La ciencia y la tecnología suelen conquistar sus mayores progresos en tiempos de guerra. Sucedió así con los aviones y con los antibióticos, que pasaron por su fase de máximo desarrollo durante la Primera Guerra Mundial. Pero mucho antes, en el contexto de la Guerra de la Independencia estadounidense, el inventor David Bushnell construyó un medio de transporte estratégico que prometía proporcionar ventajas en las contiendas marinas, y que hoy, con la suma de alguna que otra innovación, conocemos como submarino. Lo bautizó con el nombre “Turtle” (Tortuga), si bien su aspecto se asemejaba más al de una nuez gigante. Con capacidad para un hombre, su estructura era de madera de roble reforzada con bandas de hierro y brea.
En España, la repetida obstinación de los diferentes gobiernos en no confiar en la iniciativa privada cuando esta ha puesto en bandeja de plata un ventajoso y diferenciador desarrollo tecnológico, nos ha llevado a olvidar el “despreciado” primer submarino español. ¡Sí, aunque no te lo creas! Pero este será protagonista de otra entrada del blog. Su importancia lo amerita.
Desde entonces, el submarino al que hasta los Beatles dedicaron una canción, ha ido evolucionando al mismo tiempo que el resto de aparatos. Como era de esperar, el Turtle no tuvo mucho éxito en su momento, pero fue un paso clave que dio lugar a posteriores sofisticaciones. A día de hoy, el submarino no sólo es un transporte de guerra, sino que también es utilizado para explorar las profundidades del océano.
Cuando empezamos a comprender el comportamiento de los objetos en el agua, no podemos evitar fijarnos en que hay algunos que flotan y otros que se sumergen inmediatamente. En este sentido, lo que más curiosidad causa de los submarinos, los sumergibles y los minisubmarinos es que, además de realizar inmersiones en el mar a gran profundidad, son capaces de ascender y descender a voluntad del piloto sin alterar su forma y su volumen.
¿Pero, cómo funcionan los submarinos?
La explicación al sistema de flotabilidad y hundimiento del submarino tiene su base en el principio de Arquímedes, el cual afirma que un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido, en este caso, el agua, será empujado hacia arriba con una fuerza igual al peso del volumen de líquido desplazado por dicho objeto. Entonces, ¿qué hace un submarino para conseguir no flotar?
El principio de Arquímedes establece que un objeto flota si el empuje hidrostático es mayor que la densidad del objeto, o se hunde si el empuje hidrostático es menor que la densidad del objeto.
Los submarinos ascienden y descienden en el agua gracias a un sistema de tanques denominados «lastres». Cuando necesitan aumentar su densidad para lograr hundirse, estos depósitos se llenan de agua. Y, por lo contrario, para emerger expulsan el líquido e inyectan aire a presión, consiguiendo así su flotabilidad.
Antes de 1950, estos vehículos subacuáticos requerían de propulsores diésel-eléctricos para hacer funcionar sus hélices y turbinas. Sin embargo, el uso de este sistema no era posible sin la absorción de oxígeno y la expulsión de dióxido de carbono, lo que obligaba a los pilotos a subir frecuentemente a la superficie para realizar esta maniobra. Ahora, en cambio, los submarinos usan combustible y reactores nucleares para generar vapor de agua y mover sus generadores de energía. Esto permite que puedan permanecer bajo el agua mucho más tiempo.
¿Y qué diferencia hay entre un submarino, un sumergible, un minisubmarino y un batiscafo?
A medida que se fueron perfeccionando las técnicas de inmersión, empezaron a surgir vehículos similares al submarino, pero con objetivos distintos. La idea de poder explorar el océano, observar restos de naufragios y realizar operaciones de rescate llevó a la creación de sumergibles que, al contrario de lo que se pueda pensar, además del tamaño, presentan algunas diferencias respecto al clásico submarino.
Un sumergible es un tipo de buque capaz de navegar sobre y bajo el agua, cuenta con una tripulación muy reducida. Y, a diferencia del submarino, necesita de una nave nodriza para llegar al punto donde desea sumergirse. Es decir, no tiene la capacidad de desplazarse desde un puerto hacia el lugar de inmersión porque su energía es limitada.
Se pueden encontrar tres tipos de sumergibles o minisubmarinos bien diferenciados, confeccionados todos ellos expresamente para soportar las grandes presiones y dedicados a la exploración submarina: sumergibles de investigación científica, de recreo para expediciones turísticas al fondo marino y militares. Dentro del grupo de sumergibles de investigación, hemos de señalar la diferencia entre los batiscafos y los DSV (Vehículo de Inmersión Profunda).
Los DSV se subdividen en DSV para investigación y DSRV (Vehículo de Rescate de Inmersión Profunda) para misiones de rescate en lugares profundos, pero también para espionaje. En pocas palabras, los llamados batiscafos o minisubmarinos son DSV de investigación.
Por otro lado, el minisubmarino, tal y como indica su nombre, se diferencia de los submarinos por su tamaño y su peso. Para hacernos una idea, mientras que los submarinos Isaac Peral de la Armada Española (también llamados Clase S-80) pesan unas 2.960 toneladas, los minisubmarinos suelen rondar las 150 toneladas.
En este último tiempo, más que del Nautilus del Capitán Nemo o del Yelow submarine de los Beatles, nos acordamos del Titan. El pasado 18 de junio de 2023, el sumergible Titan, propiedad de OceanGate, implosionó durante una visita a los restos del Titanic. Sin embargo, esta no era la primera vez que la empresa ponía en marcha el polémico viaje, valorado en 250.000 dólares.
En el verano de 2021 el Titan, aún sin homologar, se sumergió por primera vez a 3.800 metros con un equipo de expedición multidisciplinario, cuyo objetivo era el de explorar y documentar la condición de los escombros del Titanic. En el sumergible embarcaron expertos de biología marina y de arqueología náutica, así como historiadores del famoso naufragio. En el verano de 2022 el equipo volvió para continuar con la documentación, explorando durante más de 10 horas. En esta ocasión, fueron equipados con cámaras 4K y 8K y con escáneres de sonda 2D. Se tomaron imágenes tanto de la proa como de la popa, empleadas para planificar las posteriores visitas.
El 18 de junio de 2023, cinco turistas embarcaron en el Titan con el fin de visitar los restos del naufragio, aunque un trágico accidente impidió su regreso. Ahora, a pesar de que la web de OceanGate sigue ofreciendo un viaje para junio de 2024, una pequeña frase en la cabecera indica que la empresa ha suspendido su actividad.
Pero el Titán no es el único vehículo subacuático desaparecido o hundido. Yo recuerdo el caso del submarino argentino Ara San Juan, que desapareció el 15 de noviembre de 2017 con 44 tripulantes a bordo. El capitán del submarino, Claudio Javier Villamide, realizó ocho comunicaciones informando sobre una falla en las baterías de la nave horas antes de que se perdiera su rastro.
En estas comunicaciones, el capitán notificó que había entrado agua a través del sistema de ventilación cuando el buque utilizaba el «snorkel» (para la entrada de aire), cerca de la superficie del mar, en medio de un gran oleaje. En el último mensaje, el capitán dijo que el problema había causado un «cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías».
En ese entonces, volvían del puerto de Ushuaia, donde realizaban ejercicios militares, y se dirigían hacia la base naval de Mar del Plata. A partir de ahí se inició un intenso operativo de búsqueda, que contó con la participación de varios países.
Cuando los 44 tripulantes del submarino argentino Ara San Juan parecían perdidos para siempre en el Atlántico Sur, una empresa privada halló, en noviembre de 2018, los restos de la nave a 907 metros de profundidad y a unos 600 kilómetros de la costa de Comodoro Rivadavia, en la Patagonia. La Armada argentina explicó que había colapsado, muy cerca del fondo. Esto ocurre cuando el submarino llega a una profundidad en la que la presión supera la resistencia del material con el que está construido.
A más de 5 años del hundimiento, en medio de las dudas que aún persisten sobre las circunstancias de una de las tragedias más graves de la historia militar de Argentina. Y con un proceso pendiente por el presunto espionaje de los Servicios de Inteligencia a los familiares de las víctimas, que se mostraron especialmente combativos frente al gobierno de entonces, liderado por Mauricio Macri, recriminándole su supuesta falta de compromiso con la búsqueda del submarino y la rendición de cuentas, el tema está estancado.
El gobierno decidió, cuando se halló el buque, que era imposible emprender el rescate, una operación costosa para la que Argentina no tiene tecnología. Y resolvió dejar que los cuerpos descansen en el fondo del mar.
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