Al fin, el Hesperus estaba listo para hacerse a la mar en abril de 1943. Equipado con su nuevo dispositivo antisubmarino Erizo y el radar más moderno, zarpó el día 14 en labores de escolta del Convoy ONS 4.
Buena parte de la dotación había sido destinada a otras unidades y había recibido a cambio reemplazos bisoños, lo que, añadido al nuevo equipamiento, exigiría un tiempo de adaptación al barco para recuperar su antigua eficiencia. Ya había pasado dos días durante su estancia en puerto realizando ejercicios con el HMS Philante, pero no había sido suficiente para que la dotación adquiriese un dominio pleno de los equipos.
La N del código de convoy ONS 4 indicaba que la ruta transcurriría muy al norte, lo que, a pesar de estar ya en primavera, aseguraba una buena dosis de galernas, tormentas y mal tiempo. El día 17 bajó drásticamente el barómetro y una poderosa galerna obligó al convoy casi a detenerse. El agua chocaba contra las cubiertas de los escoltas y se metía en sus comedores y salas de oficiales. Los hombres estaban mojados y muertos de frío.
El convoy avanzó a duras penas durante tres días. El destructor HMS Whitehall se había adelantado a Reikiavik, Islandia, en busca de otros buques que aguardaban para reunirse con el convoy en mitad del Atlántico norte. Una reunión de esta naturaleza era cuestión de un golpe de suerte con el tiempo infernal que azotaba al océano. Sin embargo, un claro repentino permitió que las dos formaciones quedasen a la vista una de otra y se reuniesen.
A pesar de las tormentas, los submarinos alemanes habían descubierto a los barcos que venían desde Islandia y el Whitehall había tenido que hacer frente a uno de ellos. Poco después de la reunión recibimos una comunicación del avión Liberator asignado al convoy en la que informaba de haber avistado un U-boot. Sin embargo, la coordinación entre escoltas y avión no fue la más adecuada y, en vez de dar la posición relativa respecto al convoy, facilitó su latitud y longitud, de modo que cuando el jefe de la escolta del convoy destacó al Whitehall en busca del submarino no pudo encontrar al avión ni contactar con él, viéndose obligado a regresar al convoy.
El siguiente problema era acometer el repostaje de los dos destructores, Whitehall y Hesperus, al no tener ninguno de los dos autonomía suficiente para cruzar el océano. Los consumos eran muy altos debido a que debían navegar continuamente en zigzag al doble de velocidad que el convoy, y realizar persecuciones de submarinos a toda máquina. La operación solía hacerse poniéndose a popa de un petrolero y recogiendo una manguera flotante de repostaje. La operación no era fácil con mal tiempo, así que acabó desarrollándose otro método por el que el destructor navegaba en paralelo al petrolero y se cruzaban las mangueras por los costados.
El día 22 el convoy llegó a las inmediaciones del portaaviones de escolta HMS Biter y sus cuatro destructores de escolta. Habían detectado una línea de patrulla de submarinos alemanes y en la tarde del día siguiente informaron del avistamiento de algunas unidades alemanas a menos de 16 kilómetros del convoy. La corbeta Clematis y el Hesperus se dirigieron al lugar a toda velocidad y el capitán del Hesperus divisó un punto en el horizonte rodeado de espuma blanca. Un submarino, sin duda. El U-boot se sumergió rápidamente, pero los cazadores aliados tenían ya una buena idea de la posición en la que se encontraba.
El Hesperus redujo velocidad y activó el ASDIC para rastrear las profundidades con sus inquietantes pings. Durante un buen rato no hubo ecos, pero, al fin, se recibió uno fuerte y claro. Lo tenían. Era la oportunidad de probar el nuevo Erizo. Con paciencia sistemática fueron centrando la posición del sumergible alemán y poniéndose en posición de ataque. Llegó el momento de abrir fuego, se dio la orden, pero no sucedió nada. Una revisión apresurada de la dotación del Erizo reveló lo sucedido. La nueva arma tenía un sistema de seguridad de anillas que debían ser retiradas una a una de las 24 cargas, lo que llevaba demasiado tiempo. Durante los ejercicios se habían utilizado cargas simuladas que no incluían las anillas de seguridad, lo que propició este serio contratiempo en el momento del ataque.
Por suerte, el ASDIC tenía fijado al submarino, que, como de costumbre, había bajado a gran profundidad. Así que el Hesperus procedió a realizar un ataque con cargas de profundidad convencionales. El submarino se defendió intentando ocultar su posición con el dispositivo SBT (Submarine Bubble Target), pero los operadores británicos del Hesperus no cayeron en la trampa y mantuvieron fijado al submarino alemán.
Por suerte, el ASDIC tenía fijado al submarino, que, como de costumbre, había bajado a gran profundidad. Así que el Hesperus procedió a realizar un ataque con cargas de profundidad convencionales.
El submarino se defendió intentando ocultar su posición con el dispositivo SBT (Submarine Bubble Target), pero los operadores británicos del Hesperus no cayeron en la trampa y mantuvieron fijado al submarino alemán. Para entonces, la Clematis se había unido a la refriega y procedió también a atacar. A continuación, ambos buques hicieron una pasada conjunta con cargas de profundidad convencionales y arrojaron también una nueva carga de profundidad de 1 tonelada que según el capitán del Hesperus era «un torpedo sin motor, con su cuerpo cargado de explosivos y disparado desde nuestros tubos de torpedos».
Finalizada la pasada comenzaron a oírse extraños ruidos en el ASDIC, como los que hace un submarino que quiere subir a superficie. Había mucha excitación en los buques y los marineros esperaban ver aparecer el U-boot en la superficie en cualquier momento. Al estar a menos profundidad se podía utilizar de nuevo el Erizo. Se dispuso todo y a la orden de fuego se dispararon las veinticuatro bombas, que cayeron al mar por la proa del barco.
No se oía ni una mosca en el Hesperus esperando acontecimientos mientras las bombas se sumergían hacia su objetivo. De repente se oyeron dos agudas explosiones. El operador de sonar salió de su puesto: «¡le dimos!». Se había rajado el casco del U-191 y el sumergible se precipitaba al fondo con toda su tripulación. Los escoltas acababan de hundir al primer eslabón de la cadena de vigilancia submarina alemana en el lugar. Los dispositivos electrónicos no encontraron más contactos en los alrededores.
En ese momento patrullaban las aguas que rodeaban al convoy los Swordfish del Biter, que no informaron de ningún avistamiento más en los dos días siguientes. Para los escoltas era un alivio poder contar con la patrulla aérea, que podía atacar a los submarinos con mayor alcance y rapidez que su velocidad de 30 nudos. Eso fue lo que sucedió el domingo de Pascua en los alrededores del Biter, que operaba su ala embarcada a unas 30 millas del convoy.
El sistema HF-DF (Huff-Duff) detectó una señal y determinó su rumbo. Se envió rápidamente un mensaje de alarma al Biter y poco más tarde uno de sus Swordfish de patrulla divisó al submarino alemán. El U-boot se sumergió demasiado rápido para que el avión pudiese atacarlo, pero uno de los destructores de escolta del portaaviones, el Pathfinder, que acudió rápidamente al área, fijó al submarino (U-203) y tras un intenso ataque lo envió al fondo.
Con la introducción de los portaaviones de escolta y las patrullas aéreas permanentes sobre los convoyes desapareció el área del Atlántico libre de actividad aérea aliada que tanto había beneficiado a las manadas de lobos en años anteriores. La buena coordinación entre las unidades aéreas y navales aliadas fue letal para los lobos grises.
El hundimiento del U-191 (II) | Grupo de Estudios de Historia Militar (gehm.es)
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