28 junio 2014

RU 29 logró completar su travesía de 16 meses por el Atlántico Sur

Las expediciones de científicos en submarinos para hacer largos viajes de exploración oceanográfica pueden ser peligrosas, además de caras. Enviar robots a hacer mediciones subacuáticas u otras tareas similares y dejarles en alta mar para que naveguen durante meses haciendo su trabajo hasta ser recogidos, es una interesante modalidad de investigación oceanográfica que cada vez se demuestra más eficaz.

Equipados con la tecnología de sensores necesaria, estos robots son capaces de inspeccionar las aguas portuarias o de aventurarse hasta el fondo del océano en busca de yacimientos de materias primas, por citar algunos ejemplos de operaciones para los que se les emplea. Además, al tratarse de robots y no de meros submarinos pilotados por control remoto, pueden llevar a cabo tareas rutinarias de forma independiente, sin necesitar la ayuda constante de humanos. 

La historia de los robots de esta clase es aún muy joven, pero está ya rebosante de proezas y primicias, a cada cual más espectacular, algunas de las cuales han protagonizado artículos de NCYT de Amazings en la última década. Por ejemplo, cabe destacar al robot Spray que hizo historia al convertirse en el primer vehículo subacuático autónomo que logró atravesar la Corriente del Golfo bajo el agua (ver nuestro artículo del 12 de noviembre de 2004 (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/121104c.html). Otra hazaña memorable fue la del SeaBed, que exploró los restos del naufragio de un barco griego del siglo IV antes de Cristo. Este robot logró en 2 días lo que hubiera llevado años de esfuerzos a los buzos humanos (ver nuestro artículo del 3 de marzo de 2006,http://www.amazings.com/ciencia/noticias/030306c.html). En fechas más recientes (http://noticiasdelaciencia.com/not/9417/), tenemos el espectacular hallazgo de insólitas anémonas de mar, de una especie hasta entonces desconocida, que fueron descubiertas por el robot SCINI viviendo afianzadas en la cara interior de la Plataforma de Hielo de Ross, en la Antártida.

A esta lista de hazañas científicas y tecnológicas, hay que añadirle ahora la protagonizada por el robot RU 29 Challenger, que ha conseguido cruzar el Atlántico Sur durante una larga travesía, en dos etapas, de cerca de año y medio.



En primer plano, el robot subacuático RU29 al final de su admirable travesía. Al fondo, el barco Alpha Delphini, a punto de recogerlo. (Foto: Misión Challenger / Universidad Rutgers / Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)

El proyecto lo ha hecho posible el equipo de Nilsen Strandskov, del Laboratorio de Observación Costera de la Universidad Rutgers (Universidad Estatal de Nueva Jersey) en Estados Unidos, así como Antonio González Ramos, profesor de la Facultad de Ciencias del Mar en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria e investigador de la división de Robótica y Oceanografía Computacional del Instituto Universitario SIANI, adscrito a la citada universidad española. Se trata del tercer proyecto de estas características en el que ambas universidades han colaborado.

El robot submarino fue soltado frente la costa de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en enero de 2013. Tras navegar 10.400 kilómetros, llegó a la costa de Ubatuba, Brasil, el mes pasado. 

La amplia cantidad de información recogida por el robot dará para muchos análisis y estudios, pero ya hay algunos resultados concretos.

El más notable, y además inesperado, es el de que el agua de las profundidades está más caliente y salada que lo previsto por los modelos de cambio climático. El océano está equilibrando el exceso de calor en la superficie, transfiriéndolo hacia las capas profundas (sobre todo la situada a entre 300 y 800 metros de profundidad.

En el aspecto tecnológico, el viaje del RU 29 corrobora que es factible cruzar con robots submarinos de este tipo el océano de norte a sur (y viceversa), así como de este a oeste (y viceversa). Esto abre la puerta hacia futuros proyectos de investigación oceanográfica basados en travesías robóticas largas de este tipo. El viaje del RU 29 ha contribuido también al desarrollo de nuevos sistemas y protocolos totalmente inéditos de planificación y visualización de datos.

El trayecto del RU 29 es uno de los de 16 robots que constituyen la flota de un proyecto mayor, bautizado como Challenger en honor del buque HMS Challenger, a bordo del cual se llevó a cabo de 1872 a 1876 una expedición que fue el primer estudio científico global sobre la vida bajo la superficie oceánica. A lo largo de la travesía, los científicos midieron las temperaturas oceánicas, bajando termómetros amarrados en sogas hasta cientos de metros de profundidad, descubrieron unas 4.000 especies marinas nuevas para la ciencia, y realizaron otras muchas observaciones. De hecho, los datos que recogieron todavía hoy son útiles (http://noticiasdelaciencia.com/not/7409/). La misión del "nuevo Challenger", esta vez encarnado en la citada flotilla de robots, culminará con un acto en el congreso Oceanology International, que se celebrará en marzo de 2016, a tiempo de conmemorar el 140 aniversario del regreso del HMS Challenger a casa, tras la citada expedición histórica.

http://noticiasdelaciencia.com

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