El Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua es más que un simple tratado del diseño de
un submarino, ya que en el se tratan los problemas directamente asociados a su
construcción desde la perspectiva de las ciencias, incluyéndose estudios de botánica,
química, hidráulica o oceanográfica para intentar resolver las dudas y
problemas que van surgiendo. Por ello, desde su publicación en 1891, gracias a
la suscripción popular, servirá de guia para otros constructores. Hay que
recordar que el enseyo se finalizó en 1870 y que aún siendo su mayor deseo,
nunca pudo verlo publicado.
Es el libro que Narcis Monturiol dedicó a la invención de su
Ictíneo, un artefacto que inventó para navegar debajo del agua. El autor se
había visto sobrecogido al contemplar el sufrimiento de los buzos en la captura
de coral cuando se encontraba en la playa de Rosas. Por ello, dedicó parte de
su vida a la invención de un artefacto que pudiera usarse como medio de
navegación bajo el mar. Tenía Monturiol sobrado conocimiento del valor y
alcances de su invento, pero publicar este ensayo le resultó casi una tarea más
ardua que la de hacer comprender el verdadero valor del Ictíneo; tanto que
tuvieron que pasar casi veinte años para que se publicara esta obra.
En sus últimos años cayó en una profunda crisis. Su única
ilusión por entonces fue recoger toda su experiencia en su Ensayo sobre el
arte de navegar por debajo del agua, que ni siquiera pudo ver publicado en
vida por falta de apoyos 3 . Murió el 6 de septiembre de 1885, siendo enterrado
humildemente en presencia de la familia y de algunos amigos íntimos. Triste fin
para un hombre cuya vida tuvo un carácter casi épico, tanto que algunos lo han
comparado con el famoso personaje del capitán Nemo creado por Julio Verne . La
desatención hacia los trabajos de Monturiol ha subsistido hasta el presente;
rara es la historia del submarino que lo menciona. Esperemos que este libro,
cuya versión original es en inglés, venga a subsanar esta ausencia. Por otra
parte, la obra de Stewart contiene más que su biografía o la descripción de sus
trabajos. En el fondo, Monturiol actúa de hilo conductor de una compleja
historia en que se entretejen amigos o compañeros de ideales, reunidos en una
unidad utópica cuyo resultado serían los Ictíneos. Todo ello sobre el
trasfondo de una ciudad, Barcelona, cuya personalidad sabe muy bien desvelar el
autor. Quizás en exceso, pues cobra protagonismo a expensas de ese otro
contexto nacional, lo que puede dar la injusta impresión al lector de que todos
los males provenían del poder central. Un enfoque nada nuevo en la actual época
de nacionalismos. Algunas otras cosas, pocas, podrían mejorarse o corregirse.
Por ejemplo, las figuras del Ictíneo II podrían haber sido reproducidas
a mayor tamaño, para poder apreciar mejor sus detalles; Ildefons Cerdá fue
ingeniero de caminos, no ingeniero civil, una titulación que no ha existido en
España; y algún nombre de político está incompleto. De todos modos, es un libro
fascinante que sabe sumergirnos –valga la expresión en Monturiol y en su mundo.
Merece la pena leerse.
Nacho Padró
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