40 veces leído
La hazaña del Nautilus y el homenaje a Julio Verne en plena Guerra Fría
El 3 de agosto de 1954, hace exactos 63 años, el primer submarino de propulsión atómica de la historia comenzaba su travesía por el océano Ártico. Historias y curiosidades detrás del hecho que significó el avance de los Estados Unidos en la carrera armamentística contra la Unión Soviética
El profesor Pierre Aronnax, un biólogo respetado en la comunidad científica, es convocado para develar el misterio del hundimiento de varias embarcaciones. Descubre que un enorme cetáceo con un cuerno en su hocico es el responsable de los naufragios y sale en su caza con un asistente y un arpero en el buque “Abraham Lincoln”. El monstruoso pez los ataca, la embarcación se hunde y los tripulantes deben huir a nado. Los tres se refugian a flote en un pequeño islote. Pero no es tierra donde están parados, sino metal. Se posan sobre el submarino Nautilus, a punto de ser secuestrados por el enigmático Capitán Nemo.
Julio Verne publicó la novela Veinte mil leguas de viaje submarino en marzo de 1869. Es una de las obras literarias más distinguidas del siglo XIX y una referencia transversal a la historia de la humanidad. La gran pieza del gran escritor francés fue adaptada al cine, a la televisión y a la realidad. En 1954, 85 años después del lanzamiento del libro, Disney la hizo película y Electric Boat Division de General Dynamics construyó en sus astilleros de Groton, Connecticut, el primer submarino de propulsión atómica de la historia por encargo del gobierno de los Estados Unidos.
El 21 de enero de ese año fue amadrinado por la primera dama estadounidense, Mamie Eisenhower, esposa de Dwight D. Eisenhower y arrojado al río Thames. Lo bautizaron Nautilus en un declarado homenaje a la obra de Julio Verne. Pero en verdad sería un honor transferido a una referencia anterior. El primer Nautilus, el verdadero foco de inspiración del escritor francés, tenía setenta años cuando se publicó la novela. Lo diseñó el estadounidense Robert Fulton, quien por entonces vivía en Francia, hacia fines del siglo XVIII. Era un sumergible de ocho metros de largo accionado a manivela que había sido concebido con un propósito militar.
Es considerado por algunos historiadores como el primer submarino práctico, dado que se mantuvo sumergido durante más de una hora a una profundidad de siete metros y alcanzó a recorrer una distancia de 400 metros. Se dice que fue por encargo de Napoleón Bonaparte en un escenario de guerras internas en Europa. El proyecto no recibió financiación porque la idea de transportar tripulantes en una navegación submarina era cuestionada como suicida. Fulton, sin pruritos de lealtad, pidió patrocinio de sus invenciones en Inglaterra con suerte dispar.
El Nautilus de Fulton del 1800, el Nautilus de Verne de 1869 y el Nautilus de los Estados Unidos de 1954. Dos siglos de historia submarina bajo un mismo seudónimo. El último Nautilus, así como el primero, obedecía a una proyección bélica. Es obra del pulso de tensión que experimentaban Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas durante la Guerra Fría, un duelo tácito y enfermizo en materia armamentística y nuclear.
El océano Ártico, cubierto de una extensa capa de hielo, divide a ambas naciones. Atravesar el Polo Norte por debajo del casco polar suponía una poderosa innovación en términos geopolíticos. Por entonces, los submarinos más modernos necesitaban respirar en la superficie para inyectarle aire a los motores de combustión interna que activaban los motores eléctricos y lo hacían desplazarse bajo el agua. Esa necesidad de emerger suponía una prohibición para los submarinos de época.
Bastó que Hyman Rickover, un joven capitán de la marina estadounidense, se involucrara. Entendió que la energía nuclear podía mover un submarino a través de un pequeño reactor nuclear prescindiendo del aire de la superficie. No fue sencillo convencer al resto de su propuesta. Hacia la década del cincuenta, los reactores nucleares se medían en hectáreas. Rickover, considerado “el creador de la Marina de guerra nuclear”, se obsesionó con introducir un reactor nuclear en un submarino. Cuando se convirtió en jefe de la División de Energía Nuclear de la Oficina de Barcos de la Marina y en jefe de la rama de reactores navales de la Comisión de Energía Atómica, liberó sus proyectos.
Tenía el apoyo declarado del gobierno de los Estados Unidos. El presidente Eisenhower decidió invertir más de 30 millones de dólares en la construcción del primer submarino de propulsión nuclear del mundo. El 20 de enero de 1955, un año después de su creación, la visión de Julio Verne se materializó. Con el número de casco SSN-571 y pintado en color blanco, el Nautilus navegó por primera vez. Había sido diseñado por John Burnham, lo impulsaba un reactor de agua a presión, medía 97,5 metros de largo, 8,5 metros de manga y 7,9 metros de calado, equipaba seis tubos lanzatorpedos, pesaba más de tres mil toneladas y albergaba una tripulación conformada por 13 oficiales y 92 tripulantes.
Dos años después, emuló una de las profecías del célebre escritor francés: el Nautilus viajó en inmersión 60.000 millas marinas, la equivalencia de las 20.000 leguas (111.100 kilómetros) del título de su famosa novela. En 1958, a los cuatro años de su construcción, cursó el fin por el que había sido creado. La meta era cruzar por debajo de los bloques de hielo que flotan en el Polo Norte: cometer la avanzada táctica que la Marina estadounidense se había propuesto en el marco de la carrera armamentística con la Unión Soviética. Fue denominada la “Operación Sunshine”.
El 3 de agosto a las 11:15 el submarino Nautilus zarpó desde Pearl Harbor con rumbo norte. Lo comandaba William Anderson y llevaba a bordo a 116 hombres, cuatro de ellos científicos asignados para registrar la expedición. Recorrió 1.600 kilómetros por debajo de la capa de hielo del océano más frío y pequeño de la Tierra hasta llegar al Polo Norte. Atravesó el estrecho de Bering, se sumergió a 150 metros y navegó por debajo de una capa de hasta quince metros de hielo sólido. Por primera vez una embarcación pasó del océano Pacífico al Atlántico sin pasar el Canal de Panamá o el Cabo de Hornos.
El 5 de agosto reapareció en las costas de Groenlandia y se dirigió a Islandia donde culminaría su operación. La inauguración y configuración de una nueva ruta significó, principalmente, un recurso para persuadir a las fuerzas soviéticas. El Nautilus logró una hazaña histórica y supuso un paso adelante en la confrontación de poderío bélico de la Guerra Fría. Pero no fue suficiente para pronunciar su dominio: dos años después, el 4 de julio de 1961, la URSS inició su excursión bajo el hielo polar en el submarino de propulsión nuclear K-19. La disputa se había equilibrado.
El Nautilus estuvo activo hasta 1980 tras cumplir 25 años de servicio. Hoy su casco es la casa de un museo honorífico de la Marina de los Estados Unidos amarrado en la Naval Submarine Base New London en la ciudad de Groton, en Connecticut, en el mismo lugar donde fue construido. El 20 de mayo de 1982 fue declarado lugar histórico por el gobierno estadounidense.