Lo veían como una verdadera fortaleza submarina, algo que era imposible de destruir. Era una postal para demostrar potencia al mundo de Rusia. Sin embargo, el día del hundimiento del Kursk marcó un precedente en todos los sentidos. Fue el 12 de agosto de 2000 cuando ocurrió la mayor tragedia naval de Rusia, gobernada por un novato llamado Vladimir Putin.
Ocurrió durante unos juegos de guerra en el mar de Barents, en el norte de Europa. El submarino nuclear, que era la joya de la armada rusa, se fue a pique con sus 118 tripulantes después de dos explosiones, la última equivalente a un terremoto de más de 4,2 en la escala de Richter.
Cuando se conoció la noticia del hundimiento de aquel gigante de acero de 154 metros de largo, el gobierno ruso informó que los 118 tripulantes del Kursk habían muerto antes de que el sumergible “alcanzara el fondo del mar". Pero nada de eso sucedió. ¿Qué escondió el gobierno ruso? Una nota encontrada en uno de los bolsillos del uniforme que vestía el teniente Dmitry Kolesnikov mostraba todo lo contrario: 23 de los marinos habían logrado sobrevivir a las dos explosiones que causaron el hundimiento.
El Kursk, un submarino imposible de hundir
El K-141 Kursk era un submarino al que la ingeniería rusa lo consideraba "inhundible”. Incluso si era impactado por un torpedo y le causaba un fuerte daño, el Kursk podía llegar a la superficie de nuevo.
Con la idea de mostrarse como potencia, el ejército ruso decidió organizar en agosto de 2000 una serie de ejercicios navales. Como escenario, se decidió utilizar el mar de Barents. Los ejercicios fueron organizado durante el verano, participaban además del Kursk, otros submarinos y distintas embarcaciones militares.
El 11 de agosto de 2000 fue el primer día de ejercicios y todo salió bien. El submarino lanzó varios misiles de salva, en una demostración de que tenía la mejor tecnología para este tipo de disparos bajo el agua.
A las nueve de la mañana del 12 de agosto, se le ordenó por radio al capitán Gennady Lyachin que lanzara dos torpedos. Como lo había hecho el día anterior, ejecutó la orden junto a su tripulación. Pero nada llegó a lanzarse. Una fuga de peróxido de hidrógeno en un misil defectuoso causó un incendio en la sala de torpedos, que después causó las dos explosiones fatales. Y esa fue la última comunicación por radio. Las dos explosiones de gran magnitud fueron registradas por sensores sísmicos instalados por Noruega y Estados Unidos. Y tenían su origen en la misma locación donde se encontraba el submarino.
La investigación final determinó que la primera explosión había causado serios daños en el puente de mando, lo que habría hecho perder el control del submarino. Por eso el aparato, que era imposible de hundir, comenzó a descender hacia el lecho del mar de Barents, a 100 metros de profundidad.
Dos minutos y quince segundos después, una segunda explosión destrozó la carcasa del submarino. Y todo parecía perdido. Sin embargo, 23 marinos sobrevivieron unas horas más.
El fallido rescate del Kursk
Todas las notas fueron encontradas en el bolsillo del uniforme del teniente Dmitri Kolesnikov. Una vez que ocurrió la explosión, los marinos que habían sobrevivido en otros compartimientos se dirigieron al que consideraban más seguro.
“13.15. Todos los tripulantes de los compartimentos sexto, séptimo y octavo pasaron al noveno. Hay 23 personas aquí. Tomamos esta decisión como consecuencia del accidente. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie. Escribo a ciegas, está muy oscuro para escribir, pero lo intentaré con el tacto”, detalla el escrito que expone cómo fueron los últimos momentos por sobrevivir. Fue el legado de alguien que luchó hasta el final.
En la tierra, mientras se organizaban los detalles del rescate, Moscú afirmaba que ningún tripulante estaba con vida después del accidente. “Parece que no tenemos grandes posibilidades. Un 10 o 20%. Saludos para todos, no hay que desesperarse”, decía la última carta escrita. Todos los escritos tenían fecha el día de las explosiones, el 12 de agosto, a las 15.15 horas, apenas cuatro horas después de la primera explosión.
¿Cuánto tiempo pudieron sobrevivir los marineros? La investigación oficial argumenta que fueron seis a ocho horas. Otras investigaciones alargan que la sobrevida fue de dos a tres días. Murieron asfixiados o ahogados finalmente por el mar.
Distintas pruebas de sonido hechas en las compuertas revelaron que el interior estaba inundado. Los buzos rescatistas consiguieron entrar al Kursk el 21 de agosto y pudieron comprobar que todos los marineros habían muerto.
En sus 18 años en el poder, Vladimir Putin no vivió un momento tan tenso como cuando lo encararon los familiares de los marineros días después de la tragedia. Putin hacía sus primeros pasos en el poder. El gobierno ruso desembolsó 65 millones de dólares para levantar al Kursk del fondo del mar e intentar lavar la pésima gestión, que se la llegó a comparar con la explosión del reactor nuclear en Chernobyl.
El 8 de octubre de 2001, las empresas holandesas Smit International y Mammoet subieron los restos del Kursk a una barcaza que los llevó a la base naval de Murmansk. El Kursk, de 154 metros de largo y casi 20.000 toneladas de peso, permaneció más de 14 meses en el fondo del mar y finalmente pudo ser reflotado. Fueron recuperados 115 cadáveres y no hubo ninguna persona en prisión por la muerte de los 118 marineros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario