11 noviembre 2017

Jerónimo de Ayanz, el Da Vinci español y su submarino

Valladolid XVII
Don Jerónimo de Ayanz, así es como se llamaba el inquieto personaje, Caballero de la Orden de Calatrava, muy relacionado con la política de la época de Felipe III, Administrador General de minas del Reino de España… si me pongo a escribir todos los cargos o títulos que tuvo, llenaría bastante espacio. Eso de controlar las más de quinientas minas que había por entonces en el Imperio no era nada fácil, además de peligroso, ya se sabe, había que jugar muy bien con los dineros.
Pero ademas de administrador empresarial, el tal Jerónimo se dedicó a la tecnología. Y aquí empieza la verdadera aventura. Porque, pudo muy bien haberse quedado al margan, disfrutando de su posición y privilegios, pero no, lo de las máquinas y el conocimiento en general, le volvía loco, era una auténtica pasión. Así que, ni corto ni perezoso, además de músico y empresario, se dedicó a la pintura, la astronomía y a la invención. Su puesto “minero” tuvo mucho que ver en todo esto. La gestión de minas le planteaba retos que, aunque parecían imposibles de superar para la tecnología de la época, atrajeron su interés. Inventó aparatos tan avanzados que, sólo pasadas dos centurias, el mundo pudo igualarlas.
Así, el inventor navarro, consiguió decenas de patentes, lo que entonces se llamaban “privilegios de invención”. Para no aburrir, seré breve y haré un sencillo repaso de estos inventos, muchos de los cuales fueron construídos en vida del genio, aunque pronto olvidados. Eso sí, antes querría que quien lea esto se imagine una escena memorable, que en verdad sucedió, aunque parezca increíble. Imaginemos Valladolid, 6 de Agosto de 1602, el Río Pisuerga pasaba por allí, tal y como lo sigue haciendo. Felipe III y su séquito se encuentran a orillas del citado río, junto con Ayanz. Tras cerca de una hora de espera, algo se mueve en el agua. En ese momento aparece, desde lo profundo del río, un hombre portando extrañas vestimentas. ¡Emergía un buzo! En efecto, se trató de la primera prueba de uno de los más famosos inventos de Jerónimo, el sistema para respirar bajo el agua. Como ya he dicho, el buzo “de pruebas” aguantó casi una hora bajo el agua, sin problemas. Y si no permaneció más tiempo a tres metros de profundidad fue porque el monarca se aburrió y ordenó que emergiera.
Bien, ahora la aplastante maravilla de sus “patentes”. Diseñó un submarino con sistema de renovación de aire. Además, al artilugio contaba con una especie de pinzas o guantes extensibles, para recoger objetos desde el interior, permaneciendo hermética la nave.
tecOrb

No hay comentarios:

Publicar un comentario