Había visto una propaganda en internet sobre la vida en los buques de guerra y se interesó; así que viajó los casi 100 kilómetros que separan Oberá de Posadas para que en la Delegación Naval le dijeran de qué se trataba esa vida.
Se convenció. En 2003 rindió el ingreso a la Escuela Naval Militar, le fue bien y en 2004 ya estaba integrada en la que sería la promoción Nº 137.
“El primer año de la Escuela Naval juramos la bandera en la Base Naval Mar del Plata para—cuenta Eliana—. Ahí los conocí. Me llamó la atención ese misterio que los rodea y en ese día y ese lugar supe que quería ser submarinista”.
Parecía un deseo difícil de conseguir porque la Fuerza de Submarinos con sus entonces 71 años de historia nunca había incorporado mujeres en sus filas.
Eliana egresó de la Escuela Naval en 2008 y ese año, como guardiamarina en comisión, hizo el viaje de instrucción a bordo de la fragata ARA “Libertad”. En la dotación había cinco suboficiales submarinistas y a ella le volvió aquel anhelo. Aprovechó la travesía de ocho meses por los océanos Índico y Pacífico para preguntarles de todo sobre los submarinos.
A la vuelta del viaje le tocó destino en la corbeta ARA “Robinson”; después se fue al transporte ARA “Canal Beagle” con el que hizo dos campañas antárticas; y luego a la Escuela de Oficiales de la Armada, donde se especializó en Armas Submarinas.
Para ese entonces, la Armada empezó a convocar a mujeres que quisieran hacer el curso de submarinos y buceo en Mar del Plata.
Y Eliana se anotó. Hizo el curso de escape de submarinos a principios de 2012 para poder empezar la cursada ese año en la Escuela de Submarinos y Buceo, el centro de formación inicial de quienes aspiran a tripular un submarino de la Armada
“La primera vez que entré en un submarino me sorprendió lo distinto que era a un buque. Sentí algo raro, como si estuviese en una película”, recuerda.
La teniente Krawczyk regresó de la Escuela de Submarinos y Buceo en diciembre del año pasado y se convirtió en la primera oficial submarinista. Inmediatamente le tocó destino en el submarino ARA “Salta”, una unidad de la clase 209, con una dotación fija de unos 36 hombres. Ahora, son 35 más ella, que es jefa de Navegación, Detall, Servicios y Pañoles.
“Todos me preguntan si me asustan los submarinos. Y no. Para mí son impresionantes, algo intrigante y emocionante —dice Eliana—. Es otra vida. Está la misma camaradería que en un buque pero hay lazos de unión más intensos en la dotación”.
Su padre alguna vez pensó que Eliana estaba loca por elegir la vida de submarinista; pero cuando egresó de la Escuela Naval lo llevó a Mar del Plata a conocerlos: “Y le encantaron, como a mí”.
Eliana, de 30 años, de novia con un marino mercante, visualiza su futuro: “¿Si me veo como comandante de un submarino? ¡Sí! Pero falta tiempo para eso…”.
La teniente Krawczyk es la primera oficial submarinista, pero las pioneras en integrar la dotación de uno son la cabo primero Rosana Arias Heckel y la cabo segundo Alejandra García, que egresaron en enero de 2012.
“¡Submarinos! Ahí quiero estar. Son un desafío para la mujer, que cada vez hace más cosas —dice la cabo Arias Heckel—. Que se postulen cada vez más.” “Podemos cumplir con las mismas exigencias que tienen los hombres”, agrega la cabo García.
Actualmente hay otras mujeres cursando en la Escuela de Submarinos y Buceo de Mar del Plata para ingresar a la Fuerza de Submarinos.
La Fuerza de Submarinos tiene como fecha de creación el 3 de septiembre de 1933, día en que arribaron los 3 primeros sumergibles argentinos construidos en Italia, los primeros de 5 generaciones de submarinos hasta hoy.
Se habían terminado de construir el 18 de noviembre de 1929, en el astillero Cantieri Navale Franco Tosi, de Taranto. De ahí se los apodó los Tarantinos.
Eran el “Salta”, el “Santa Fe” y el “Santiago del Estero”, que en 1932 navegaron 7.000 millas, con tripulación argentina, durante 40 días, a una velocidad récord de 8 nudos, con una sola escala en Las Palmas, capital de las Islas Canarias.
Así comenzó la historia de la Fuerza de Submarinos. Su primer comandante fue el capitán de fragata Ramón Poch.
Durante la construcción de su base en Mar del Plata, las tripulaciones vivieron en el guardacostas ARA “General Belgrano”, buque madre de estos sumergibles.
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