Durante la Guerra Fría, la URSS contaba con tantos submarinos en el mar que los estrategas militares de EEUU estaban listos para aplicar cualquier contramedida que les ayudara a luchar contra su fiero rival.
La URSS contaba concretamente con 300 submarinos diésel-eléctricos y también sumergibles atómicos. Dado que las Armadas de la OTAN no podían alcanzar y adelantar a la Unión Soviética en este ámbito, sus estrategas elaboraron una serie de propuestas de contramedidas que incluían unas ideas "locas y realmente cómicas", escribe el medio estadounidense The National Interest.
El escritor naval Iain Ballantyne recordó en su libro Hunter Killers una propuesta que preveía arrojar imanes desde el aire que, cuando se pegaran al casco, harían que estas naves produjeran más ruido y, en consecuencia, sería más fácil detectarlas.
Los militares probaron esta táctica con el submarino británico HMS Auriga. Cuando emergió de las profundidades al final de los ejercicios, los imanes penetraron y obstruyeron los agujeros que habían sido diseñados para controlar los flujos de agua del casco.
Estos imanes no podían removerse mientras que el submarino se encontraba en el mar, de manera que los militares lograron sacarlos de allí solo una semana después, cuando regresaron al puerto de Halifax.
Si bien la URSS podía permitirse entonces enviar una o dos naves a diques para pasar vacaciones temporales, la OTAN no podía, concluye el medio.
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