En 1982 Argentina era una dictadura en manos de una junta militar, encabezada entonces por el general Leopoldo Galtieri. En un movimiento mal calculado, para reconducir el descontento popular y transformarlo en exaltación patriótica, los gobernantes militares argentinos decidieron invadir –o 'recuperar'– aquellas islas, situadas a 690 kilómetros de sus costas más próximas y habitadas por apenas 1.800 ciudadanos británicos. Según el historiador militar Martin Middlebrook, autor de 'The Argentine fight for the Falklands' (2003), los militares argentinos «habían tenido una larga guerra sucia en casa y estaban ansiosos por lograr algo más digno que matar estudiantes de izquierda».
El 2 de abril de 1982 las tropas argentinas tomaron las islas sin apenas resistencia. Mientras en el país sudamericano se desencadenaba la euforia triunfal, el gobierno británico, encabezado por la conservadora Margaret Thatcher, en sus horas más bajas de popularidad, decidió responder militarmente. Envió una flota de unos 30 barcos, encabezada por dos portaaviones, al mando del almirante Sandy Woodward. Gracias a la autonomía y rapidez que les proporcionaba su sistema de propulsión, tres submarinos nucleares se adelantaron hacia las Malvinas. Uno de ellos era el 'Conqueror'.
Superviviente de Pearl Harbor
El 'General Belgrano' zarpó el 24 de abril de 1982 del puerto de Ushuaia, en Tierra del Fuego, y puso rumbo a las Malvinas con 1.093 tripulantes a bordo. Era un barco veterano. De hecho, histórico. Construido en los astilleros de Candem, Nueva Jersey (EE UU), fue botado en 1938 con el nombre de 'USS Phoenix'. Se trataba de un crucero acorazado ligero de 180 metros de eslora y un desplazamiento de 13.645 toneladas a carga completa. Era un navío conocido porque sobrevivió al ataque japonés a Pearl Harbor y en la guerra del Pacífico, en lo que acabó siendo una ironía cruel, se había ganado la fama de afortunado por salir indemne de todas las acciones en las que participó. En 1951 fue vendido a Argentina, que lo rebautizó y modernizó.
El barco, durante el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941.
Su capitán en 1982, Héctor Elías Bonzo, lo describía como un navío sólido y noble, bien armado, pero no preparado para defenderse del ataque de un submarino. «Como buque artillero era poderosísimo. Tenía cinco torres con tres cañones cada una, de seis pulgadas cada cañón; ocho cañones más, cuatro en cada banda, de cinco pulgadas; y una cantidad de artillería antiaérea repartida por todo el buque». El 'General Belgrano' «tenía muchos medios para enfrentar la lucha antisuperficie, menos medios para la lucha antiaérea y nada, nulo total, para enfrentar la lucha submarina», resumió para 'National Geogrpahic'.
Bonzo recibió un mensaje de sus superiores «por el cual el día sábado, 1 de mayo, a partir del mediodía, debía incursionar hacia el este. Y hacia el este estaban los buques ingleses, de manera que entrábamos en un área peligrosa, donde el crucero iba a ser vulnerable». En ese momento el 'Conqueror' ya navegaba 60 metros por debajo de su popa.
El 'Belgrano' y sus dos destructores de escolta, el 'ARA Piedra Buena' y el 'ARA Hipólito Bouchard', se movían fuera de la zona de exclusión que había establecido el Reino Unido en torno a las islas de 200 millas (320 kilómetros) como el límite de su acción militar, pero días antes el gobierno británico había comunicado al argentino, a través de la embajada Suiza en Buenos Aires, que atacaría cualquier navío hostil estuviera dentro o fuera de ese límite. El capitán del 'General Belgrano' era consciente de ello: «Sabíamos que teníamos que estar preparados tanto para dar como para recibir».
Debajo, el 'Conqueror' se mantenía a la espera. Su comandante, Chris Wreford-Brown, recibió por fin la orden de atacar la tarde del 2 de mayo. Al parecer, para cerciorarse preguntó hasta tres veces si debía hundir el buque argentino. Su submarino iba armado con torpedos Mark 8, un modelo en uso desde 1939, y con modernos Mark 24 Tigerfish. Se optó por usar los primeros. Se ha dicho que por respetar la antigüedad del buque atacado. En realidad, se trató de una cuestión práctica.
El Crucero ligero ARA General Belgrano (C-4) fue actualizado varias veces por la Armada Argentina. / ARA
Tres torpedos disparados a mano
«Cargar un Mark 8 me llevaba 5 minutos. El 24 me llevaría media hora y era un arma nueva. Y no me gustaba particularmente, porque nunca lo había lanzado», recordaría Bill Budding, el oficial de artillería responsable de los torpedos. El Tigerfish era un arma inteligente, pero en algunas pruebas había mostrado no serlo demasiado. En algún caso incluso llegó a volverse contra el sumergible que lo había disparado. Así pues, Wreford-Brown decidió usar los proyectiles antiguos.
«Los torpedos normalmente se disparan desde la sala de control». Pero resultó que, «en un submarino de 50 millones de libras, el botón no funcionó. Y recibí la orden de disparar a mano», recordaba Budding. «Creo que disparé los tubos 1, 3 y 4». Se lanzaron tres proyectiles, separados por intervalos de unos 5 segundos, el tiempo que tardaba Budding en completar manualmene la secuencia de disparo entre uno y otro.
Dos de ellos tardaron menos de un minuto en alcanzar el crucero argentino por la banda de babor, uno a mitad del barco y otro hacia la proa, desencadenando el infierno en el 'General Belgrano'. Se estima que una de las dos explosiones mató en el acto a unos 200 tripulantes. «Fueron dos golpes seguidos», rememoraría un marinero. «Salí a mirar y no había proa». Según el capitán, «al buque le faltaban 15 metros». El barco, sin luz, sin comunicaciones, muerto, empezó a hundirse con rapidez. A los 20 minutos del primer impacto el capitán ordenó abandonarlo. Él mismo sería el último en saltar al agua helada, poco antes de que el navío desapareciera tragado por el mar.
770 tripulantes repartidos en varios botes salvavidas aguantaron un mínimo de 13 horas a la deriva en condiciones extremas, hasta que fueron localizados por los buques de escolta, con los que el 'Belgrano' había perdido el contacto, y empezaron a ser rescatados. El hundimiento del crucero conmocionó a la sociedad argentina y cambió el curso de la guerra. La junta militar decidió retirar a sus barcos y adoptaría la táctica de atacar a los buques ingleses con incursiones de su aviación desde tierra firme. El 4 de mayo, un cazabombardero naval Dassault-Breguet Super Étendard alcanzó con un misil Exocet al destructor 'HMSSheffield', que acabaría hundiéndose el día 10.
Siguiendo una tradición de los submarinos de la Royal Navy, el 'Conqueror' volvió a puerto, en Escocia, enarbolando una bandera pirata, como signo de haber logrado un hundimiento.
¿Una acción legítima?
¿Fue el hundimiento del 'Belgrano' un crimen de guerra, una acción a traición? Para su capitán, que acabó escribiendo dos libros sobre el asunto, no había nada que reprochar a los británicos en este sentido. En 2009, dos años antes de morir, Bonzo aseguró: «No fue en absoluto un crimen de guerra. Fue un acto de guerra lamentablemente legal». En 2005, el almirante Enrique Molina Pico, exjefe del Estado Mayor General de la Armada argentina declaró al periódico 'La Nación' que «no fue un crimen de guerra, sino una acción de combate, los 323 tripulantes que ofrendaron sus vidas no fueron asesinados: murieron luchando por nuestro país, que es la máxima entrega que puede hacer un militar. La fuerza naval que integraba se había desplegado para realizar un ataque a la flota británica conformando una operación coordinada con otros grupos navales; el rumbo que tenía los alejaba momentáneamente de la flota enemiga, pues el almirante comandante estimó conveniente esperar un momento más adecuado. El Belgrano y los otros buques eran una amenaza y un peligro para los británicos». Obviamente, esta es la postura que se mantiene desde el primer día desde el lado británico.
El 'ARA General Belgrano' pasó definitivamente a la historia como el único barco hundido en acción militar por un submarino de propulsión nuclear y el segundo hundido en acción por cualquier tipo de sumergible desde la Segunda Guerra Mundial. La Guerra de las Malvinas concluyó el 14 de junio de 1982 con la rendición de las tropas argentinas. Las islas volvieron a manos británicas y en ellas siguen.
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