Sorpresa, resistencia y disuasión. Son las principales características del B.A.P Pisagua que, con 32 años de funcionamiento, tiene una capacidad de inmersión de hasta 300 metros. Esta mole marina lleva su nombre en honor a los defensores del desembarque de las tropas chilenas en Pisagua, ataque que dio inicio a la Guerra del Pacífico el 2 de noviembre de 1879.
Para los 50 submarinistas –8 oficiales y 42 tripulantes– el pasado jueves 13 de agosto del 2015, a las ocho horas, empezó uno más de los viajes de entrenamiento a los que están acostumbrados. Pero en esa ocasión CARETAS acompañó a la Comandancia de Submarinos, fundada el 19 de agosto de 1911. Había que sumergirse a 80 metros bajo el agua.
Los mareos y vómitos son frecuentes en los nuevos huéspedes del mastodonte subacuático, incluso antes del descenso. El Capitán de Fragata, Fernando Castillo, es el encargado de comandar la ruta y funcionamiento del submarino. “Además de defensa nacional, también apoyamos con operaciones de interdicción de droga, trata de personas y pases de armamentos”, señala mientras mira el horizonte del mar sentado sobre la parte más alta de la coraza del submarino, donde flamea la bandera peruana.
Antes de la inmersión, el submarino tambalea. Al dejar la zona marina protegida por la isla San Lorenzo, los movimientos se tornan más bruscos debido a la marea. Pero a 15 millas del puerto de la Base Naval del Callao –zona de la que zarpó la nave– el submarino realiza la esperada inmersión. El movimiento cesa progresivamente.
Uno de los principales equipos del submarino es el sonar. “Detecta los ruidos. El sonido de la hélice de un buque viaja por medio del mar y un sensor lo detecta. La información se plasma en un equipo que vemos y escuchamos”, asegura el Técnico Primero Sonarista, Julio Bonifacio.
A las 11 horas el submarino se preparó para recibir a las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina, más conocidas como las FOEs. Así, Daniel, Edú, Dao, Samuel, Vegeta, Messi, Matoro, Carlos y Alejo –apelativos de los miembros de las FOEs– nadaron hasta el buque y entraron por la escotilla de escape. “El objetivo es transportar al grupo a otro punto, desde donde será su ataque. La maniobra tiene que ser lo más rápido posible porque, normalmente, se hace en un área controlada por el enemigo”, asegura el Capitán de Corbeta, Pablo Porteros.
El año pasado el B.A.P Pisagua navegó hasta Río de Janeiro (Brasil), pasando por las aguas de Cartagena (Colombia) y el Canal de Panamá. El viaje duró cuatro meses. En una ruta tan larga, la comida y la buena sazón son fundamentales. El encargado de alimentar a tremendo batallón fue Jhon Quispe, cocinero submarinista desde hace 12 años. Y en este viaje deleitó a los comensales con papa a la huancaína, arroz con pollo y crema volteada.
En el reducido espacio de la nave, entre máquinas, válvulas e instrumentos de navegación, hay 36 camas. Cuando toca el relevo, cada cuatro horas, la guardia despierta a quien lo va a reemplazar. Como las camas siempre están ocupadas, los submarinistas encuentran lo que Porteros denomina “la cama calientita”. ¿Y si sirven frejoles? Por suerte el submarino es a prueba de ‘torpedos’.
(Silvia Crespo)
Fuente: http://www.caretas.com.pe/
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