VIGO / LA VOZ
El Nautilus ya está en camino. En la tarde del próximo 18 de febrero de 2018 se cumplirán 150 años de su entrada en la ría de Vigo para rescatar los tesoros de la batalla de Rande. Será un aniversario literario de la relación de la ciudad y su ría con una de las novelas más traducidas de la historia: 20.000 leguas de viaje submarino.
Así que sería bueno saber de dónde surge el Nautilus. Desde luego, no está inspirado en la boya lanzatorpedos que Sanjurjo Badía botó en la ría en 1898, 30 años después de que Verne publicase la novela (y 34 años después de que Narciso Monturiol botase en 1864 el Ictineo II e Isaac Peral el Peral en 1878).
El sumergible, cuando Verne escribió su novela, para nada era un invento impensable: bien al contrario, cuando hacía ya siglos que existían ingenios submarinos, bien cierto que no tan avanzados como el que comandaba el capitán Nemo.
En el siglo XVII, ya habían construido submarinos personajes como Cornelius Jacobszoon Drebbe, con un ingenio propulsado por remos que presentó en el Támesis para el rey Jaime I de Inglaterra. Jerónimo de Ayanz y Beaumont ensayó otro aparato en el río Tajo en 1600. En la Guerra de Independencia estadounidense, David Bushnell estrenó el Turtle (Tortuga), que intentó hundir al británico HMS Eagle en la bahía de Nueva York.
Para muchos, la principal inspiración de Verne estuvo en otro Nautilus, el submarino que construyó Robert Fulton en 1800 por encargo de Napoleón Bonaparte.
Pero esto, tanto tiempo repetido, es más que improbable. Porque hubo más y mejores submarinos más tarde. Y porque Jules Verne era un ávido lector de periódicos, y buena parte de sus argumentos los sacaba de la prensa de su propia época. No necesitaba irse a las guerras napoleónicas para buscar inventos.
Lo confiesa el propio Verne, en la última entrevista que concedió en su vida: «Siempre he sido un lector empedernido, sobre todo de periódicos y revistas, y es mi costumbre recortar y conservar para referencia futura cualquier párrafo o artículo que me interese». Y nos revela su método de trabajo: «Es de esta manera que acumulo mis ideas y al mismo tiempo me mantengo completamente actualizado con respecto a las materias del dominio científico».
Más tarde, menciona como paradigma el Nautilus del capitán Nemo: «Tome, por ejemplo, el caso del Nautilus. Bien considerado, tiene un mecanismo de submarino que no tiene nada de extraordinario y que no pasa más allá de los límites del conocimiento científico actual. Flota y se sumerge según procedimientos enteramente factibles y muy conocidos, los sistemas de mando y propulsión son perfectamente racionales y comprensibles. Su fuerza motriz ni siquiera es un secreto».
Así que ya vemos que el Nautilus se inspira en un submarino que ya existía y que, probablemente, encontró leyendo diarios y revistas. El investigador Jesús Navarro en su libro Sueños de Ciencia, lo deja muy claro: «A pesar de la coincidencia de nombres, el Nautilus de Nemo no estaba inspirado en el submarino de Fulton, descrito en el primer capítulo. En julio de 1858, un ingenio efectuó una inmersión de media hora en las aguas del río Sena. El inventor era el americano Hallelt, y el submarino llevaba también el nombre de Nautilus. Parece lógico pensar que Verne estaba al corriente del acontecimiento, del que se dio una detallada información en la revista Le Musée des Familles, en donde Verne colaboraba desde 1851».
Así que es el de Hallelt, y no el de Fulton, el submarino en el que se inspira Verne. Además, este Nautilus tenía un vidrio resistente que permitía a sus dos ocupantes contemplar el paisaje bajo el mar, como podía hacer el capitán Nemo desde la colosal claraboya de su sumergible.
Y aún hay otra fuente de inspiración para el Nautilus del capitán Nemo. Y fue la propia Exposición Universal de París de 1867, fecha en que ya preparaba su novela. En el campo de Marte se instaló un acuario gigante con más de 800 peces. Y se probó un ingenio submarino revolucionario: los respiradores autónomos Rouquayrol-Denayrouze.
Curiosamente, en los reportajes de la época estos aparatos son llamados popularmente Nautilus, quizá para abreviar un nombre tan largo, producto de unir el de sus dos inventores.
Los respiradores Rouquayrol-Denayrouze fueron luego estrenados mundialmente en la bahía de Vigo, en la expedición que dirigió Hyppolite Magen para rescatar los tesoros de los galeones de Rande. Y, además, son los aparatos con que van equipados los buzos de Nemo. Sobre la «coincidencia» pronto publicaremos un artículo de investigación, presentado este verano en el Congreso Internacional Jules Verne en La Habana.
Así que el Nautilus ya está en camino. Y, descartando antiguas teorías, ya podemos conocer mejor el origen de este submarino de leyenda, vinculado desde hace un siglo y medio a la ría de Vigo.
la bujía Por Eduardo Rolland
Los respiradores de Rouquay y Denayroueze fueron estrenados en la bahía de Vigo
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