24 julio 2013

El primer submarino de Alumino: el Aluminaut de la Reynolds

Diseñado en 1959 para una cota de 4.500 metros, sería botado en 1964 en Grotón con una cota de 2700 metros con un factor de seguridad 2.8. Pertenecía a la Reynolds Metals Company, pero su principal característica era que estaba hecho totalmente de aluminio, en concreto de la aleación 7079-T6 insondable, lo que obligó a ensamblar las piezas del submarino (11 cilindros de 2,8 cm de diámetro y 1 m de largo en el casco), así como las 2 semiesferas de casco unirlas mediante 400 pernos. Además al ser de aluminio y por lo tanto muy ligero, se tuvo que añadir 7 Tm de plomo como lastre.
La propulsión venía a cargo de 2 motores de 5 HP a popa y situados a ambos lados del timón y con un motor de eje vertical en la parte superior.
4 visores delanteros de 10 cm de diámetro permitían una visión de 160º a los 3 tripulantes que podían estar hasta 32 h en inmersión.


Antes de retirarlo a exposición en 1972 participó en algunas misiones importantes como el rescate de la bomba de Palomares (1966), luego le equiparían con manipuladores y bandejas para cargar 80 kg, en 1969 fue el que rescató al sumergible Alvin, pescándolo a 1700 m o en enero de 1967, cuando el “Aluminaut”, considerado en aquella época como el submarino de exploración capaz de realizar la inmersión más profunda del mundo, descubrió casualmente una “carretera” en la zona costera de Florida, Georgia y Carolina del Sur, la cual se extendía en línea recta por más de quince millas, a una profundidad de 900 metros, y se hallaba pavimentada con un cemento compuesto de una combinación de alúmina, sílice, cal, óxido de hierro y óxido de magnesio. Curiosamente en dicha oportunidad la carretera se encontraba limpia debido a una corriente submarina, por lo que Arthur L. Market, director del Aluminaut, reportó que, gracias a las ruedas especiales adicionadas al submarino, éste pudo transitar por la enigmática pista. Exploraciones posteriores de submarinistas profesionales hallaron al final de la carretera nada menos que una serie de construcciones monolíticas, similares a edificios. Un descubrimiento de este carácter lleva a muchos de los científicos más serios a preguntarse: ¿Qué tecnología pudo construir una larga carretera de asfalto que se mantuviera en buenas condiciones por más de 10.000 años?... era la llamada “Calzada de los Gigantes”.





Nacho Padró

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