La historia del Titanic es conocida en todo el mundo. El lujoso barco trasatlántico que se hundió en el Océano Atlántico después de chocar contra un iceberg en la madrugada del 15 de abril en el año 1912.
La historia ha sido una de las más famosas del siglo XX y aún lo sigue siendo. El barco, considerado por muchos como “indestructible”, partió de la ciudad de Southampton, en Inglaterra, camino de Nueva York. El trasatlántico llevaba a bordo más de 2.200 personas que querían buscar un futuro mejor en el país estadounidense.
La noche del 14 al 15 de abril se produjo el fatídico accidente, que podría haber sido evitable. El Titanic había recibido mensajes de otros barcos advirtiendo de la presencia de varios icebergs en el trayecto del barco. Recomendaciones que ni el capitán, Edward J. Smith, ni la tripulación escucharon.
A las 23:40 del 14 de abril, el Titanic impactó contra un iceberg. No pudieron verlo. Cuando se dio la voz de alarma y quisieron reaccionar ante aquel obstáculo, era demasiado tarde. El barco chocó violentamente en el lado derecho. Los pasajeros ni siquiera fueron conscientes de lo que acababa de pasar. Y por supuesto no tenían conocimiento del infierno al que iban a tener que enfrentarse.
El Titanic se hundió en tan solo dos horas y cuarenta minutos y se llevó consigo la vida de 1.500 personas.
Sus restos no se encontraron hasta el 31 de agosto de 1985, cuando un equipo lo encontró en las profundidades del Océano Atlántico. Sin embargo, y lo que muchas personas aún no saben, es que ese no era ni el único ni el auténtico motivo de la misión.
¿Cuál es la verdad detrás del descubrimiento del Titanic?
El 31 de agosto de 1985, hace hoy 35 años, un equipo secreto de la Armada estadounidense encontró los restos del Titanic sin pretenderlo, ya que realmente ese no era el principal objetivo. Informaciones posteriores revelan que, en realidad, el objetivo del equipo era encontrar dos submarinos nucleares desaparecidos.
El descubridor de los restos, Robert Ballard, según recoge National Geographic, se vio obligado a reunirse con la Armada para solicitar financiación con el objetivo de desarrollar una tecnología robótica, que fuera sumergible, para poder encontrarlo. Algo que aceptaron.
Sin embargo, el ejército estadounidense tomó la decisión de encubrir esa información utilizando el pretexto de encontrar los restos del trasatlántico desaparecido años atrás. Todo ello no era más que una artimaña diseñada para engañar, en la medida de lo posible, a la Unión Soviética. Su auténtico fin era investigar y encontrar el U.S.S. Thresher y el U.S.S. Scorpion, dos submarinos nucleares que se habían perdido en las profundidades del océano.
Dado que la tecnología que había desarrollado Ballard era capaz de sacar fotografías bajo el agua, y dado el interés del ejército estadounidense por utilizarla para encontrar los submarinos, Ballard solicitó la autorización para buscar también el Titanic.
Por un lado, por lo tanto, estaban los objetivos de la Armada por encontrar y estudiar las posibles causas del hundimiento de los acorazados estadounidenses. Por el otro, el de Ballard por encontrar el trasatlántico.
Y si bien el descubrimiento del barco hundido provocó toda la atención de la prensa, el verdadero propósito de la misión se mantuvo completamente oculto.
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