Esta semana se conocía que Japón ha firmado un acuerdo con Estados Unidos para comprar 400 misiles Tomahawk de largo alcance mientras aumenta su capacidad militar para contrarrestar las amenazas a la seguridad regional, con la mirada puesta en el ascenso de China.
En noviembre, Washington aprobó una venta de hasta 2.350 millones de dólares para dos tipos de Tomahawks, que tienen un alcance de 1.600 kilómetros. Esta adquisición se produce ante la creciente influencia militar china y la actitud beligerante de una Corea del Norte con armas nucleares, motivos que han llevado al Gobierno nipón a cambiar su estrategia de defensa nacional cuya plasmación es la duplicación del gasto militar hasta alcanzar el estándar de la OTAN del 2% del PIB para 2027. De hecho, ha aprobado un presupuesto de defensa récord por valor de 56.000 millones de dólares para el próximo año fiscal a partir de abril.
El argumento para rechazarlos fue que las Fuerzas Armadas tenían otras prioridades, especialmente en un momento como aquél en plena crisis económica financiera. En cualquier caso, Defensa se reservó el derecho de adquirir la tecnología para dotar a los submarinos S-80 de los tubos lanzadores de misiles Tomahawk, de forma que fuera posible incorporarlos en el futuro.
Con esta decisión, España renunciaba a dar un impulso clave a su defensa, aunque los nuevos submarinos S-80, el primero de los cuales entró en servicio el pasado 30 de noviembre de 2023, “se han construido con la reserva de espacio y peso” para embarcar misiles Tomahawk, el rival directo de los Kalibr rusos. Sin embargo, a corto plazo no irá armado con ellos, algo para lo cual no hay razones claras.
Por el momento, sí integrará misiles Harpoon UGM-84 Block II, misiles antibuque con capacidad de ataque a tierra, equipados con un impulsor cohete de combustible sólido y encapsulados en un contenedor cilíndrico para realizar el lanzamiento en inmersión a través de un tubo lanzatorpedos. El alcance de los Harpoon es de unas 240 kilómetros e incorpora una cabeza de guerra con 220 kilos de explosivo, muy lejos de los 1.600 que alcanzan los Tomahawk y de los 2.600 de los Kalibr rusos, que vuelan a una velocidad de 3 Mach.
Actualmente, estos misiles están únicamente en poder de Estados Unidos y de Reino Unido, a los que ahora se unen Japón y Australia, que anunció el pasado año la compra de más de 200 de estos misiles Tomahawk para su Armada. Curiosamente, España estuvo también a punto de adquirirlos para armar las fragatas F-100 y los submarinos S-80. Así, el Gobierno se planteó adquirir el tipo Tac-Tom (Tomahawk Táctico o Bloque IV), un misil subsónico de ataque a tierra y menor alcance que sus antecesores estratégicos, pero dotado de sensibles mejoras, que permiten reprogramarlo en vuelo o elegir entre 15 blancos alternativos. Cada misil cuesta aproximadamente 750 000 euros, dinero al que hay que sumarle el costo de la preparación de la tripulación y adaptación de los sistemas.
A pesar de que se obtuvo el pertinente permiso de Washington, previa petición oficial del Gobierno de España, para la compra de 24 unidades, ampliables hasta 60, en octubre del año 2009 la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, comunicó al Pentágono que renunciaba definitivamente a la adquisición de misiles Tomahawk que fue pactada por su antecesor en el cargo, José Bono, en el año 2005, en plena crisis de relaciones entre la Administración Bush y el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
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