07 septiembre 2013

Conferencia del OPANAL y los submarinos nucleares

Se celebró en Buenos Aires el XXIII período de sesiones de la Conferencia del OPANAL que es el organismo que surge del Tratado de Tlatelolco que establece una zona libre de armas nucleares en América Latina y el Caribe. La Presidenta de la Nación clausuró las sesiones con una arenga importante a favor de preservar el Atlántico Sur como zona de paz, contra la militarización de las Islas Malvinas, incluyendo la presencia de submarinos nucleares, y, a la vez, renovó críticas al sistema de decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por el mantenimiento del derecho de veto. Todos temas significativos aunque ninguno para ser invocados en la Conferencia de OPANAL.
Lamentablemente omitió concentrar la intervención en la mayor amenaza a la paz y la seguridad internacional que es, precisamente, el arma nuclear y el objetivo central del Tratado de Tlatelolco. Tampoco reiteró la posición tradicional de la Argentina sobre la necesidad imperiosa de negociar un instrumento que ponga fin a esas armas de destrucción masiva y que se avance en la Conferencia de Desarme en la conclusión de un tratado que prohiba el material fisionable para la fabricación de ese armamento.
Se limitó, en cambio, a una mención genérica a los submarinos a propulsión nuclear que no es un armamento prohibido por el Tratado de Tlatelolco ni por el TNP. Tanto es así que hasta la Argentina ha anunciado la intención de contar con uno como lo tiene programado Brasil.
Hubiera sido necesario que la Presidente enfocara la preocupación en las armas nucleares que, por la enorme e indiscriminada capacidad de destrucción, constituyen una aberración de terribles consecuencias humanitarias.
Los arsenales nucleares continúan creciendo a un ritmo sostenido, junto a un proceso geométrico de modernización tecnológica, de la mano de nueve Estados (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Israel, Pakistán y Corea del Norte) y con el riesgo creciente que nuevos países, principalmente en Asia, se sumen como poseedores de esa grave amenaza. De acuerdo al anuario 2013 del Instituto de Investigación de Estocolmo para la Paz (SIPRI) existen en el mundo 17.270 armas nucleares. Aproximadamente cuatro mil se encuentran en estado operativo y dos mil en alerta militar lo que supone en condiciones técnicas y logísticas para un ataque inmediato.
Atento que no existe por el momento ningún foro dispuesto a negociar un instrumento multilateral que prohiba dicho armamento, hubiese sido oportuno que la Presidenta de la Argentina lo hubiese reclamado ante el OPANAL. En particular porque todos los intentos de países no nucleares de imponer límites a las armas nucleares se han encontrado con la negativa, lisa y llana, de las potencias nucleares. En este contexto, resulta indispensable reanudar una campaña internacional para reclamar el inicio de negociaciones multilaterales de desarme nuclear. Es una desilusión que la Argentina no haya aprovechado la sesión de OPANAL en Buenos Aires para ponerse a la cabeza de una acción cada día más urgente y necesaria.
La mejor garantía para mantener América Latina y el Caribe como una zona libre de armas nucleares, es reclamar de manera urgente e insistente por el desarme nuclear bajo control internacional eficaz. Esa será, también, la mejor forma de preservar el Atlántico Sur como zona de paz.


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