El ascensor submarino
Una vez más la actualidad y el trágico suceso ocurrido con el submarino argentino ´ARA San Juan´ nos sirve para recordar un invento relacionado con esta materia y su vinculación con nuestra ciudad. Se trata del conocido como ascensor submarino para el salvamento de tripulaciones de sumergibles, ingenio creado por el capitán de corbeta Arturo Génova que ejercía de jefe de órdenes de la flotilla de submarinos de la base de Cartagena.
En un artículo publicado en 1931 en la revista Ingeniería Naval, el inventor confesaba que durante los años que había prestado servicio en submarinos jamás había pensado en la probabilidad de un accidente fatal. Añadía que ello se debía al brillante espíritu de nuestra brava gente submarinista ´doctrinada´ en la Escuela de Cartagena donde oficiales, clases y marineros recibían esmerada y racional instrucción teórico-práctica. El resultado de lo dicho anteriormente se traducía en el hecho de que desde 1917 los submarinos españoles habían realizado más de diez mil inmersiones y no se había producido ningún accidente.
Pero fue precisamente la tragedia del submarino italiano F-14, hundido en el Mar Adriático y sacado a flote con los cadáveres de su tripulación en el interior, la que hizo que este marino buscara un remedio a esas situaciones. Para él se trataba de sacar gente del interior pero con unas condiciones que incluían que el salvamento debía realizarse sin la intervención de buzos, con el auxilio exterior de un bote ordinario y sustrayendo a los náufragos de la presión del agua y del baño en las frías aguas del mar. Resumiendo con sus propias palabras, era «necesario conseguir que el hecho de salir de un casco sumergido deje de ser una hazaña o una proeza, para convertirse en una operación corriente y vulgar».
El ascensor submarino reunía todas esas condiciones, pues el náufrago sólo tenía que introducirse dentro de un boyarín resistente, una cabina cilíndrica dotada de una pequeña esclusa y un mecanismo hidráulico. Todo ello quedaba complementado con un cable telefónico con su carretel para comunicarse con el submarino. Una vez llegado a la superficie, le enviaba la señal acústica al submarino y el boyarín volvía de nuevo al sumergible para rescatar a otro tripulante.
Durante el mes de julio de 1930 se hicieron diferentes pruebas, empezando por pequeñas profundidades de 15 metros, en la dársena del Arsenal de Cartagena, el puerto y Escombreras, pero el submarino C-3 que llevaba el modelo experimental tuvo que marchar al Cantábrico y las pruebas se suspendieron.
Fue el 14 de septiembre de 1931 cuando las pruebas celebradas en las costas cartageneras contaron con la presencia del ministro de Marina Santiago Casares Quiroga. Dicha autoridad embarcó en el submarino C-3 que sobre las diez y veinte de la mañana se sumergió para dar comienzo a las pruebas. Poco después, en el mismo lugar de la inmersión, apareció el boyarín y en su interior el señor Génova que fue rescatado por un bote ante la ovación de los asistentes. A continuación, el boyarín regresó al sumergible con su inventor dentro del aparato y veinte minutos después volvió a aparecer con el ayudante del ministro en su interior. Finalizados los ejercicios, el C-3 salió a la superficie y todo fueron felicitaciones para el inventor.
A raíz del éxito de las pruebas el ascensor se instaló de manera provisional en todos los submarinos de la serie C y de forma permanente en los de la serie D, pero el surgimiento de inventos parecidos en otros países y el estallido de la Guerra Civil impidieron el desarrollo del mismo y provocaron su olvido.
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