Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)registraron en Playa Occidental de la Isla Santa Margarita, Baja California Sur, a 15 metros de profundidad, el único submarino histórico hallado, hasta ahora, en aguas nacionales.
El submarino es el USS H-1 Seawolf, construido en 1909, en Union Iron Works (San Francisco, Estados Unidos), que fue utilizado por la marina norteamericana para patrullar su costa atlántica de Long Island, durante la Primera Guerra Mundial.
El 6 de enero de 1920, junto con el H-2, emprendió su regreso a California, en la costa este, cruzando por el canal de Panamá. Al anochecer del 12 de marzo, los dos submarinos navegaban en aguas sudcalifornianas, pero en medio de una tormenta, sin posibilidad de maniobra, el H-1 encalló a 365 metros de Punta Redonda, en Isla Santa Margarita.
Foto: Cortesía INAH
Los días siguientes, barcos de salvamento de la armada norteamericana intentaron poner a flote al USS H-1. Después de intensas maniobras se fue a pique, y el 12 de abril su nombre quedó grabado en la lista de la marina de guerra norteamericana. Le siguieron rumores de búsquedas organizadas por expertos en naufragios, quienes decían haber visto su casco; las expediciones de retorno fueron incapaces de encontrar el fantasmal pecio.
En 2016, el INAH recibió un aviso sobre la presencia de un submarino histórico, hundido en la bahía Magdalena, al occidente de la Isla Santa Margarita, en Baja California Sur.
De acuerdo con informantes locales, el H-1 se había vuelto a ver hacía tres años, cuando pobladores de Puerto Alcatraz guiaron a un pescador deportivo a lo que ellos pensaban era una roca. El sitio fue víctima de saqueo por los componentes de bronce, hasta que el fotorreportero Alfredo Martínez lo relocalizó y dio aviso al INAH.
En 2016, el INAH recibió un aviso sobre la presencia de un submarino histórico, hundido en la bahía Magdalena, al occidente de la Isla Santa Margarita, en Baja California Sur.
De acuerdo con informantes locales, el H-1 se había vuelto a ver hacía tres años, cuando pobladores de Puerto Alcatraz guiaron a un pescador deportivo a lo que ellos pensaban era una roca. El sitio fue víctima de saqueo por los componentes de bronce, hasta que el fotorreportero Alfredo Martínez lo relocalizó y dio aviso al INAH.
Foto: Cortesía INAH
Roberto Junco, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, comentó desde que se recibió aviso de la presencia del submarino, el INAH ha realizado dos temporadas de inmersiones: la primera en 2017, con una exploración de reconocimiento en la cual, por medio de dos buceos a poco más de 14 metros de profundidad, se tomaron fotografías y medidas generales del pecio mediante el método tradicional: con cinta de medir, tablas y lápiz.
“De popa a proa, la embarcación mide 44.30 metros; desde popa, a los 31.8 metros, la estructura se colapsa y se observa el área de controles, y más adelante la de torpedos; la parte de la torreta también está colapsada. El estado del casco es malo y donde éste se ha perdido hay múltiples agujeros que dejan ver el esqueleto del submarino. La sección de popa está llena de arena”, explicó Junco.
En 2018, ya confirmada la antigüedad y valor histórico de la embarcación, la segunda exploración permitió hacer un registro puntual del submarino utilizando, por primera vez en México, el método de la fotogrametría en una embarcación completa, llevado a cabo por el arqueólogo Korato Yamafune.
El arqueólogo explicó que la fotogrametría consistió en tomar miles de fotos al submarino. Después, mediante un programa de cómputo se unieron las imágenes para crear un mosaico. Por medio de un software, se conoce el ángulo de inclinación con que fue captada cada imagen, el tipo de lente y cámara.
Imagen: Cortesía INAH
“Con esa información, en la computadora se hizo un modelo en 3D del fotomosaico. Con dicho software podemos analizar elementos muy pequeños. Este modelo tiene una utilidad enorme, porque a través del tiempo podemos seguir monitoreando el deterioro de la embarcación, con gran exactitud, ya sea por corrientes o degradación natural del material con el que fue construida. Así haremos un seguimiento que permitirá valorar su estado cada dos o tres años, y podremos identificar eventuales áreas de saqueo ‘hormiga’”, indicó.
fjb
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