Las tragedias tienen costos políticos para cualquier gobierno. Al menos entre nosotros. Una posible razón: se desconfía sobre el porqué de ellas porque se desconfía de la responsabilidad de los gobernantes en el resguardo de la gente y en el cuidado de los materiales. Detrás de esa desconfianza está el viejo “lo atamos con alambre”, pero también estuvo la corrupción.
Macri tiene perfecta memoria de las consecuencias políticas de las tragedias. Cromañón ocurrió en 2004. Aníbal Ibarra era el jefe de gobierno porteño tras ganarle en el balotaje a Macri-Rodríguez Larreta, que habían triunfado en primera vuelta con un frente integrado por el PJ. Fue, si no el principal, uno de los muchos que empujaron la destitución de Ibarra que tampoco tuvo apoyo de los Kirchner, ausentes y distantes en el Sur.
El hoy Presidente dijo entonces: “La tragedia se podría haber evitado si el gobierno hubiera hecho cumplir la ley como le corresponde… Lo único que interesa ahora es esclarecer la verdad para que hechos como éstos no vuelvan a ocurrir”. Ibarra fue destituido, los funcionarios condenados y los familiares de las víctimas fueron un factor muy importante en ese escenario.
En el edificio de la Armada, Macri dijo sobre la búsqueda del submarino perdido: “No nos tenemos que aventurar a buscar culpables. Esto va a requerir de una investigación seria, profunda, que arroje certezas de por qué ha sucedido lo que estamos presenciando”. Pero antes de decir se preocupó por estar presente en Mar del Plata, con las familias desesperadas de los tripulantes. Asumió esa responsabilidad difícil pero ahora le queda la responsabilidad nada fácil de que haya una investigación seria y más que seria, creíble.
La iniciativa de la aparición pública del Presidente fue para tratar de cortar con el clima de pases de facturas entre el Ministerio de Defensa y la conducción naval sobre el manejo de la crisis. Fue una decisión que parece atinada para no agregar ahora otros problemas adicionales que deberán resolverse más adelante. Sorprendió, en cambio, su afirmación de que el San Juan estaba en “perfectas condiciones” cuando todavía no se encontró la nave ni se saben las causas de la explosión que habría ocurrido a bordo.
Por la idiosincrasia argentina, es difícil descartar que los intereses políticos no se proyecten o intenten hacerlo por sobre la verdad. De modo que es posible que de la tragedia del San Juan se intente hacer uso político.
Los accidentes de submarinos no son frecuentes Y la tecnología para rastrearlos y, en caso, recuperar a los tripulantes está fuera del alcance limitadísimo de la Marina argentina. La respuesta internacional para encontrarlo no ha tenido precedentes: la más avanzada tecnología está siendo usada en el Atlántico Sur.Pedir ayuda ha sido una decisión inteligente, y conseguirla de todos (EE.UU y Rusia, por ejemplo) un ejemplo.
La conmoción por el San Juan es enorme y el dolor de los familiares de los 44 tripulantes, lacerante. Exige respuestas que la sociedad, que tiene toda la atención y la ansiedad en el caso, también necesita. Y mucho.
Ricardo Kirschbaum
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