El canto del lobo: sobre submarinos y guerra acústica
Conforme me sumergía en la visión de la cinta francesa El canto del lobo, del debutante Antonin Baudry, más me sentía en los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, con la carga de la atmósfera de ‘la guerra fría’, con toda su propaganda anticomunista y los riesgos de una guerra nuclear, sentado en una butaca del cine Colonial, disfrutando de un thriller bélico sobre las infinitas posibilidades de que por un simple error humano, el presidente de los Estados Unidos apriete el botón rojo y desate la Tercera Guerra Mundial.
Pero estamos en 2019 y como esta coproducción de Netflix se realizó con capital francés, el honor de caer en una trampa,para repeler un ataque nuclear de Rusia, le corresponde al presidente galo y será a Chanteraide (François Civil) un experto en Guerra Acústica el encargado de resolver el acertijo, mediante la escucha por el sonar, de quien está intentando iniciar una conflagración de resultados catastróficos para la humanidad.
Víctor Manuel Mirete Ramallo en su Análisis de la película El canto del lobo nos dice sobre “el sonido del silencio, el silencio del mar”.
“Si cerramos los ojos y escuchamos, percibimos más sonidos de los que imaginamos. El agua amortigua y transmite cada sonido con una frecuencia e intensidad tan precisa que se podría distinguir a kilómetros de distancia el sonido de una aleta de tiburón cambiando de dirección o el de una bomba atómica saliendo de un submarino”.
Dentro del cine bélico las cintas centradas en los combates con submarinos tienen una dilatada trayectoria, aunque quizás debido a sus complejidades técnicas no son muchas en comparación a las de aviones y no se diga de las de batallas terrestres.
El canto del lobo me removió el recuerdo de cintas como Cuando yo vuelva (Destination Tokyo), realizada en 1943 por Delmer Daves con Cary Grant como el capitán del primer submarino –el Copperfin- que tiene como objetivo llegar hasta la bahía de Tokio para explorarla y establecer una estación de comunicación, desde la cual mandar información al Alto Mando en los Estados Unidos, para poder enviar aviones a bombardear a Tokio por primera ocasión en la II Guerra Mundial, que en aquellos momentos tenía más justificación propagandística que estratégica, para la población de los Estados Unidos que aún estaba desmoralizada por el ataque a Pearl Harbor y el que se pudiera bombardear Tokio, tenía el valor de mandar el mensaje que los Estados Unidos también podían “profanar” suelo japonés.
En un tono casi documental Delmer Daves se llevaba la mayor parte del material en presentar la vida normal en esas naves, en cada uno de los departamentos o sea la sala de torpedos, el comedor, los dormitorios, la de mando, etc. dejándonos la impresión de que sabíamos todo lo referente sobre ellos, en aquellos años cincuenta cuando la vi en una matinee. El zorro del mar (The Enemy Below, 1957) de Dick Powell con Robert Mitchum y Curt Jürgens era el juego del gato con el ratón, con el comandante de un torpedero buscando atrapar a un submarino alemán, lo que daba posibilidad de mostrar la atmósfera de claustrofobia que podía dar el estar sumergido durante largas horas y sabiéndose atacados.
Colosos del mar (Run Silent Run Deep, 1958) de Robert Wise con Clark Gable y Burt Lancaster, nos acerca más a la importancia de distinguir los diferentes sonidos que se producen en el mar y distinguir las naves enemigas, aunque sin tener un personaje tan sofisticado como Chanteraide. Ataque submarino (Torpedo Run, 1958) de Joseph Pevney con Glenn Ford y Ernest Borgnine, es una rutinaria cinta de guerra, solo mencionable por algunas escenas destacadas sobre la tensa relación, que el largo encierro, produce en los marinos destacados en un submarino.
En relación sobre el posible ataque que desencadene una guerra nuclear, como lo plantea El canto del lobo, nos remitió a Fail Safe: Límite de seguridad (Fail Safe, 1964) de Sidney Lumet y Doctor Insólito de Stanley Kubrick. En la primera de ellas el presidente de los Estados Unidos (Henry Fonda) debe de tomar una decisión difícil para subsanar que por error se mandó un misil nuclear para atacar Moscú y para compensarlo acepta que se envíe un misil a destruir Nueva York. En la segunda ya sabemos que se trata de la extraordinaria sátira de Stanley Kubrick sobre el apocalipsis nuclear, en la cual de forma festiva se deja correr el frenesí de destrucción.
Otras cintas interesantes sobre submarinos serían Al borde del abismo (Bedford Incident, 1965), La caza del Octubre Rojo, Marea roja, K19, U-571, Phantom, etc.
El canto del lobo en cuanto a la tecnología moderna y en particular la detección de los sonidos resulta bastante entretenida, al igual que muy espectacular en sus tomas submarinas, estableciendo adecuadamente la tensión que debe premiar en este tipo de historias y en cuanto a la solución para subsanar el error y no desencadenar una guerra nuclear, era obvio que su director y guionista Antonin Baudry debía evitar una solución similar a las que ya mencionamos en Fail Safe: Límite de seguridad y Doctor insólito…y efectivamente así es.
Por otra parte Baudry incrusta una historia de amor entre Chanteraide y Diana (Paula Beer) la cual en rigor no aporta mucho al desarrollo de la historia, aunque dada la agradable belleza del rostro de la actriz, resulta un aceptable intermedio, entre zambullida y zambullida en el océano y la novedosa cacería de sonidos que hacen de El canto del lobo un adecuado producto de Netflix para pasar un rato entretenido.
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