El futuro naval de Turquía va tomando forma lentamente en el astillero de Golcuk, en la costa sur del Golfo de Izmit. Uno de los seis submarinos 214T fabricados por la constructora naval alemana ThyssenKrupp Marine Systems flota en el agua, después de haber sido botado de su muelle el pasado marzo y está programado para unirse en unos meses a la flota turca. Los otros cinco irán llegando en los próximos años.
Una operación que fue aprobada por Berlín en 2009, bajo una garantía financiera de 2.500 millones de euros, y que supone todo un triunfo para la marina turca y, a la contra, una grave preocupación para Grecia. La llegada del submarino ha hecho despertar viejos fantasmas. El Mediterráneo oriental es un área marítima donde Grecia y Turquía -y a pesar de ser miembros de la OTAN-, se disputan algunas zonas, tras haberse descubierto importantes yacimientos de gas. Unas tensiones que vivieron su último episodio el pasado agosto cuando Turquía desplegó su navío sísmico Oruc Reis para llevar a cabo una exploración en áreas marítimas cercanas a la isla griega de Kastellorizo, que actualmente se encuentran en disputa por ser una zona muy rica en hidrocarburos.
La situación estuvo al borde de un enfrentamiento militar. Grecia respondió reuniendo aliados en Europa y Oriente Medio y anunciando en diciembre una duplicación del gasto en defensa a 5.500 millones de euros. Una cifra que, sin embargo, representa menos de la mitad de la invertida por el gobierno turco que posee una marina más grande, más moderna y el Anadolu, un portaaviones ligero de diseño español, se encuentra en la etapa final de construcción.
La situación ha obligado al gobierno griego a redoblar sus esfuerzos diplomáticos con Alemania para persuadir a Berlín a que deje de vender submarinos a Turquía, alegando que la venta de la media docena de sumergibles cambiará el equilibrio del poder naval en el Mediterráneo oriental. No solo eso, Grecia -cada vez más enojada por lo que describe como actividad “ilegal” de Turquía-, pidió a sus socios de la Unión Europea que impongan “sanciones duras” a Ankara e incluso el mes pasado exigió a Bruselas que impusiera un embargo de armas a Turquía, pero Alemania, España e Italia rechazaron la solicitud.
Por su parte, Turquía aseguró que mantendrá la exploración energética en las disputadas aguas del Mediterráneo oriental y acusa al gobierno heleno de intentar apropiarse de una parte injusta de los recursos marítimos. Hace solo unos días, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró durante una gira por la provincia de Sakarya, en el noroeste del país que “cualesquiera que sean nuestros derechos, los tomaremos de una forma u otra y llevaremos a cabo nuestras operaciones de exploración de petróleo en el Mediterráneo oriental, Chipre y todos esos mares”. Mientras tanto, Grecia no solo duplicó su gasto en defensa sino que anunció un acuerdo con Francia para la compra de 18 aviones de combate, doce de ellos usados.
Tras cinco años durante los que el diálogo entre ambos países estuvo en suspenso y las relaciones bilaterales se deterioraron hasta alcanzar en 2020 su peor nivel en los últimos 25 años, Grecia y Turquía retomaron el pasado enero las negociaciones, después de un intenso esfuerzo diplomático del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y la canciller alemana, Angela Merkel.
El problema no termina con el asunto del reparto marítimo. Tanto Grecia como Turquía mantienen sus disputas de larga distancia sobre el estatus de Chipre, tras varias rondas de conversaciones entre los ministros de exteriores turco y griego. Incluso el primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis y Erdogan se reunieron al margen de la cumbre de la OTAN celebrada en junio en Bruselas y se comprometieron a no realizar ejercicios navales durante los próximos meses.
No obstante, y entre bambalinas, los dos países han estado maniobrando para fortalecer sus posiciones diplomáticas, así como sus fuerzas armadas. Dimitar Bechev, experto regional en los Balcanes, aseguró a la prensa que “el presidente turco está tratando de parecer más útil a occidente, aunque sus objetivos políticos no han cambiado”. En esta línea, Erdogan se reunió con el presidente de Estados Unidos Joe Biden con el objetivo de reavivar sus relaciones. Un encuentro que, según Bechev, está en la línea con el deseo de Erdogan de “tener su parte del pastel”.
Los submarinos de diseño alemán están equipados con propulsión independiente del aire (AIP) que les permite incrementar su capacidad de permanecer bajo el agua hasta varias semanas con muy poca emisión de ruido. Los expertos navales dicen que son adecuados para las aguas poco profundas del Mediterráneo oriental y podrían estar armados con misiles antibuque de rango medio.
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