11 noviembre 2017

El submarino de Cabanyes y Bonet

Siguiendo la tradición, casi maldición por sus resultados finales, que las naves submarinas tuvieron en la España decimonónica, habremos de sumar el nombre de Cabanyes al de Cosme García, Monturiol, Peral y muchos otros. Ninguno de ellos consiguió ver prosperar su sueño submarino. La aventura del submarino de Cabanyes, le ocupó muchos años. Junto a su socio, Miguel Bonet, presenta al Ministerio de la Guerra en 1885 un proyecto de torpedero submarino eléctrico. Sólo fue la primera pieza de una serie de diseños en los que se intentaba dar un impulso al uso de la tecnología eléctrica en la marina de guerra. El torpedero, tras pasar por muchas aventuras y comisiones, burocracia y demás tropiezos logra hacerse con el apoyo oficial y con capital necesario para ver la luz. Todo aquello sucedió en paralelo a la aventura de Isaac Peral con su máquina submarina. En 1888 el submarino de Cabanyes pasa al olvido, existiendo desde entonces ciertas voces afirmando que los dos proyectos se entorpecieron entre ellos. No tardó mucho más en caer en el olvido igualmente el proyecto de Peral. Mientras tanto, Cabanyes continuó intentando reanimar a su submarino por medio de todo tipo de cartas y peticiones a sus superiores, pero nunca logró su objetivo y la nave no pudo prosperar.
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Torpedero Cabanyes.
Cabanyes y Peral, además de compartir el triste destino de sus invenciones, también tenían en común la pasión por la electricidad. El motor solar de Cabanyes fue su más excelso ejemplo de uso de la electricidad con fines prácticos y, cómo no, en su idea de un nuevo tipo de submarino la electricidad jugaba un papel capital. La nave ideada por Cabanyes y Bonet era un gran cilindro de metal con extremos apuntados, un diámetro que superaba los dos metros y una eslora de quince metros. Tanto el sistema que facilitaba las labores de inmersión como los timones y la propulsión estaban basados en diseños propios muy novedosos. El objetivo final era conseguir poco menos que un gran “torpedo” tripulado, armado con tres tubos lanzatorpedos en proa, capaz de atacar objetivos con rapidez, aunando en una misma nave una alta maniobrabilidad con una velocidad nada desdeñable. Lo más sorprendente de todo era la propulsión, alimentada por acumuladores eléctricos, una solución ingeniosa que fue la misma adoptada por Peral en su submarino. La tecnología que desarrolló Cabanyes en varias de sus patentes acerca de los acumuladores, sería la empleada en los prototipos. Lástima que las pruebas no pasaron de una fase inicial y nunca se construyó un submarino, porque no sólo era una máquina que adelantaba a los de su época en cuanto a propulsión. El submarino de Cabanyes planteaba el uso de novedosos métodos de renovación de aire y algo en lo que también fue pionero aunque nadie le recuerde por ello: el uso del periscopio. Nada de aquello llegó a buen puerto, las altas esferas, a pesar de su apoyo inicial, decidieron cerrar el asunto y olvidarlo. Cabe imaginar qué hubiera sucedido si Cabanyes y Peral hubieran unidos sus esfuerzos y recibido el apoyo adecuado. El resultado, a buen seguro, hubiera sido fantástico.

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