria sobre tierra firme. Alemania centró su esfuerzo naval en nuevos y eficaces submarinos que infligieron terribles pérdidas a los aliados hasta el año 1943. En dicha fecha, la suerte de las «jaurías» de U-Boot cambió. La mejora del radar y del sonar, el afianzamiento del sistema de convoyes y la aparición de nuevas armas antisubmarinas decantaron la Batalla del Atlántico a favor de las fuerzas aliadas. Más del 80 por ciento de los hombres de Doenitz perecieron en las frías aguas del océano.
El análisis que el gran almirante hace de la situación militar, centrado en la toma de decisiones, ha sido considerado «el trabajo más eminente y válido sobre la historia de la última guerra en el mar»: una fuente de información indispensable para la Segunda Guerra Mundial.
Fue juzgado en Nüremberg y condenado a diez años de prisión en Spandau. Salió de la cárcel en el año 1956, momento en el que comenzó a dar conferencias por todo el mundo y a redactar las memorias de su periodo como almirante del Reich.
Los recuerdos de Doenitz -uno de los diez militares más importantes de la segunda guerra mundial- se apoyan en su exhaustivo diario de guerra como principal fuente de documentación. Basándose en los hechos, explica paso a paso los distintos aspectos de la estrategia naval alemana, centrada en controlar totalmente las rutas comerciales del océano para aislar a sus enemigos, ya que la victoria en el mar precede siempre a la victoria sobre tierra firme. Alemania centró su esfuerzo naval en nuevos y eficaces submarinos que infligieron terribles pérdidas a los aliados hasta el año 1943. En dicha fecha, la suerte de las «jaurías» de U-Boot cambió. La mejora del radar y del sonar, el afianzamiento del sistema de convoyes y la aparición de nuevas armas antisubmarinas decantaron la Batalla del Atlántico a favor de las fuerzas aliadas. Más del 80 por ciento de los hombres de Doenitz perecieron en las frías aguas del océano.
El análisis que el gran almirante hace de la situación militar, centrado en la toma de decisiones, ha sido considerado «el trabajo más eminente y válido sobre la historia de la última guerra en el mar»: una fuente de información indispensable para la Segunda Guerra Mundial.
Con sus luces y sombras, Dönitz ha grabado una página de
gloria y olvido en la historia de la Marina de Guerra alemana, dejando su sello
en el desarrollo de una de las fases más importantes de la Segunda Guerra
Mundial, la Batalla del Atlántico, en la que como jefe del Arma Submarina
destaca como hábil estratega en la lucha contra los convoy es de suministro
aliados. La Batalla del Atlántico comprende al conjunto de operaciones
desarrolladas en el océano Atlántico desde el 3 de septiembre de 1939 hasta el
final de la guerra, considerada como la campaña naval más extensa, larga y
compleja de la historia. Churchill escribió: «Esta batalla me tenía más
preocupado que el glorioso combate aéreo que se llamó la Batalla de
Inglaterra», y añadía: «Lo único que realmente me asustaba durante la guerra
era el peligro de los submarinos alemanes»
Nacho Padró