Fue la parte de la propulsión lo que costó más de arreglar satisfactoriamente: desde un inicio de fuerza muscular humana que impulsaban palas (submarino de guerra de De Son), simples remos (el Jacobo I de Cornelius van Drebbel), o bien una hélice simple (el Turtle de David Bushnell) aunque alguno hacia la pequeña trampa de ponerle una vela para la navegación en superficie (el Nautilus de Robert Fulton). Pues bien, no será hasta 1863, que el Le Plongeur propulsaría el submarino con una turbina de aire y una hélice, abriendo así el camino a los motores: de gasolina (la serie Holland), la mezcla de diesel y eléctricos que permiten navegación silenciosa (serie D1 británica )con una o dos hélices y por último los actuales y más modernos submarinos nucleares (el USS Nautilus de 1958) con hasta dos reactores nucleares capaces de dar varias veces la vuelta al mundo sumergidos con la única limitación del oxígeno y la comida. Para darse cuenta de las complicaciones, el Trieste debido a su forma nada aerodinámica y el tremendo lastre que tenia para hundirse apenas podía desplazarse a 1 nudo de velocidad.
Nacho Padró
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