07 febrero 2020

U-864, el único submarino hundido en combate por otro cuando ambos estaban sumergidos

n la primavera del año 2003, el dragaminas noruego KNM Tyr, alertado por unos pescadores, descubrió un insólito pecio cerca de la isla de Fedje, en el Mar del Norte y a 150 metros de profundidad, que llevaba un lustro buscando. Se trataba del U-864, un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial que fue protagonista de un curioso episodio: es el único caso documentado de submarino hundido por otro -el británico HMS Venturer– mientras ambos navegaban bajo el agua.
El U-864 era un barco clase IXD2, una nueva serie diseñada por la Kriegsmarine para superar en tamaño a la anterior IX. Si ésta se concibió con el objetivo de realizar operaciones muy lejos de sus bases -de hecho, se empleó en la costa este de EEUU entorpeciendo los convoyes de suministros que ese país enviaba a Europa-, la IXD iba un paso más allá en eslora, peso y velocidad. Se botaron 32 unidades y otras tres se quedaron a medio construir cuando se canceló el contrato, en septiembre de 1943. 
Tipos de submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial/Imagen: Naval Encyclopedia
La nave que encontraron los noruegos medía 87,58 metros y desplazaba 1.610 toneladas en superficie por 1.799 sumergida. Propulsada por dos motores diésel de nueve cilindros y otros dos de seis cilindros para navegación de crucero, junto dos más eléctricos para navegar emergido, podía alcanzar una velocidad de 20,8 nudos (6,9 bajo el agua) y descender hasta 200 metros de profundidad, con una autonomía de 121 millas náuticas (12.750 en superficie), dependiendo de la velocidad que aplicara. Asimismo, estaba armado con seis tubos, 24 torpedos, el cañón estándar SK C/32, el Flak M42 y dos ametralladoras antiaéreas. Entró en servicio el 12 de agosto de 1943 a las órdenes del korvettenkapitän (capitán de corbeta) Ralf-Reimar Wolfram, que permanecería a su mando hasta el final. 
Wolfram, nacido en Wilhelmshaven (Baja Sajonia) en 1912, era un oficial joven que al frente del U-108 (un submarino de la clase IXB, ligeramente más pequeño) había hundido en abril al SS Robert Gray, un Liberty Ship (tipo de carguero artillado con que EEUU hacía transportes a Gran Bretaña -y luego a la URSS-). Para la que iba a ser su cuarta misión, Wolfram fue destinado al nuevo U-864 y asignado a la 4ª Unterseebootsflottille, una flotilla de entrenamiento que en esos momentos mandaba el fregattenkapitän (capitán de fragata) Heinz Fischer. Después se lo reasignó a la 33ª, que estaba bajo las órdenes del fregattenkapitän George Schewe, el hombre que con el U-105 había logrado nada menos que 16 hundimientos en una misma misión. 
Ralf-Reimar Wolfram/Imagen: Wikimedia Commons
Pero las instrucciones que se le dieron a Wolfram eran muy diferentes. No tenía que mandar buques al fondo sino transportar equipo militar a Japón, en lo que se bautizó como Operación César. Concretamente, debía llevar 61 toneladas de mercurio, almacenado en una treintena de botellas de acero fijadas a la quilla. Los japoneses habían comprado en Italia, antes de la rendición de ésta en septiembre, 1.400 toneladas de ese metal pesado que se usaba para hacer los cebadores de los explosivos y que escaseaba en su país. También había a bordo diseños de proyectiles V-2, piezas de aviones a reacción, suministros diversos, dos ingenieros de la empresa Messerschmitt e incluso un par de militares nipones, uno experto en torpedos y el otro en combustible.
El submarino zarpó de Kiel el 5 de diciembre de 1944 y entró en la base naval noruega de Horten cuatro días más tarde para reparar su snorkel (toma de aire). A continuación volvió al mar dirigiéndose a Bergen, aunque encalló y, si bien pudo liberarse, necesitó hacer una escala en Farsund para arreglar los desperfectos. Llegó a Bergen el 5 de enero de 1944 y allí sufrió un nuevo contratiempo, al resultar dañado por un bombardeo aéreo. Una vez reparado reanudó su singladura rumbo a Asia pero para entonces los Aliados ya habían descifrado los códigos de Enigma, la máquina que usaban los alemanes para sus transmisiones, y se enteraron de cuál era la misión de Wolfram. Inmediatamente, enviaron por él a otro submarino, el HMS Venturer.
El HMS Venturer/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
El Venturer, un submarino de la clase V (de la que se botaron 22 unidades) era ostensiblemente más pequeño que el U-864. Medía 62,33 metros de eslora, desplazaba 545 toneladas (740 sumergido) y sus motores Paxman también le conferían una velocidad menor (11,25 nudos en superficie y 10 bajo el agua), aparte de que su armamento resultaba menos contundente (cuatro tubos, ocho torpedos, un cañón de cubierta y tres ametralladoras antiaéreas), aunque equilibrado respecto a su adversario para un enfrentamiento entre ambos. De hecho, una de las especialidades de la clase V era la caza de submarinos. 
Entró en servicio en mayo de 1943 y para la que era su undécima misión estaba al mando del comandante Jimmy Launders, un excelente matemático al que sus superiores y marineros consideraban un genio naval, a pesar de su juventud; sólo 26 años. En los últimos 12 meses acumulaba 13 buques enemigos hundidos -incluyendo un submarino-, lo que le perfilaba como el hombre ideal para impedir la Operación César. Haciendo gala de esa capacidad, zarpó de Lerwock (Escocia) y al aproximarse a Escandinavia decidió apagar el ASDIC de su nave, un sistema de sónar sin el que resultaba más difícil detectar al contrario pero que, a cambio, le permitía pasar desapercibido. Utilizando sólo el hidrófono, menos sofisticado, parecía reducir sus posibilidades de localizar al submarino alemán pero ahí intervino el factor suerte. 
James Stuart Launders/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
El U-864 volvía a tener problemas: sus motores emitían un ruido rítmico que de ser detectado por el enemigo podía identificarlo, así que Wolfram ordenó, una vez más, regresar al puerto de Bergen. Pero no le daría tiempo. El operador del Venturer captó aquel extraño sonido que, en principio, atribuyó a un pesquero, dado lo raro que sería en un submarino alemán. Sin embargo, el olfato de Launders le impulsó a echar un vistazo y oteando por el periscopio pudo ver el snorkel del otro aflorando cerca. Había descubierto su objetivo. En principio se limitó a seguirlo esperando a que emergiera para atacarlo pero Wolfram se percató de su presencia y no sólo permaneció sumergido sino que empezó a navegar en zig-zag.
Después de tres horas de persecución y ante el riesgo de que terminara escapando, Launders decidió atacar. En aquellas condiciones resultaba casi imposible dar en el blanco pero recordemos su portentosa habilidad para las matemáticas; en un alarde, calculó los movimientos que haría su oponente y la posición exacta que tendría en determinado momento. Entonces disparó cuatro torpedos en otras tantas profundidades distintas y a intervalos de 17,5 segundos. Parecía imposible que diera en el blanco, con el agravante de que suponía gastar la mitad de la munición; de hecho, tres torpedos fallaron. Sin embargo, al oír las explosiones, el U-854 trató de evadirse con una maniobra de inmersión que lo llevó directamente contra el cuarto. 
Localización del hundimiento del U-864/Imagen: NormanEinstein en Wikimedia Commons
El torpedo estalló partiendo el casco en dos y mandando al submarino a pique instantáneamente con sus 73 tripulantes; no se salvó ninguno. La desgracia de los germanos fue especialmente sangrante porque se encontraban a sólo 31 millas náuticas (57 kilómetros) de Bergen. Launders, que había frustrado la Operación César (aunque ayudado por las averías y desperfectos del submarino alemán, que le hicieron perder un mes), fue condecorado con la Orden de Servicio Distinguido junto a varios miembros de su tripulación y entró en la historia por ser el único en hundir a otro submarino estando ambos sumergidos, algo que nunca había sucedido (ni volvió a ocurrir). Se retiraría de la Royal Navy en 1974, falleciendo en 1988.
A manera de epílogo, cabe añadir que la Marina Noruega buscaba el pecio al haberse encontrado unos documentos que reseñaban cuál era la peligrosa carga del U-864. Peligrosa porque si bien no se trataba de óxido de uranio, como se temía a priori debido a que era lo que transportaba otro submarino germano, el U-234 (mercancía también destinada a Japón pero que se rindió al enterarse su capitán del suicidio de Hitler), el mercurio es muy contaminante y podía envenenar a peces y otros animales marinos. Un análisis reveló que, en efecto, las botellas de acero donde se guardaba están corroídas y pierden unos cuatro kilos al año en total, lo que ha obligado a prohibir la pesca en la región. 
Reconstrucción digital del pecio con las dos mitades del submarino (no se ha encontrado la torre de mando)/Imagen: Bergens Tidende
El rescate es sumamente difícil, ya que además todavía quedan cuatro torpedos y la explosión de alguno puede suponer la rotura de parte de las botellas, originando un derrame de mercurio que supondría una catástrofe ambiental. Así que se recomendó enterrar el pecio con una capa de arena y hormigón con un espesor de 12 metros. Tras 15 años de deliberaciones, se llevó a cabo en 2017 y hoy el U-864 descansa bajo 160.000 toneladas de hormigón, como si de una gigantesca tumba se tratase.

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