13 mayo 2012
Cuando los submarinos se pescaban con red
Esta impresionante foto tomada en 1953 nos muestra el lado oculto de tantas películas de hazañas bélicas submarinas. Se trata de un almacén de boyas flotantes que estaba situado en un punto secreto de la Autopista 101 en los EEUU, las cuales servían para desplegar unas enormes redes para “pescar” posibles sumergibles enemigos en plena Guerra Fría. Eran las llamadas “redes anti-submarinos”.
La Primera Guerra Mundial marcó el comienzo del uso de los submarinos como arma estratégica y, lógicamente, también del advenimiento de las primeras medidas de seguridad contra ellos. Los primeros experimentos para utilizar este método para “pescar sumergibles” (o, por lo menos, para impedir que entraran en los puertos) comenzaron a principios del siglo XX.
Hacia la Segunda Guerra Mundial ya se habían creado los primeros estándares de fabricación: redes flexibles de acero alambicado, capaces de resistir un empuje de hasta 20 toneladas y con lubricación interna, para resistir la acción de desgaste del agua salada.
Estas redes se fabricaban en pequeños módulos de 180 metros, que podían combinarse para abarcar la zona costera deseada. Eso sí, la profundidad máxima a la cual era una defensa efectiva era de unos 45 metros: más allá de eso, las dificultades en su despliegue y flotación les hacía perder eficacia.
Las indicaciones militares desaconsejaban, por otra parte, su uso combinado con minas, ya que estas necesitaban personal de mantenimiento, cuya labor se complicaba con el despliegue de estas redes. Además, cualquier explosión, accidental o provocada, debilitaba inmediatamente esta estructura.
En cuanto a los flotadores que veíamos en la foto, también habían seguido un concienzudo proceso de optimización. Aunque aún se utilizaban de madera, eran las boyas huecas de acero las que contaban con mayor aceptación, debido a su mayor resistencia al oleaje y las mareas.
¿Y eran eficaces? Pues hay casos para todos los gustos. Durante la Primera Guerra Mundial fue cuando se extendió su uso. En 1914 el submarino francés Curie fue destruido por los cañones austrohúngaros tras ser detectado al hundirse las boyas. Al año siguiente, en 1915, otra red dispuesta por los turcos no impidió que el submarino británico HMS E14 penetrara en el mar de Mármara, hundiendo algunos barcos, interceptando comunicaciones y sembrando el terror durante tres largas semanas.
Aunque las redes se reforzaron y modernizaron para la II Guerra Mundial, seguían sin ser totalmente eficaces. Un ejemplo posterior, casi 30 años después, lo encontramos en el llamado “Ataque al puerto de Sydney”. La capital australiana contaba con una enorme red, llamada “el botalón de Sidney”, que rodeaba toda la zona para proteger la flota aliada y que obligaba a los barcos a entrar uno a uno por los cuatro pequeños puntos de acceso.
A principios de junio de 1942 , tres mini-submarinos japoneses intentaron llegar al puerto aprovechando la entrada de un buque. El primero de ellos, un C27 con sólo dos tripulantes, quedó atrapado en el botalón, y sus intentos por liberarlo (usando una sierra circular de acero) no consiguieron sino complicar la situación.
El movimiento terminó por llamar la atención de los guardacostas, y el capitán del Submarino, el Teniente Jahai Chuma, optó por autodestruirlo accionando unas cargas explosivas, evitando así caer prisionero del enemigo. Eso sí, el resto de submarinos atacaron varios barcos antes de ser destruidos: la invasión duró unas 7 horas.
Con el tiempo, los submarinos cada vez más potentes y los motores nucleares hicieron más inútiles estas redes, donde además quedaban atrapados delfines y otros animales, prefiriéndose otros métodos de detección.
Aún así, aún quedan algunos trozos de estas redes anti-submarino sin retirar, aunque la mayoría ya son pasto de la herrumbre en tierra firme.
Vía Wikipedia y Navy History
Fotografía vía Life
Notificado por JM Vilaplana
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