Fue notable el año 2015 por un acontecimiento singular, un fenómeno no explicado ni explicable que nadie podrá olvidar. En el océano digital algunas personas habían visto unas extrañas criaturas metalizadas que parecían salidas de la ciencia ficción de los años 50.
Los más avezados dijeron que habrían de emprender una expedición para descubrir el misterio de los entes de aleación fantástica. Los más cobardes temían que aquellos aparatos brillantes encerraran un misterio letal que acabara primero con ellos y después con el planeta entero.
El miedo se quedó en casa y los primeros hombres de la expedición salieron en busca de esos mecanismos inexplicables. La atracción de su belleza era incluso mayor a la curiosidad del enigma.
Al meter los pies en el mar, los exploradores, de pronto, sintieron cómo todo a su alrededor se iba convirtiendo en píxeles. El agua, la arena, la brisa y los peces. Todo era bits. El mundo físico se había transmutado en un orbe digital. Solo ahí residían esos artilugios redondeados de oro y cobre. Eran unos submarinos que el director de arte Yonito Tanu había construido, con programas de 3D, desde su ordenador, y el único mar que surcaban era el del diseño y la imaginación.
«Los submarinos me han fascinado siempre. He pasado toda mi vida buscando información sobre ellos», explicó el ilustrador el día que descubrieron sus naves. «Hice estas piezas para rendirles un homenaje. A ellos les debemos haber conocido el fondo de los océanos».
Para erigir este tributo, Tanu buscó documentos antiguos y actuales de las naves sumergibles. El pasado le mostraría lo que más le gustó: las formas redondeadas. «Vi los cascos de buzo retro y me encantaron. Intenté mezclar elementos antiguos y actuales. Colores de antes y de ahora», comentó. «Y después les puse unas plantas alrededor para transmitir la sensación de estar en el fondo marino. Pero si te fijas, no son plantas acuáticas. Quería que fuesen hojas de tierra. No quería una escena literal».
El día que Yonito Tanu lanzó sus naves a las aguas de internet escribió: «Bucear en un submarino es lo más parecido a ser un tiburón. Yo nunca quise ser tiburón, pero siempre he deseado viajar en submarino». Y surcar así, como hizo el Capitán Nemo, lo más hondo del mar y las profundidades del abismo.
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