Es el 12 de septiembre de 1942. La guerra en el mar arrecia. Los submarinos alemanes dan caza a buques ingleses y aliados en el vasto océano Atlántico.
El U-156, capitaneado por Werner Hartenstein, llevaba horas siguiendo la delatadora nube negra generada por las cansadas calderas del RMS Laconia, al mando de Rudolph Sharp, OBE, que navega sin escolta rumbo a Inglaterra. Botado en 1922, fue uno de los primeros cruceros de la Cunard White Star, y había sido requisado en 1939 por el Almirantazgo como transporte de tropas. En su misión actual transportaba a 300 tripulantes y pasajeros ingleses, además de 1800 prisioneros de guerra italianos custodiados por solados polacos.
Al caer la noche, el U-156 se acerca sigilosamente al barco, a las 10:07pm, dispara dos torpedos que aciertan. Las explosiones matan instantáneamente a muchos prisioneros, y generan grandes boquetes en el casco. El capitán Sharp ordena la evacuación general y envía un mensaje por radio solicitando ayuda, que nadie recibe por lo remoto de la ubicación.
En el caos general, las mujeres y los niños son subidos primero a los botes salvavidas, seguidos por el personal inglés mientras los soladados polacos intentan en vano mantener a raya a los más de mil prisioneros italianos. El Laconia finalmente se hunde con su capitán a bordo, dejando a cientos de náufragos en los pocos botes que pudieron lanzarse a tiempo, o flotando con chalecos salvavida
Poco después, el U-156 emerge y se acerca con el fin de obtener inteligencia de la tripulación del barco hundido. Es entonces cuando su capitán descubre con horror que gran parte de los náufragos eran soldados italianos, sus propios aliados. Inician labores de rescate y envían un mensaje a sus superiores indicando que habían italianos entre los rescatados. El comando de operaciones submarinas alemán, liderado por Karl Dönitz responde y envía a siete submarinos, que se encontraban acechando a los buques que salían de Cape Town, además de un submarino italiano y tres buques que habían sido capturados a la marina francesa.
La tripulación del submarino U-156 atiende lo mejor posible a los náufragos subiéndolos a la cubierta del submarino, repartiendo suministros, atención médica y engancha a los botes salvavidas que encuentra. Colocan una gran bandera de la cruz roja en la cubierta con el fin de anunciar que se encontraba en operaciones de rescate.
Con más de 200 náufragos a bordo del submarino, el capitán Hartenstein hace un llamado por radio en canales abiertos solicitando ayuda para el rescate de los náufragos.:
‘If any ship will assist the shipwrecked Laconia crew I will not attack her, providing I am not being attacked by ship or air force. I picked up 193 men. 4°-53” South, 11°-26” West. – German submarine.»
Los ingleses en Freetown, Sudáfrica, reciben el mensaje pero deciden ignorarlo, al considerarlo una treta.
El U-156 permanece dos días y medio en la superficie hasta que llegan dos submarinos alemanes, U-506 y U507 y el Comandante Cappellini, italiano. Entre todos se reparten los botes salvavidas y los náufragos, y se dirigen hacia la costa africana para encontrarse con los barcos de la Francia ocupada.
Durante la navegación nocturna, los submarinos se separan. A la mañana siguiente, el U-156 es avistado por un bombardero B24 Liberator estadounidense. El submarino, envía un mensaje en inglés y en morse indicando que se encontraban en una misión de rescate y pedía que no se les disparara. Un tripulante inglés rescatado envía por radio:
«RAF officer speaking from German submarine, Laconia survivors on board, soldiers, civilians, women, children.»
El teniente James D. Hardin de la USAF avisa a su base en la Isla Asención. El oficial en servicio aquel día, Captain Robert C. Richardson III teme que los alemanes descubran su base, que era secreta, y emite la orden: «hundan el submarino».
El bombardero ataca al U-156 en repetidas ocasiones. Su capitán, consternado, ordena sumergirse lentamente para que los náufragos, aún en cubierta, tengan oportunidad de salvarse. En el siguiente ataque, una de las bombas acierta pero no al submarino, sino a uno de los botes salvavidas, matando a todos abordo.
Al día siguiente, Hardin en su B24 y otros bombarderos continúan la búsqueda de los submarinos alemanes y bombardean al U 506, que llevaba a bordo a 151 supervivientes, entre ellos mujeres y niños. Su capitán da la orden de sumergirse de inmediato y abandonan a los náufragos.
Unos días más tarde, los barcos franceses enviados logran rescatar a la mayoría de los sobrevivientes. En total, el número de fallecidos en el incidente fue de 1,658, incluso mayor que las pérdidas en el Titanic.
Consecuencias a largo plazo
Hasta ese momento, era común que los submarinos alemanes asistiesen a las tripulaciones de los buques torpedeados y les suministrasen agua, comida, primeros auxilios y les indicaran la dirección de la tierra más cercana. El almirante Dönitz, al enterarse de los ataques a sus submarinos, emite el Triton Null, más tarde conocida como la Orden de Laconia. En ella se prohibe expresamente asistir a los náufragos. Aún así, hubo varios casos donde las tripulaciones de los U-boots ofrecieron asistencia. El mismo Capitán Hartenstein volvió a suministrar asistencia a los sobrevivientes de otro ataque sólo 3 días después de regresar al mar.
Durante los juicios de Nürnberg tras el fin de la guerra, Dönitz fue procesado por crímenes de guerra. El caso en su contra estaba basado principalmente en la Orden Laconia. La defensa tuvo entonces la oportunidad de narrar los múltiples incidentes en los que los alemanes habían provisto asistencia humanitaria los náufragos, mientras que los aliados habían actuado insensiblemente en casos similares. Dönitz testificó que la orden había sido emitida tras los ataques de la aviación estadounidense durante la operación de rescate. Incluso el almirante estadounidense Chester Nimitz declaró durante el jucio que ‘la marina estadounidense había librado una guerra submarina sin restricciones, similar a lo establecido por la Orden Laconia, desde el inicio de las hostilidades’.
Ese testimonio hizo que la corte no impusiera una sanción por crimen de guerra a Dönitz, quien sólo sirvió 8 años de prisión, a diferencia de muchos de otros oficiales superiores alemanes que fueron sentenciados a muerte.
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