El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, se ha puesto al mando de un submarino para dirigir unas maniobras y ha pedido a sus tropas que eleven la preparación de combate durante su visita a una unidad de la fuerza naval
En su arenga a los soldados, Kim ha exigido "elevar la preparación para el combate de la unidad, reforzar notablemente la capacidad operativa de los submarinos y modernizar y fortalecer las bases", según el medio oficialista norcoreano.
El periódico Rodong Sinmun publicó las instantáneas de Kim Jong-un dirigiendo personalmente maniobras militares en la torre de mando del submarino número 748 del Ejército Popular.
El joven dictador "indicó al capitán el trayecto del submarino y le enseñó un buen método de navegación", aseguró la KCNA.
"Oficiales y marineros deben conocer bien las intenciones de los odiosos enemigos que buscan la oportunidad de invadir nuestra tierra y han de extremar la preparación de combate pensando solo en la batalla", indicó a los miembros de la unidad el "líder supremo", citado por la agencia.
Si Kim Jong-un pretende instalar el miedo en el mundo, mejor que no lo haga a bordo del submarino número 748 de Corea del Norte. Porque las fotografías que se tomó hace unos días a bordo provocan más hilaridad que temor. Se trata de un roñoso sumergible soviético de la clase Romeo, diseñado durante los años cincuenta y propulsado por un ruidoso motor diésel que lo hace fácilmente detectable para el enemigo. Está equipado con cuatro torpedos Yu-4, fabricados por China en 1960, capaces de dar en el blanco a una distancia de 6 kilómetros y medio. Poca cosa si se compara con los proyectiles Harpoon que utilizan los submarinos estadounidenses, que pueden hacer diana en objetivos a 240 kilómetros.
Los submarinos de la clase Romeo son tan poco prácticos en batalla que, según expertos militares estadounidenses, fueron producidos en la antigua URSS solo durante dos años, hasta que la llegada de las alternativas propulsadas por energía nuclear los dejaron completamente obsoletos. No obstante, de los 20 que posee la hermana comunista de la península coreana, un tercio de toda su flota de sumergibles, se cree que siete fueron proporcionados por China entre 1973 y 1975, y que el resto fue construido en los astilleros norcoreanos entre 1976 y 1995. Aunque no existe confirmación oficial al respecto, los servicios de Inteligencia de Corea del Sur aseguran que uno de ellos se hundió por un accidente en 1985
Aparentemente ajeno a este triste historial, en las imágenes difundidas por la agencia de noticias norcoreana KCNA, el 'Brillante Camarada' parece tomarse muy en serio su labor en la torre de mando. El principal órgano propagandístico del país aseguró que el joven Kim «enseñó un buen método de navegación al capitán». Además, como suele ser habitual en estos casos, el dictador aprovechó para arengar a las tropas de la Unidad 167 de Marina y enviar un mensaje contundente a los poderes occidentales y a sus 'marionetas': «Oficiales y marineros deben conocer bien las intenciones de los odiosos enemigos que buscan la oportunidad para invadir nuestra tierra, y han de extremar la preparación de combate pensando solo en la batalla».
En cualquier caso, Kim debe ser perfectamente consciente de que, en una hipotética guerra, su principal baza tiene poco que ver con la ínfima capacidad bélica de los submarinos. El verdadero poder del régimen está en el arsenal nuclear que guarda con celo, y cuya valía sí que ha demostrado con tres pruebas subterráneas: en 2006 y 2009 detonó dos bombas atómicas con una potencia estimada en 4 kilotones, y el año pasado hizo todavía más ruido con un artefacto de unos 12 kilotones que, según Pyongyang, además era suficientemente pequeño como para montarlo en un misil. Ahora, después de haber reconstruido las instalaciones de enriquecimiento de plutonio o uranio en Yongbyong, diferentes analistas consideran que una cuarta prueba podría llevarse a cabo en breve, aprovechando cualquier maniobra surcoreana que sea tachada de provocación.
El verdadero problema para Kim, no obstante, está en la competencia tecnológica necesaria para conseguir detonar esas armas atómicas fuera de sus fronteras. O sea, para fabricar el misil capaz de transportar la bomba hasta el enemigo. Y todo apunta a que Corea del Norte todavía no cuenta con ese conocimiento. Muestra de ello son la explosión del cohete que tenía que poner en órbita un satélite meteorológico en abril de 2012 y los fallos que parecen haber dejado inoperativo el que sí circunvala la Tierra desde diciembre de hace dos años. En ambos casos, Naciones Unidas reprochó a Pyongyang estar utilizando el pretexto del lanzamiento de satélites con fines civiles para probar misiles balísticos con capacidad nuclear. Afortunadamente para el mundo, parece que esos todavía son tan fiables como sus submarinos.