Del río Amazonas a la ría gallega de Aldán. Entre ambas coordenadas y durante 27 días el joven vigués Agustín Álvarez mantuvo a flote “Che”, un narcosubmarino cargado con más de 3.000 kilos de cocaína repartida en 153 fardos. Le acompañaron en la misión dos ecuatorianos, primos. Una travesía suicida de 1.166 leguas “encerrados en una cárcel de fibra de vidrio con una alimentación deprimente y una atmósfera viciada, envueltos en un charco de agua y aceite, atrapados por el oleaje” que acabó con los tres entre rejas. Su historia, jalonada aún por el denso silencio de los protagonistas, ocupó titulares a finales de 2019. Fue el primer narcosubmarino interceptado en Europa, la primera prueba de la más surrealista de las vías de entrada de la droga.
“Se trata de una gesta desde un prisma peyorativo por la finalidad criminal y nociva que tenía”, esboza en conversación con El Independiente Javier Romero, el periodista gallego que firma ahora “Operación Marea Negra” (Ediciones B), la crónica de aquel gigante cuya construcción costó un millón de euros y que debía concluir trayecto frente a las costas de Lisboa, el penúltimo de los percances de un periplo accidentado. “Superaron tres temporales que los arrastraron a una autovía de buques que casi los parte en dos. De hecho, si no es por la pericia del patrón hubiesen muerto aplastados o tronchados en dos por un barco mastodóntico”.
A partir del testimonio de los compañeros de infancia de Agustín, de 31 años, y la investigación policial, la obra indaga en la intrahistoria de la mole desde su ensamblaje en la selva brasileña hasta la captura en actos de su tripulación y sus colaboradores. “Lo más complicado fue precisamente reconstruir esa travesía. No se puede hacer un diario de abordo con lo que comían, los turnos que hacían para el timón o dormir o las averías que sufrieron. Sí se pueden, en cambio, reconstruir los hitos principales”, admite el reportero, que cubre el narcotráfico en las páginas de La Voz de Galicia.
El buen tiempo les sonrió en el primer tramo, antes de que el Atlántico más bravo hiciera acto de presencia. “Cuando son detenidos, habían conseguido pisar tierra, pero venían fatigados mental y físicamente. Vieron a la muerte demasiadas veces de cerca y consiguieron sobrevivir. Necesitaban descansar, sentarse, dormir en una cama, cambiarse sus trajes de neopreno húmedos que les generaban heridas y las llagas en todo el cuerpo”, expone Romero.
“Lo del narcosubmarino suena surrealista y no hay mejor prueba de que nadie se atrevía a darlo como un hecho empírico hasta que apareció éste, aunque fuera desde hace años el runrún policial. Los cuerpos policiales manejaban esta información a partir de narcos arrepentidos y soplones, de gente que forma parte del negocio y que en algún momento aseguró que esto se estaba realizando”.
Un excampeón de boxeo convertido en patrón
Al frente de la nave, se hallaba Agustín, un excampeón de boxeo que, tras su paso por Cataluña, se había establecido en Madrid para dedicarse al transporte de la droga. “Evidentemente no entra en el negocio de la noche a la mañana, no le ponen algo tan valioso con una mercancía tasada en 123 millones de euros si no confiaran en él y sin unos conocimientos para manejar ese semisumergible durante 3.500 millas”, sostiene el periodista.
Lo de los narcosubmarinos era un runrún policial desde hacía años. Manejaban esa información a partir de narcos arrepentidos y soplones
JAVIER ROMERO
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