Las explosiones registradas en los últimos días en los dos gasoductos submarinos NordStream del Mar Báltico demostraron –si hacía falta– que los fondos oceánicos se han transformado en uno de los escenarios más sensibles de la confrontación por la supremacía planetaria.
“Si Putin perdiera la razón, en lugar de lanzar una bomba atómica, atacaría los cables submarinos por los cuales transitan 99% de las comunicaciones intercontinentales y gran parte de las transacciones financieras del mundo”, estimó el experto en asuntos internacionales Gallagher Fenwick.
Estados Unidos y Alemania reclamaron acordar la más alta prioridad a la protección de todas las infraestructuras críticas no solo relacionadas al transporte de gas, sino también a la producción de electricidad, materias primas y también a la circulación de bienes inmateriales.
“Todo el mundo debe estar en estado de alerta máxima”, precisó Jennifer Granholm, secretaria norteamericana de Energía.
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