La Marina israelí ha adquirido en los últimos años seis submarinos de la clase Dolphin a los astilleros ThyssenKrupp. Los sumergibles, que pueden portar misiles con cabezas nucleares, forman parte de la denominada estrategia de “segundo ataque” o de represalia a un bombardeo nuclear devastador sobre su territorio. En esencia, se trata de disuadir a un eventual enemigo dotado del arma atómica (los informes del Estado Mayor apuntan a Irán en un próximo futuro) de lanzar una agresión atómica a gran escala con la intención de anular toda capacidad de réplica israelí. Los submarinos en alta mar se encargarían de hacer cumplir la ley de Talión.
El escándalo se ha producido tras la salida del Gabinete del anterior ministro de Defensa, Moshe Yaalon, un exgeneral jefe de las Fuerzas Armadas que se opuso a la compra de nuevos submarinos Dolphin. Netanyahu, sin embargo, parece haber presionado a la Armada para que adquiera otros tres sumergibles a la naviera alemana, en su versión más modernizada, con un presupuesto de unos 1.500 millones de euros. La compañía ThyssenKurpp ha sido investigada en Alemania por denuncias contra sus representantes por haber pagado comisiones a intermediarios y altos cargos en el exterior para garantizarse la adjudicación de operaciones de venta de armamento.
La diputada laborista israelí Shelly Yacimovich argumentó este miércoles: “Parece innegable que el entorno del primer ministro está al tanto de secretos de Estado, y los utiliza para embolsarse grandes sumas a costa de los ciudadanos. Solo falta saber si [Netanyahu] estaba ciego o si tomó parte también en la trama de corrupción”. El actual ministro de Defensa, el ultraderechista Avigdor Lieberman, puntualizó poco después: “Hemos tomado la decisión adecuada para proteger nuestra seguridad con la compra de los submarinos. Puedo asegurar que la decisión se tomó con un amplio consenso entre responsables políticos y técnicos de seguridad”.
Juan Carlos Sanz para elpais.com
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