Gaceta.es ha navegado en el submarino S-71 de la Armada. La vida a bordo de su dotación no es fácil: 60 hombres y mujeres, hasta mes y medio en la mar, alternando guardia y descanso, pero siempre alerta en un espacio estrechísimo y austero.
El S-71 'Galerna' de la Armada en la Base 'Isaac Peral' del Arsenal Naval de Cartagena antes de iniciar su navegación (A. R-H)
Noventa minutos antes de la hora prevista de salida y bajo supervisión del ‘segundo’, el S-71 ‘Galerna’ se prepara en la Base de Submarinos ‘Isaac Peral’, dentro del Arsenal Naval de Cartagena, para una navegación de prueba en la que se ha autorizado la presencia de Gaceta.es. En esta ocasión, además de la tripulación normal (60 hombres y mujeres: 8 oficiales, 24 suboficiales y 28 cabos y marineros) embarcará un equipo de operaciones especiales de infantes de marina. Se trata de realizar un ejercicio de adiestramiento de infiltración de ese equipo desde el submarino, como apoyo a una supuesta incursión en tierra.
Entre las distintas comprobaciones que se realizan, el trimado es una de las más importantes: se trata de que el peso del submarino (1.490 toneladas de desplazamiento en superficie y 1.790 en inmersión) esté bien repartido a lo largo de sus casi 68 metros de eslora. Confirmado que todo está en orden, la carga a bordo y la dotación lista, el ‘segundo’ informa al comandante. Él es el último en embarcar, justo después de saludar a la bandera, que ondea en la vela del buque.
Desde la vela, el comandante gobierna el ‘Galerna’ durante la salida de puerto. Necesita el buque la ayuda de dos ‘empujadoras’, dos pequeñas embarcaciones que facilitan la maniobra. Durante la navegación en superficie, el submarino se mueve muchísimo y sólo la experiencia libra del mareo y el malestar a la dotación (los demás, hemos seguido los buenos consejos de grandes submarinistas: medicación y poco líquido en el estómago). Bajar a la cubierta más inferior, la de máquinas, es una alternativa, pero la mejor es navegar en la vela, un privilegio junto al comandante y el oficial de guardia, y la ‘aguja’ y los mástiles, y la bandera. Desde allí arriba se ve la proa del ‘Galerna’, entrando y saliendo ligeramente del agua en un movimiento que recuerda al de las ballenas, y la cubierta con la escotilla y las embarcaciones del equipo de operaciones ‘arranchadas’.
La mar está tranquila, apenas sopla el viento y el cielo está claro. Sin embargo, nada resta emoción al hecho de navegar en un submarino. Impresiona el movimiento del ‘Galerna’, el sonido de la mar, el bajar la vista desde ahí arriba hacia el agua, la negrura y el brillo húmedo del casco…
Las órdenes del comandante van fluyendo a buen ritmo: avante uno o dos o tres, o para, toda la caña a estribor, o caiga a babor, mantenga el rumbo… Y el oficial de guardia las transmite a la cámara de mando, desde donde llega el ‘enterado’. También se solicita información sobre barcos fondeados, helicópteros en prácticas de tiro, sonda o profundidad bajo quilla, cota, previsión meteorológica, recomendación de rumbo… Se busca la posición mejor para ‘largar’ a los infantes de marina.
Cuando el ‘Galerna’ está en ese punto óptimo según el criterio del comandante, el equipo de operaciones especiales sale a montar sus embarcaciones junto al personal de cubierta del submarino y el oficial de operaciones. El tiempo está medido, no se puede perder un segundo para el hinchado, la colocación de motores, el lanzamiento al agua y el ‘largar’ a los infantes. Toda la maniobra en cubierta seca, la mar apenas barre, y el ‘largado’ se hace al cobijo del submarino. En este caso, por babor, por donde también se recogerá al equipo: primero se aproxima al casco negro del ‘Galerna’, los infantes suben como haciendo rápel y luego tiran de sus embarcaciones, las desmontan, pliegan y arranchan de nuevo.
Ha llegado el momento de hacer inmersión. Minutos antes, de la pequeña cocina del submarino el único cocinero para toda la dotación al margen de los días que se vaya a estar en la mar (no más de 45, obligado por la despensa) saca bocadillos de jamón y queso (dos ingredientes porque hay visita –bromean los hombres a bordo-), latas de refresco y yogures. En la cámara de oficiales se sirve un café y, a continuación, el comandante da la orden de inmersión. El oficial maquinista acompaña a Gaceta.es en un recorrido completo por el submarino: en la primera cubierta, el comedor, los seis lavabos y sólo dos duchas, la cámara de mando, el camarote del comandante, las cámaras de oficiales y suboficiales, la cocina, los alojamientos con literas… Todo es muy angosto y muy austero. Y en la cubierta inferior, las lanzaderas de torpedos, los motores diesel y las baterías que cargan (más de tres toneladas para dotar de autonomía al ‘Galerna’), las máquinas y los maquinistas, válvulas, grasa y la ‘lanzadera de basura’ en la zona más estrecha del submarino, bien asegurada con cadenas para evitar accidentes y sabotajes. Cada movimiento, cámara en mano salvo en la zona de proa donde está el equipo de operaciones especiales que por seguridad no puede ser grabado, es un pequeño riesgo de caída por la estrechez de los pasillos y lo empinado de cada escalera. ‘Guarda arriba’ o ‘guarda abajo’ es el grito que precede a cada subida/bajada por esos peldaños imposibles para evitar choques. No conviene correr por las ‘tripas’ de un submarino, ni siquiera para huir del fuerte olor a gasoil en la zona de los motores.
En inmersión, el ‘Galerna’ puede alcanzar los 20 nudos. Pero en esta navegación no hay grandes distancias que correr. Nos movemos despacio mientras la dotación de guardia ocupa sus puestos y mantiene el submarino según las órdenes del comandante en función de la misión asignada. En los alojamientos de la parte de la dotación que está descansando, el silencio se vuelve sobrecogedor a cierta profundidad (este buque puede descender hasta los 300 metros). En la cámara de mando, la luz roja recuerda las clásicas películas de submarinos, siempre con ataque, avería o accidente en el guión. Tragar saliva y observar. Observar al comandante en su silla con un parche negro tapando el ojo que ha de acostumbrarse a la oscuridad que enseguida verá a través del periscopio; observar a los timoneles y rezar con la vista fija en la imagen de la Virgen del Carmen tallada en madera que acompaña cada decisión.
Llega el momento de ‘largar’ por segunda vez al equipo de operaciones, esta vez con cubierta húmeda: el submarino no está totalmente en superficie sino que el agua cubre hasta el tobillo al personal de cubierta. El ejercicio es ahora más complicado. Se inicia casi al tiempo que anochece rápidamente, brillan las estrellas, empeora el tiempo, arrecia el viento y amenaza ‘maretón’. No parece posible ‘largar’ otra vez al equipo de operaciones especiales, que desea –como la dotación del ‘Galerna’- completar el adiestramiento. ‘Baqueteados’ y con la mar barriendo la cubierta, a su personal y a los infantes, el comandante, el capitán de corbeta Alfonso Carrasco, toma de la decisión de suspender el ejercicio y regresar a puerto con los infantes de marina a bordo. Sus embarcaciones amenazan con caerse al agua desde la cubierta y, además, un mercante quiere salir de puerto casi al tiempo que el S-71 pretendía entrar. Ya es noche cerrada y en la vela del submarino el frío se siente en las manos y en la cara. Bajo el cielo limpio y estrellado, el viento dificulta la comunicación. Pero el comandante está sereno y gobierna el submarino con tensión y sin temblor. Cuando las cosas se ponen feas, todos van volviendo la mirada atrás hasta que sólo queda él. Parece que tiene dos canas más que antes de empezar el ejercicio, pero es sólo el reflejo de las estrellas.
Bajo el fulgor y hacia las luces del puerto, el ‘Galerna’ se dirige a su base. El mercante ‘cede el paso’. Y aún así es casi media noche cuando el submarino atraca. El jefe de la Flotilla (COMSUBMAR), el capitán de navío Sierra Méndez, espera en tierra. Desembarcamos entumecidos por la tensión más que por el frío con el comandante. Todo en orden. A la dotación todavía le queda ‘tajo’. Y al día siguiente, mientras Gaceta.es visita la base, escuela y flotilla de submarinos, con sus simuladores, su capilla, su tanque de escape y su biblioteca, ellos preparan otra navegación, quizá de unas horas, quizá de unas cuentas semanas. Discreción.
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