19 julio 2014

El último viaje del submarino alemán U-166

El mercante de vapor Robert E. Lee, con un tonelaje de 5,184, era la mayor presa a la que se había enfrentado hasta el momento. El U-166 logró torpedearlo y hundirlo, provocando la muerte a 25 de sus pasajeros, pero sería lo último que hiciera. Tras el ataque, el patrullero estadounidense PC-566, que servía de escolta del mercante, lanzó varias cargas de profundidad. Nadie volvió a tener noticias del submarino hasta 2001, cuando el equipo de Ballard logró localizar los restos a setenta kilómetros del delta del río Misisipi. El pecio, sin embargo, no había sido documentado adecuadamente hasta esta semana.


«Se ha procedido a realizar un mapeado en 3-D de los restos para analizarlos detalladamente», explican desde la Ocean Exploration Trust, la organización fundada en 2008 por Ballard para explorar el fondo oceánico. Desde el E. V. Nautilus, el barco de 64 metros que le sirve como base, el equipo del oceanógrafo estudiará hasta octubre no solo los restos del U-166, sino también del Robert E. Lee —que dista dos millas náuticas (casi cuatro kilómetros) del submarino— del Gulfpenn, Gulfoil y SS Alcoa Puritan, todos ellos barcos norteamericanos hundidos durante la Segunda Guerra Mundial.


En la actualidad, los restos del U-166, que aún guardan los 52 cadáveres de su tripulación, no pueden ser explorados sin permiso al estar catalogados como cementerio de guerra. Es, sin embargo, un cementerio lleno de vida: a solo unos pocos cientos de metros de él, la expedición de Ballard aprovechó para tomar muestras de mejillones con los que estudiar la relación simbiótica entre estos animales y las bacterias que se alimentan del metano de las profundidades. Es ley de vida.




ABC.es


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