24 de octubre de 2021
Por Mario V. Vitale (*)
Le contaba a mi esposa en momentos de diálogo contemporáneo, hechos de esos que se suceden con el avance de los años y... de los recuerdos que muchas veces te hacen sonreír y otras impulsan las lágrimas traicioneras que aparecen cuando uno menos las espera, como por ejemplo que quien esto narra extrajo del recuerdo a un anciano extranjero que por entonces se dedicaba al pulido de pisos allá por los años '50 o fines de la década del '40 y que vivía en las cercanías de la esquina de 9 de Julio y 25 de Mayo.
"Lo que pasó, pasó"
De traza humilde y muchas veces evidenciando algún exceso alcohólico, lo que hacía que su paso fuera lento y tambaleante y hasta a veces histriónico, regresaba a su domicilio por las noches, su presencia, por esas cosas del destino, a mí me inspiraba respeto, no solo por la edad sino también por el hecho de conocer que el hombre había vivido los horrores de la guerra. De ahí que ante las preguntas de los muchachos sobre lo que había acontecido en los campos de batalla europeos, él abriendo los brazos respondía: "Lo que pasó, pasó", como intentando bloquear el cerebro traicionero que muchas veces le traía el sonar de los cañones o el de los disparos de los "Máuser" de antaño. Esto que yo les narro lo traigo a colación porque reside en mi corazón un profundo amor fraternal para aquellos que pisaron y sufrieron en largas contiendas bélicas como los que estuvieron en las frías tierras malvinenses durante el conflicto bélico de Malvinas.
Quienes ya no están y aquellos que saludo a diario en mis muchos años de andar por la ciudad siempre les doy y les daré mi saludo de afecto, y entiendo que son mis hermanos que me honran cuando me extienden la mano.
En primera persona
Estos hechos relacionados con el horror tremendo que debe ser experimentar tal presencia en campos de batallas, no hacen más que minimizar un hecho del cual fui protagonista en 1960 cuando cumplía con el servicio militar obligatorio en las filas de la Armada Argentina, primero prestando servicios en la Base Naval de Río Santiago y el segundo año a bordo del patrullero "ARA King". En el sitio de reclutamiento aprobando cursos de comunicaciones sonoras y visuales, como también ciertos conocimientos del llamado "Código Aliado", el cual creo que, con reformas sustanciales debido a la informática, aún se utiliza entre las armadas que integran el Tratado del Atlántico Sur (TAS), el segundo acuerdo militar más grande y poderoso después de la OTAN. Los cursos sobre la especialidad iban acompañados de los correspondientes al rubro "contraespionaje", lo que por momentos nos ubicaban, imaginariamente, por cierto, en una situación bélica de defensa debido a las recomendaciones estrictas formuladas por nuestros superiores.
En los calurosos días de fines de enero de 1960, la llamada "Flota de Río" inicia su primera navegación del año con rumbo Sur, estando la misma integrada por el destructor "ARA Cervantes", buque insignia donde embarcó el comandante de la formación, y los patrulleros "ARA Murature" y "ARA King", ambas naves gemelas que fueran construidas en 1943 en los talleres de Río Santiago, veteranas de nuestro litoral fluvial marítimo y sus proas testigos de varias singladuras en las heladas aguas de nuestro Sur y los hielos de Atlántico Sur, siempre custodiando nuestras costas, siendo de destacar que en la mayoría de las travesías las unidades recibían a bordo a cadetes de los años avanzados de la Escuela Naval Militar, quienes cumplían con los respectivos planes de estudios.
Con rumbo a Puerto Madryn
En esta ocasión, al momento de partir desde su apostadero en Dársena Norte de la Ciudad de Buenos Aires las naves aumentaban su capacidad de tripulación colocando los llamados "coy", una especie de "hamaca paraguaya", pero de fuerte loneta cuyos extremos se colgaban de los ganchos que a tal efecto poseían las naves en sus principales sollados (dormitorios o comedores de tropa). De tal forma con un buen número de futuros oficiales de la Armada a bordo, las naves zarparon aquel fin de enero de 1960 con destino final en Puerto Madryn, no sin antes hacer puerto en la Base de Submarinos en Mar del Plata y más al Sur, en el emplazamiento militar más grande de América del Sur, en Puerto Belgrano. Desde allí ya se puso rumbo al Golfo Nuevo, punto final para la serie de maniobras que comenzaron desde los primeros días de navegación en los cuales los llamados "zafarranchos de combate" se sucedían casi a diario como prácticas, debiendo cada uno de los tripulantes asumir su rol de combate, ya sea en la atención de los tres cañones españoles 105 mm -2 en proa y uno en popa- que tenían los patrulleros, o en las dos ametralladoras antiaéreas Bofors 30/30 emplazadas sobre la cubierta principal. En lo que se refiere a demás armamentos, se debe mencionar que las unidades poseían carril en popa y cañones en ambas bandas (babor y estribor) a los efectos de lanzar las clásicas cargas de profundidad, las cuales poseen una roseta con la cual se regula la presión y profundidad que se necesitan para que exploten. Toda la tripulación debía concurrir de inmediato a sus puestos munidos de su correspondiente chaleco salvavidas y el casco protector. El P21, que correspondía al "ARA King" que navegaba bajo las órdenes del capitán de corbeta Luis Manrique, siendo segundo comandante, el teniente de navío Luis Franco.
"He detectado submarino"
El hecho inesperado aconteció en la mañana del 3l de enero, pasadas las 6 AM cuando las unidades ingresaban a la boca del Golfo Nuevo situado en la provincia de Chubut con una boca de acceso, desde Punta Ninfas a M. Nuevo, con una extensión de 109 km, siendo de destacar que estos hechos, verídicos por cierto, han sido registrados en la Historia Marítima Argentina -colección de diez volúmenes editados por el Departamento de Estudios Históricos Navales, Tomo X-Página 38-, distribuidos por la Armada Argentina.
En esa oportunidad en las drizas (sogas que bajan del través del palo mayor) del destructor "ARA Cervantes" que encabezaba la formación, se advierte una señal de banderas, gallardete en este caso, codificada que señalaba "he detectado submarino" cuando se navegaba en las cercanías de Puerto Pirámides. De inmediato se emitió el anuncio de "combate" (letra C del alfabeto Morse) medida que nos llamó primariamente la atención para luego comprenderla cuando se nos informó que los equipos del "sonar" del cual, al igual que el "radar", estaban dotadas las tres unidades, fueron los que en realidad detectaron la señal en pantalla coincidiendo en que se trataba de "un movimiento metálico subacuático no identificado" pero que se desplazaba prácticamente al doble de nudos (velocidad) que las unidades de superficie. De inmediato las naves se desplazaron respondiendo a la orden del comando y fue nuestro patrullero el primero en efectuar descargas de profundidad desde el carril o bien de los lanzabombas de ambas bandas.
Búsqueda desenfrenada
Las tres unidades de nuestra Armada continuaron en la búsqueda con la correspondiente guardia en el sonar que alertaba día y noche en cada una de las apariciones de un supuesto submarino no identificado que se desplazaba dentro del golfo, maniobra que fuera informado al Estado Mayor, reforzada por el testimonio de los tripulantes que en una de las guardias avistaron un cuerpo que similar a la popa de una nave subacuática que de inmediato se sumergió y cambió de rumbo ante nuestra presencia. Este hecho debió de ser graficado por cada uno de nosotros con un dibujo certificado con datos de identidad y número de revista de la ARA, que luego fueron presentados en el comando de la Armada.
Los días se fueron sucediendo y la Flota de Río continuó con su incansable búsqueda por todo el golfo arrojando bombas de profundidad cuando el sonar volvía a detectar lo que suponía ser un submarino que imaginábamos de alguna potencia extranjera. Este hecho me llevó a dialogar con el conscripto sonarista, el marplatense Néstor González, a quien interrogué sobre el hecho y me confirmó todo lo expuesto, diálogo que aumentó nuestra inquietud, y por qué no, nuestro temor de un contraataque proveniente de una nave que estimamos dotada, no sólo de una superior velocidad sino también de modernos armamentos de ataque y defensa. Uno de los momentos más tensos de nuestra presencia en las tranquilas aguas del golfo aconteció una noche, navegando muy cerca de la costa, escuchamos el estallido de varias bombas, las que en principio aumentó nuestra angustia, pero después se aclaró que los mismos provenían de cargas de profundidad que se habían largado días antes sin que estallaran, atribuida la anomalía a que no se había dado a las mismas el correspondiente reglaje, lo que varió al subir la marea junto al mismo oleaje producido por el paso del patrullero, aspectos que les dio la presión necesaria para que estallaran.
Fueron prácticamente 14 días y 14 noches en las cuales se cumplió con el operativo de búsqueda, siendo de aclarar que en las últimas jornadas ya no se tuvo contacto alguno, lo que hizo suponer que la supuesta nave intrusa ya había desistido de permanecer en nuestras aguas con destino no conocido. Esta aparición cobra cuerpo al conocerse que no era la primera vez que naves de nuestra Armada Argentina detectaban la presencia de unidades subacuáticas, presencia que estimamos probables por la cercanía de las islas Malvinas consideradas con "puntos estratégicos" al tener a su alcance el control de navegación entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Orden de retorno
Luego del período comentado y tras las 14 jornadas de navegación, incluidas las noches de tensión, la formación recibió la orden de abandonar el Golfo Nuevo y retornar a nuestro asentamiento en Dársena Norte, orden acatada ante el arribo de las unidades que integraban la Flota de Mar con asiento en Puerto Belgrano, no sin antes fondear en Puerto Madryn para reabastecernos de combustible y provisiones. Acción de la cual extraemos unos comentarios que rescatamos de nuestra frágil memoria, pero que hacen a nuestro humilde recuerdo de las jornadas vividas.
Apostillas de Puerto Madryn
Uno de los puntos salientes de nuestra corta permanencia en el golfo, fue las aguas verdaderamente cristalinas, por lo menos cercanos al muelle, lo que nos hizo relacionar con ser Madryn un lugar preferido por los aficionados al buceo, práctica que con los años se ha ido generalizando entre los cultores.
Mientras se concretaba el abastecimiento se autorizó al mediodía un franco al personal, aprovechando junto con mis compañeros Horacio "Palito" Scolari, de Avellaneda, Carlos Monti, de Buenos Aires y un marinero de apellido Díaz, oriundo de Córdoba, localizamos un restaurant que en esos tiempos los residentes nos informaron que "era el mejor" y allí fuimos con nuestros apetitos y por sobre todo para poder "masticar" pan fresco y "olvidar" la galleta marinera que consumimos los últimos días de navegación, de rico gusto pero que debía "mojarse" para poderlas masticar. Vale destacar que durante la estadía en el golfo la alimentación fue nutrida y sabrosa, como se registrara durante toda mi permanencia en la Armada.
Ingresar al viejo edificio que contaba con un gran comedor y advertir que la mayoría de las mesas estaban ocupadas por grupos de oficiales que componían las planas mayores de las tres unidades que integraban la Flota de Río, nos hizo rescatar nuestra formación marinera y adoptar posiciones de respeto y buena educación. Cumplimos a rajatabla con tal comportamiento, incluso sin consumir bebidas alcohólicas, pero gustando de la fresca galleta hojaldrada. Ya al día siguiente pusimos proa en la salida del golfo en la correspondiente formación mientras que las naves de la Flota de Mar hacían sonar sus sirenas para saludar a las formaciones de las tripulaciones que integrábamos formadas en cubierta, gesto de los camaradas que nos llenó de orgullo por entender aquello tan trillado, pero siempre valorado de: "Misión cumplida".
Un "mar de comentarios" al regreso
De retorno a nuestros hogares tuvimos que responder a los más variados comentarios surgidos de la profusa información brindada por los medios periodísticos y resumidas por mentes que, en su lógico afán de brindarse a sus lectores, radioescuchas y televidentes, "tejieron" una maraña informativa que "obligó" a respuestas originadas de las cadenas y gobiernos internacionales que en muchos casos fueron irónicas y jocosas hacia nuestro accionar. La recomendación que asumimos era la de tener respeto al contestar interrogantes y recalcar que "no teníamos ninguna duda que habíamos detectado una unidad submarina que desarrollaba una velocidad superior y que en momento propicio huyó del golfo tras eludir la persistente persecución de las unidades de la Armada Argentina".
(*) Conscripto Armada Argentina Clase 1938 Matrícula Revista ARA 526047 - Narración en homenaje a los héroes de Malvinas
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