El capitán Jon Gudnason, comandante de la Base Aérea Keflavik en Islandia durante los últimos 30 años, se ríe al recordar la breve llamada telefónica que recibió desde EE.UU. en mayo de 2014. Le informaron que querían reinstalar el personal en la base que habían dejado ocho años antes.
"Me dijeron: '¿Podemos venir mañana?'", cuenta Gudnason a DW en su oficina en la base aérea. Gudnason no hizo preguntas y comenzó con las preparaciones. "Estamos acostumbrados a esas cosas", dice y encoge los hombros. Los estadounidenses explicaron más tarde que Washington quería reiniciar la vigilancia submarina a causa de un aumento de actividades rusas en aguas profundas. El plan se formalizó en un acuerdo gubernamental bilateral en 2016.
Cuatro años más tarde, la Base Aérea de Keflavik no es (y según el gobierno islandés nunca lo será) la misma base militar que fue durante la Guerra Fría, cuando la base naval albergaba más de 3.000 soldados estadounidenses con una tarea que se consideraba sumamente importante: vigilar a las fuerzas soviéticas. Los estadounidenses se marcharon en 2006, más de 50 años después de que el país norteamericano se estableciera en Keflavik por primera vez.
Pero los tiempos han cambiado, y también la importancia estratégica de Islandia. El Congreso de EE.UU. aprobó el año pasado la inversión de 14,4 millones de dólares (11,8 millones de euros) para modernizar un hangar y otras instalaciones en la base.
"Todos sabemos por qué sucede esto", dice el ministro de Asuntos Exteriores de Islandia, Gudlaugur Thor Thordarson, a DW. "Hemos registrado actividades de los rusos que no habíamos visto en mucho tiempo".
OTAN en alerta
El portavoz adjunto de la OTAN Piers Cazalet explica que "los submarinos [rusos] podrían suponer un desafío para la habilidad de la OTAN para operar en el mar y podrían socavar la capacidad de la alianza para mover tropas entre América del Norte y Europa en tiempos de crisis".
También existe la preocupación de que los cables de comunicación transatlánticos puedan ser alterados o saboteados. "Reconstruir nuestras capacidades antisubmarinas es una de las principales prioridades de la OTAN", subraya Cazalet.
Críticas de activistas de paz
El veterano activista antimilitarista islandés y repetido candidato a la presidencia Thor Magnusson se preocupa por otras razones. Teme que la nueva presencia estadounidense en Keflavik sea un presagio de una escalada militar con Rusia. Magnusson, quien fundó la organización humanitaria Peace 2000, cree que sus compatriotas islandeses sienten lo mismo.
"El gobierno sabe que la opinión pública está absolutamente en contra de esto. Los islandeses no quieren a los militares en Islandia", dijo en entrevista con DW. "Se oponen a esto y si supieran cuáles son los verdaderos planes de los estadounidenses, estarían absolutamente disgustados".
Hasta ahora, ha habido pocas protestas en Islandia y el gobierno ha reiterado que la base no se reconstruirá hasta alcanzar los niveles de la Guerra Fría. Pero Magnusson teme que la nueva presencia de soldados estadounidenses podría convertir a Islandia de nuevo en un objetivo si se desata un conflicto armado entre Estados Unidos y Rusia.
Autor: Teri Schultz (GG/VT)
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