En 1942, el constante torpedeo de los “Lobos Grises” dejó decenas de náufragos que recalaron a nuestras costas
Durante la Segunda Guerra Mundial (1942) surcaron en nuestras apacibles aguas del Caribe, 23 submarinos alemanes que fueron enviados a América para torpedear a los buques que abastecían de productos a los Estados Unidos, en una operación conocida en alemán como “Paukenschlag” (A tambor batiente o golpe de timbal).
El escuadrón de sumergibles nazis, llamados los “Lobos Grises”, partió de Europa en diciembre de 1941, inmediatamente después de que Estados Unidos ingresara al conflicto mundial tras el ataque japonés al puerto de Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941).
De acuerdo con el periodista yucateco Hernán Casares Cámara, los primeros submarinos alemanes en llegar a las inmediaciones de la Península fueron el U-106 y el U-103, aunque los más peligrosos para Yucatán –dice– fueron el U-158, guiado por Edwin Rostin y el U-129 que estaba al mando del Hans Ludwig Witt. Este último hundió un barco colombiano en aguas de Cuba, cuyos tripulantes recalaron en Quintana Roo.
Los submarinos alemanes dispararon sus torpedos contra dos buques noruegos enfrente de Sisal y contra uno estadounidense a 250 kilómetros de Telchac, además un barco pesquero de Cuba en Isla Contoy, cuatro barcos grandes de carga muy cerca de Cozumel –uno de ellos el Túpase de nacionalidad sudafricana– dos más en las inmediaciones de Cabo Catoche y por lo menos tres embarcaciones delante de Tulum e Xcalak.
¿ALIADOS EN COZUMEL?
En Cozumel es del dominio público, casi presunción, decir que los nazis se abastecían de combustible en esa ínsula y que su principal contacto era un reconocido empresario. Hoy, gracias a la bitácora de guerra se sabe que de esos 23 submarinos, cinco eran naves “nodriza” y se encargaban del abastecimiento de combustible.
Sin embargo, quizá la tradición oral local no esté tan equivocada con respecto a la existencia de aliados cozumeleños, pues de acuerdo con el libro “Mexicanos al Grito de Guerra” (Mario Moya Palencia, 1992), los capitanes de los sumergibles, de vez en cuando, daban descanso a sus hombres para descansar en tierra y comer frutos de la región, además de charlar con sus “contactos”.
Otro cozumeleño, don Carlos Namur Aguilar (+), en ese entonces cónsul honorario de la República de Honduras, comentó que por aquellos años tuvo conocimiento de que cerca de Punta Herrero un submarino alemán había torpedeado un barco de carga inglés.
La tripulación del carguero salió ilesa gracias a que antes los agresores dieron tiempo a que los marineros se embarcaran en los botes de salvamento. Casi todos salieron ilesos excepto un joven al que las balas de la ametralladora nazi sorprendieron cuando se encontraba en cubierta. El muchacho fue trasladado a Mérida en donde finalmente salvó la vida, pero perdió una pierna.
UN NEGOCIO PRÓSPERO
En la revista Amigos de Sian Ka’an (diciembre de 1996) se publica un relato sobre las andanzas de don Joaquín Fernández Marfil, en la población costera de Río Indio, al sur de Quintana Roo.
“… Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, los submarinos alemanes hundían a todo barco que surcaba hasta 200 millas al este del Banco Chinchorro. Esa fue la suerte de un carguero norteamericano con 120 personas a bordo. El barco contaba con cuatro lanchas salvavidas equipadas con agua, alimentos y telegrafía. Todos los pasajeros se salvaron gracias a ello.
“Una de las lanchas no fue rescatada en altamar quedando once días a la deriva hasta que una tarde tocó costa precisamente en Río Indio. Don Joaquín les proporcionó ropa y llegó al capitán Bex, responsable de la lancha, hasta Xcalak, a bordo de La Golondrina… El resto de los pasajeros fueron rescatados poco después. Bex regaló a don Joaquín la lancha...
“Las corrientes no sólo llevaban náufragos, también arrastraban hasta la playa la mercancía que transportaban los buques torpedeados, ese fue el inicio de un nuevo negocio para don Joaquín. Todo tipo de mercancía recalaba en Río Indio: petróleo, aceite, gasolina, ácido acético, leche, cocoa, avena, hule y lacre brasileño, conocido localmente como cera de caranuab. Se iniciaba así el auge económico de Río Indio”.
Para el investigador Mario Moya Palencia (+), los últimos sumergibles alemanes en llegar a la zona fueron el U-171 al mando del capitán Günter Pfeffer, quien tenía la orden de recorrer el Canal de Yucatán, y el U-176 que se encargaría de la zona de Cuba.
Por fortuna los “Lobos Grises” fueron requeridos en Europa para la defensa de Alemania y partieron del continente, dejando atrás una estela de muertes y hundimientos en el Golfo de México, Península de Yucatán y Caribe.
Tabascohoy.com
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