Una expedición internacional regresó el 15 de septiembre a la isla griega de Anticitera para explorar los restos de un barco que naufragó en época del Imperio Romano. Cuando en 1900 se produjo el hallazgo, la precaria tecnología permitió recuperar, entre otros objetos, un complejo aparato de engranajes para calcular las posiciones de los astros. Pero en esta ocasión, los científicos del Retorno a Anticitera, como han llamado al proyecto, cuentan con una herramienta con la que podrán explorar por primera vez en profundidad el pecio y los posibles tesoros ocultos en el lecho marino: el Exosuit. Un traje robótico que puede sumergirse hasta los 300 metros y subir a la superficie sin necesidad de descompresión.
El revolucionario invento está equipado con propulsores controlados a pedales, de modo que deja las manos libres para manipular objetos con las garras robóticas. «Es bastante más simple de lo que parece», reconoce Theotokis Theodoulou, codirector de la expedición. Este buzo del Departamento de Antigüedades Submarinas del Ministerio de Cultura heleno se entrenó con el Exosuituna semana. «Como cualquier piloto - porque en el interior de este traje eres un piloto y no un buzo- cuanto más tiempo lo manejes, más mejoras».
La energía para los propulsores la suministra un cordón umbilical que contiene también cables de fibra óptica para transmitir en directo imágenes de alta definición. Las articulaciones, que pueden resistir hasta 6 toneladas de presión, y la práctica ingravidez bajo el agua de esta mole de dos metros y 250 kilogramos., le confieren a esta especie de Iron Man total libertad de movimientos.
Gracias al sistema de soporte vital que recicla el aire exhalado, el buzo-piloto podría permanecer hasta 50 horas sumergido. «Ése, por supuesto, no es un escenario probable», comenta Theodoulou, que prevé dos o tres inmersiones diarias, con diferentes pilotos.
El traje ha sido desarrollado por la compañía canadiense Nuytco, a partir de diseños para operaciones militares submarinas, pero esta es su primera incursión en la arqueología. Las expectativas son grandes. «Hablando con precisión, no estás buceando, eres el piloto de un submarino. Estás en un submarino que llevas puesto.
Los buzos de la isla de Anticitera dieron con el barco en el año 1900 cuando buscaban esponjas. En los restos del naufragio, ocurrido hacia el año 50 a.C. cuando el navío transportaba a Roma objetos de lujo, hallaron joyas, monedas, estatuas de bronce y de mármol, y el famoso Mecanismo.
El complejo juego de engranajes, incompleto, es considerado por muchos expertos la primera calculadora analógica. Su fin parece haber sido el de calcular los movimientos de los planetas, las fases de la luna y los eclipses. Pero sólo el hallazgo de las piezas ausentes o de dispositivos similares podría desvelar por completo los misterios del «objeto arqueológico más asombroso jamás descubierto», en palabras de Brendan Foley, el otro codirector del proyecto.
En los años 70, Jacques Cousteau y su equipo lograron investigar una pequeña parte del interior del barco. Pero la exploración sistemática nunca había sido posible. A más de 60 metros de profundidad, casi fuera del alcance de los submarinistas, pero demasiado superficial para los vehículos de control remoto estándar, el barco está rodeado de desniveles escarpados que dificultan en gran medida la exploración por sónar.
Junto al uso pionero del Exosuit, la campaña cuenta con los más modernos robots subacuáticos -que mapearán el lugar- y punteros dispositivos de reinspiración para los buzos. Todo ello es posible gracias una colaboración que incluye al Ministerio de Cultura griego, el Instituto Oceanográfico Woods Hole de Massachusetts, numerosos espónsores privados y el Centro Australiano de Robótica Marina.
«Vamos a cartografiar el área, explorarla, recorrerla con detectores de metales y después empezar a cavar en el lecho marino, donde esperamos encontrar lo que sea que haya quedado de la recuperación de 1900», explica Theodoulou. Los planes incluyen investigar lo que podrían ser esculturas enterradas, así como los restos de un barco cercano. Muchos esperan descubrir la cabeza de una enorme estatua de Hércules, rescatada en la primera campaña. Pero la mayor expectación procede, evidentemente, de la posibilidad de hallar nuevos componentes del Mecanismo de Anticitera. «Podríamos encontrar objetos de arte, esculturas, artefactos raros. Todo es posible, nada puede ser definido», comenta riendo.
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