Durante muchos años el submarino nuclear ha realizado las funciones propias de la generación anterior, siguiendo las enseñanzas de las dos guerras mundiales, pero con las ventajas ya citadas de autonomía, velocidad y sigilo. De hecho esta capacidad le permitía realizar un cometido completamente nuevo fuera del alcance de los diésel-eléctricos, como era el acompañamiento y protección de objetivos de alto valor, especialmente los grandes grupos de ataque de portaaviones.
La llegada del misil balístico y la importancia del SSBN ha impulsado a muchos estrategas y analistas navales a considerarle el último y definitivo capital ship de las grandes flotas (con capacidad nuclear), llegando a demandar la protección de los SSN, principalmente al inicio y regreso de sus patrullas, que es cuando su derrota (trayectoria) es más predecible. Igualmente la principal función de un SSN pasa a ser la búsqueda, seguimiento y, en caso necesario, destrucción de los SSBN enemigos.
Es precisamente este estado de cosas por el que la caída del bloque sovietico en 1991 dejó sin parte de su razón de ser dichas estrategias y, por añadidura, la rentabilidad de estas naves. El nuevo mundo multipolar acaecido tras la desaparición de la URSS impuso un nuevo tipo de amenazas, especialmente a raíz del 11-S y la consiguiente lucha contra el terrorismo emprendida por EEUU.
En estos conflictos asimétricos, donde se han invadido países sin capacidad de oponer resistencia en el dominio naval, el arma más rentable ha vuelto a ser el portaaviones y, por extensión, el buque lanzamisiles dotado con los llamados misiles de crucero; menos flexibles que el poder aéreo pero más económicos y de menor riesgo para su operador.
La US Navy vio en estos misiles la oportunidad de reconvertir parte de su flota para el ataque convencional sobre objetivos terrestres o navales, método empleado por la URSS desde hacía muchos años; denominando al nuevo concepto como SSGN (Submarine Ship Guided-Missile Nuclear). El desempeño tanto del submarino como del misil, el BGM 109 TLAM, ha sido excelente, por lo que ha acabado por transformar su flota de SSN clase Virginia al nuevo tipo, pasando de llevar unos pocos misiles en la sala de torpedos (lanzables por los tubos) a contar con poderosos lanzadores verticales múltiples, similares a los cascos de un SSBN.
Las nuevas doctrinas defensivas, conocidas por redes de denegación de área o A2/AD, han limitado la libertad de acción de los grupos de portaaviones, la viabilidad de las operaciones anfibias y la seguridad de grandes cruceros/destructores lanzamisiles en aproximación sobre la costa, como el ataque y hundimiento del crucero Moskva por parte de un ejército tan modesto como el de Ucrania ha puesto en evidencia. Esta amenaza por un lado obliga a desarrollar armas de mayor alcance y por el otro da valor al submarino y su inigualable capacidad para el sigilo como vector de lanzamiento y base para las operaciones de ataque a tierra. Dicha capacidad de lanzar salvas de misiles, más allá del volumen residual disponible en los compartimentos de torpedos, está siendo emulada por algunos sumergibles convencionales, como el proyecto Type 216 alemán o los coreanos KSS III, con seis silos capaces de portar un auténtico misil balístico de diseño nacional, denominado Hyunmoo-2B.
La otra capacidad que cualquier operador de SSN va a pedir a estas naves es el control de las rutas marítimas y la negación del mar a un enemigo potencial. Si bien el SSK se comporta excelentemente en aguas marrones (costeras o poco profundas) contando con la navegación silenciosa como su principal valor distintivo, la necesidad de controlar grandes espacios marítimos o las rutas de aprovisionamiento de mercancías estratégicas a lo largo de travesías intercontinentales, hacen de los grandes SSN el único medio realmente capaz de cumplir con la misión.
En el último enfrentamiento entre dos flotas de similares características, el de las Islas Malvinas en 1982, una flota que operaba en sus aguas territoriales y bajo cobertura de sus fuerzas aéreas, como la argentina, se opuso a otra, la británica, que cruzó todo el atlántico para realizar una compleja operación de recuperación de las islas mediante desembarcos anfibios. El panorama era desolador para la Royal Navy, que había apostado por los portaaeronaves ligeros para aparatos de tipo harrier, inferiores al concepto argentino representado por el ARA «25 de mayo» [5] y que tenían su base más próxima en la isla ascensión, a 6.000 kms del teatro de operaciones.
Solo la presencia de los SSN británicos, que hundieron el buque argentino ARA «General Belgrano» (un crucero desfasado de la clase Brooklyn) y amenazaban con acabar con el portaaviones, obligaron a los argentinos a retirarse de la denominada zona de exclusión (200 mn alrededor de las islas) sellando prácticamente la resolución de la guerra en favor de Reino unido.
La realidad es que el moderno submarino nuclear, especialmente el SSGN, aúna la capacidad de atacar objetivos estratégicos con la autonomía de patrulla que su combustible y la habitabilidad que ofrece a bordo le permiten, así como la velocidad de combate, el gran talón de aquiles de las propulsiones AIP. Ciertamente el sistema independiente del aire permite mantener el sigilo proporcionado por la inmersión, pero para patrullas a baja velocidad; una vez el submarino debe entrar en acción y lanzar sus armas, se ve obligado a agotar sus baterías rápidamente, por tanto su persistencia en zona se resiente notablemente, así como los tiempos que necesita para los tránsitos de ida/regreso desde sus bases a las zonas de operación. Igualmente son naves con un volumen interno muy inferior, afectando a la reserva de armas y la resistencia física de la tripulación, como cualquier otro SSK [6].
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