Ya tiene España un buque submarino, ya no marcharemos en este, como en tantos otros asuntos, a remolque de las demás naciones. D. Isaac Peral, autor del proyecto del torpedero submarino, presentó los planos del mismo al Gobierno, en la época del conflicto de Las Carolinas. (…) Los trabajos para su construcción dieron comienzo en el arsenal de la Carraca el 23 de octubre de 1887. Mide el torpedero 22 metros de eslora y de manga y puntal 2,74, siendo su forma de cilindro ojival. (…) Quedó el torpedero submarino flotando sobre el agua, viéndose cumplidos exactamente los cálculos de su autor, sin que llegara a sumergirse nada más que hasta el centro del cilindro. Después fue remolcado el buque hasta el dique, donde quedó. Sobre los detalles de la navegación submarina se guarda gran reserva, y es natural que así sea.
Nota aparecida en El correo militar, edición del martes, 11 de septiembre de 1888.
Nota aparecida en El correo militar, edición del martes, 11 de septiembre de 1888.
Siempre que se menciona alguna lista sobre invenciones realizadas en España hay varios ejemplos que nunca faltan. Sí, en esas listas se menciona siempre el submarino, pero claro, ¿a quién atribuir tal invención? Ya han visitado estas páginas máquinas submarinas osadas como aquella con la que soñó Cosme García, que allá por 1860 probó con éxito en Alicante el que se considera como primer submarino español, pues hacía varios años que venía siendo desarrollado a través de diversos modelos que iban evolucionando poco a poco. Y, cómo no, también nos visitó hace ya algunos años otro de los clásicos en esto de idear naves capaces de surcar las aguas sumergidas, el persistente Narciso Monturiol con su Ictíneo, que comenzó sus pruebas en 1859. ¿Qué tienen en común estas aventuras? Desde el punto de vista técnico, al margen de lo obvio, no eran muy parecidas aquellas naves pero sí compartieron un oscuro destino. Fueron apuestas que comenzaron bien, tuvieron gran predicamento pero que, a pesar de prometer un futuro brillante, terminaron olvidadas en muy poco tiempo. Pero en este juego nos faltaba citar al miembro más destacado y célebre de los submarinos españoles, el Peral. Nuevamente, por desgracia, su destino también fue bastante oscuro.
Dicho esto, ¿quién inventó el submarino? La respuesta es sencilla, y compleja a la vez, como suele suceder cuando se aborda una tecnología de este nivel. No hubo un inventor, fueron muchos, cada cual aportó un aspecto nuevo o una idea brillante hasta llegar a lo que hoy día son magníficas naves capaces de surcar sumergidos sin descanso los océanos de todo el planeta.
Ya en los siglos XVII y XVIII se hicieron pruebas con algunas máquinas que pueden considerarse como primitivos “submarinos”, pero no fue hasta el famoso tortuga de propulsión humana, que participó en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, cuando se verificó que este tipo de naves tenían un gran futuro en el ámbito militar. Claro que, ese futuro no llegó realmente hasta el siglo XX, quedando decenas de naves submarinas por el camino en la centuria anterior. Una de ellas fue la ideada por Peral, una máquina singular que merece ser recordada, un submarino adelantado a su tiempo que despertó la admiración de sus contemporáneos.
Militar, marino y científico
Isaac Peral vino al mundo en Cartagena en 1851, mirando al Mediterráneo y a todos los océanos porque el mar era cosa de familia, a fin de cuentas sus hermanos también hicieron carrera en la Armada. Pero, además de su querencia por la navegación, su orientación hacia las ciencias y la técnica le llevó además a idear desde muy temprano todo tipo de artilugios, sobre todo eléctricos, de los que a su vez consiguió sacar buen beneficio a través de varias industrias y empresas. Un genio, sin duda, que vio sus primeras luces al conocimiento siendo muy joven en la Escuela Naval Militar de San Fernando. En 1866 alcanzó el grado de guardiamarina. Isaac era como una esponja para todo tipo de saberes. En efecto, su destreza con las matemáticas, la geometría, la física y, cómo no, también la mecánica y la ingeniería, le convirtieron en el favorito de sus maestros, toda una joya en bruto para la Armada.
El submarino Peral después de una prueba de inmersión. Fuente: La Ilustración Ibérica, 19 de julio de 1890.
Comienza así su vida en el mar, sirviendo en diversas naves recorriendo el mundo. En la corbeta Villa de Bilbao recorrió la costa levantina y las Islas Baleares, mientras aprovechaba para observar de cerca fragatas y acorazados de todo tipo, aprendiendo todos los detalles acerca de navegación y propulsión. Posteriormente, a bordo del Santa María, viajó a Canarias en penosa travesía por culpa de contar con vientos adversos. Más tarde continuó su travesía hacia el sur, cruzando el ecuador, mientras el joven Peral iba tomando nota detallada de todo lo que veía, además de calcular posiciones con exquisita precisión. Allá en mares australes su nave dobló el cabo de Buena Esperanza rumbo a las islas Filipinas que, recordemos, era entonces territorio español. El viejo navío llegó maltrecho a Manila mediado el año 1868, por lo que debió ser sometido a reparaciones. Aquel tiempo lo pasó Peral descubriendo la geografía filipina e imaginando nuevos modos de recorrer los océanos. El viaje de vuelta tampoco fue nada agradable, finalizando tan larga navegación en octubre de 1869. Peral había viajado al otro lado del mundo y ya no era el mismo chiquillo que había abandonado Cádiz unos meses antes. Lo aprendido en aquel viaje le marcó para siempre.
El submarino Peral
En su tiempo, el submarino propuesto por Peral fue tan innovador que puede considerarse como todo un ejemplo de lo que iba a ser el futuro de este tipo de máquinas. Fue, pues, toda una nave genial que permitía asomarse al siglo XX. Veamos someramente cómo se dio vida a esta maravilla de la ingeniería.
En su tiempo, el submarino propuesto por Peral fue tan innovador que puede considerarse como todo un ejemplo de lo que iba a ser el futuro de este tipo de máquinas. Fue, pues, toda una nave genial que permitía asomarse al siglo XX. Veamos someramente cómo se dio vida a esta maravilla de la ingeniería.
No era la primera vez que se construía un submarino, como ya ha quedado claro, pero la nave que había imaginado Peral era diferente y por eso fue toda una revolución en la historia de la tecnología. La sorpresa se encontraba en el uso de la electricidad como energía motriz. Siendo ya teniente, allá por 1885, Peral decidió presentar al Ministro de Marina su proyecto para construir algo nunca visto antes: un torpedero submarino con propulsión eléctrica. En esa época España estaba metida de lleno en una grave crisis con el Imperio Alemán en lasislas Carolinas, al otro lado del mundo. El escenario el océano Pacífico era muy lejano y las cosas no pintaban nada bien para la Armada. Puede que por ese motivo Peral sintiera que había llegado el momento de sacar a la luz los precisos cálculos que llevaba años desarrollando para dar vida a una nave sin igual.
El objetivo final en la construcción de su submarino se encontraba en lograr tener una nave capaz de defender eficazmente las costas contra el ataque de cualquier otro buque de su tiempo. Con el apoyo de diversos políticos y militares, y de la Reina Regente Dª María Cristina, el proyecto pudo ver la luz. Por Real Orden se otorgaron fondos para su desarrollo en octubre de 1886, y se emitió el permiso para su construcción al año siguiente con un coste total cercano a las 300.000 pesetas.
Desde el punto de vista técnico el proyecto de Peral era tan imponente y preciso que no encontró serias dificultades para que fuera comprendido, todo era positivo, una nave como aquella podía ofrecer a la Armada una ventaja sin igual en el escenario de las naciones. Nació pues el submarino Peral, botado el 8 de septiembre de 1888, siguiendo más tarde todo tipo de pruebas en dique y en mar abierto. La nave eléctrica despertó la admiración de la comisión encargada de su evaluación, el Peral era capaz de superar muchas de las pruebas de velocidad, inmersión y tiro a las que se sometió. Se cuenta que era capaz de navegar con autonomía de casi tres días con un radio de acción de más de 500 kilómetros. Sin embargo, el prototipo no era todo lo bueno que la comisión esperaba, pues en navegación diurna era detectado con relativa facilidad. Para frustración de Peral, parecía como si los expertos estuvieran buscando cualquier problema fuera de lo lógico para justificar no seguir adelante con el proyecto.
El submarino Peral, maravilla de la ingeniería con casco de acero y un avanzado sistema de inmersión por medio de tanques y bombas, que le permitía llegar incluso a los 30 metros de profundidad, navegaba con facilidad gracias al impulso de dos hélices movidas por motores eléctricos. Además, contaba con tubo lanzatorpedos en proa, algo único que no volvió a verse hasta la Gran Guerra. Por si esto fuera poco, estaba dotado con un avanzado periscopio y un sistema muy ingenioso de control de profundidad y navegación con funciones “automatizadas” muy adelantado a su tiempo.
Peral deseaba ver a su nave surcar el mar libremente, llegando hasta el estrecho de Gibraltar pero no se concedió permiso para ello. Al contrario, las pruebas efectuadas entre 1889 y 1890 no le permitieron demostrar todo su potencial. Y aquí es donde viene la parte oscura de toda esta historia. El submarino Peral demostró ser capaz de navegar con seguridad, ejecutó todo tipo de ejercicios de ataque dejando asombrados a todos, podía ser gobernado con facilidad y, ciertamente, ofrecía una capacidad a la Armada que dejaba fuera de juego a las mejores flotas de todo el mundo. ¿Por qué no se continuó con las pruebas y se llevó a la producción en serie un modelo mejorado? La comisión encargada de estudiar la nave dictaminó finalmente que cumplía con todo lo prometido y hasta superaba lo que se esperaba. Lo que sucedió a continuación fue uno de los ejemplos más tristes e inexplicables de desidia de las autoridades españolas de todos los tiempos.
Peral abandonó la Armada a finales de 1891 después de que, sin venir a cuento, cayera sobre él toda una campaña de desprestigio. El Gobierno quería deshacerse del submarino como fuera, por miedo a sobresalir de algún modo de la mediocre y cómoda situación internacional en la que se había instalado España o por cualquier otro motivo económico o político. El caso es que alguien, en algún lugar, decidió que aquella nave del futuro no podía seguir adelante. Tuvieron que pasar décadas hasta que la navegación submarina se puso al nivel de lo ideado por Peral. El genio quiso explicar su postura y sus ideas, pero se le negó la posibilidad durante mucho tiempo, mientras era insultado por doquier. Enfermo de cáncer, viajó a Berlín para someterse a una operación en 1895. Por entonces había iniciado una exitosa carrera como industrial pero no pudo continuar adelante, falleció ese mismo año. Lo más triste del caso es que, al poco de morir, se le consideró en todas partes como un genio sin igual, un modelo a seguir, como si un manto general de olvido quisiera tapar el desdén con el que fue tratado y que, a buen seguro, contribuyó a que acabara en la tumba siendo todavía joven.
Lejos quedaba su medalla al Mérito Naval y la multitud de sobresalientes logros de su carrera. El submarino Peral quedó olvidado, sin sus baterías, sin sus motores, sin su tubo lanzatorpedos, como un cascarón vacío perdido en un rincón del gaditano Arsenal de la Carraca. Se ordenó su desguace en 1913, pero por fortuna la orden nunca se llegó a cumplir. Esta joya de la historia de la tecnología sobrevivió. La nave fue trasladada a Cartagena, donde pasó por diversos emplazamientos hasta la actualidad, cuando se encuentra a la espera de ser localizado en un lugar en el que, al fin, será admirado por las gentes de un futuro que ya es presente, un tiempo en el que todos los gigantes submarinos que surcan a diario los océanos rinden honores al Peral, pues fue este navío el que abrió las puertas de las profundidades.
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