Durante la II Guerra Mundial la marina de guerra alemana comenzó a activar el plan que tenía previsto desde hacía mucho tiempo de enviar submarinos a operar en aguas del mar Caribe con el propósito, principalmente, de cortar las fuentes de abastecimientos hacia Estados Unidos y de crear pánico e inseguridad en los convoy de buques mercantes, entre otros objetivos.
El 12 de agosto de 1942, un convoy de tres mercantes cubanos y uno nicaragüense zarpó del puerto de Cayo Hueso con rumbo a La Habana. El vapor Manzanillo, el mercante nicaragüense Guardián, el vapor Julián Alonso y el remolcador Humrrick.
Momentos antes de partir los buques, los caza submarinos estadounidenses exploraron la zona y no detectaron nada. Pero no era así.
El submarino alemán U 508, al mando del teniente de navío Georg Staats, a profundidad de periscopio y con las maquinas detenidas, los estaba esperando.
El primero en ser alcanzado por dos torpedos fue el Manzanillo, que explotó e inmediatamente se hundió. Minutos después el submarino nazi atacó al buque Santiago de Cuba.
De nada le sirvió una maniobra para tratar de escapar. Un torpedo le perforó el casco por la banda de estribor, a la altura del puente, por el cuarto de máquinas, partiéndolo en dos partes.
Perdieron la vida 20 tripulantes del Manzanillo y 11 del Santiago de Cuba.
El incendio provocado en los buques mercantes pudo ser observado por un grupo de marinos que estudiaban en la escuela de sonar de la Base Naval de Cayo Hueso. Meses después, el marinero Norberto Collado Abreu, quien fuera uno de los timoneles del yate Granma, recibiría entrenamiento allí.
Para que se tenga una idea de los daños que ocasionaban los ataques de los submarinos alemanes en el Mar Caribe a los buques mercantes, la mayoría viejos, lentos y sin escolta, basta con señalar el número de naves hundidas y de los marinos muertos.
El 9 de julio de 1942, la motonave Nicolás Cuneo fue echada a pique por un «lobo gris”, como se les llamó a los submarinos nazis. Un mes después, el 12 de agosto, el Manzanillo y el Santiago de Cuba, correrían igual suerte.
El mercante Mambí fue torpedeado el 13 de mayo de 1943, y el Libertad el 4 de diciembre de 1944. Aproximadamente unos 75 marinos cubanos perecieron en esos ataques. Se conoce que seis submarinos alemanes operaron en nuestras aguas.
Por esas razones no era seguro que los buques mercantes navegaran sin la escolta de los cazas submarinos. Eso estaba más que claro. Y el que lo hiciera correría el riesgo de ser hundido, como lamentablemente había ocurrido.
Estas medidas de seguridad se tuvieron en cuenta cuando se organizó un convoy de varios buques mercantes que debían navegar hacia occidente. De Isabela de Sagua a La Habana.
La protección y custodia del convoy quedó a cargo de los cazas submarinos CS-11, CS-13 y el CS-22, quienes navegaban a dos millas de la costa en zigzag, diez minutos hacia tierra, y diez hacia fuera por estribor del convoy.
Serían aproximadamente las 17:00 horas del caluroso 15 de mayo de 1943 cuando un hidroavión norteamericano Vougt King Fisher de la US Navy sobrevoló el convoy y lanzó señales de humo para advertirles de la presencia de un submarino en la zona.
Inmediatamente el líder de los caza submarinos puso en alerta el convoy. Le ordenó al Alférez de Fragata Mario Ramírez Delgado, quien comandaba el CS-13, que localizara y le lanzara cargas de profundidad al submarino enemigo.
Norberto Collado, quien era uno de los sonaristas del CS-13, se encontraba de guardia en el cuarto de sonar:
«… Me sorprendió a 1 600 yardas más o menos un sonido metálico, limpio, nítido, semejante al de una campana. Era el mismo sonido que tantas veces hube de escuchar en el polígono de prácticas. Rápido me comuniqué con el puente de mando para que el comandante dirigiera el buque hacia donde yo indicara. Este momento es el sueño de todo detectorista, porque en sus manos queda la dirección del buque.
«En zafarrancho de combate y a toda velocidad, se lanzó la embarcación hacia el objetivo. Trepidaba toda la estructura de la nave nuestra. “Entramos en la zona de peligro. La distancia se reducía con rapidez y yo iba comunicando:
–800 yardas, 750, 700, 600...
–Collado, ¿estás seguro de que es un submarino? –me preguntaba el comandante.
–Sí. Tenga cuidado que en menos de un segundo vamos a pasar sobre él.
«Cada vez estábamos más cerca: 500, 400 yardas... El sudor corría por mi frente. Tenía que girar el proyector e informar al puesto de mando el rumbo del submarino y la distancia a la cual nos encontrábamos de él.
«Rumbo en grados y sentido del movimiento. Para el submarino todo fue una sorpresa; estaba goloso y embriagado por los triunfos recientes, iba a la caza de una presa aparentemente fácil y no se percató de nuestra presencia porque le salimos de través. Los buques del convoy los tenía al frente cuando se disponía a atacarlos por la retaguardia.
«Ante estas circunstancias, el enemigo gozaba de ventajas: un mar completamente en calma, nuestros equipos de sonar tenían dificultad para localizar por la salinidad existente, compacta en ese momento; por otra parte, el equipo recoge el sonido mayor que forman las hélices de los buques del convoy y ellos siempre tratan de atacar por la retaguardia, meterse en el centro del convoy para escoger sus víctimas.
«Mi información tenía que ser muy precisa para que el puente de mando estuviera listo para arrojar las bombas cuando le pasáramos por arriba, porque a las 200 yardas no es mío, perdería el contacto con él. Entonces entró Abela que estaba de servicio en la cubierta, bajó para ayudarme. Yo seguiría la dirección y velocidad, él informaría al puente. Perdí el contacto a la mínima distancia permisible por el equipo. Así fue el informe al puente de mando, mientras el caza mantenía toda velocidad en el rumbo de combate.
«Desde la profundidad del cuarto de sonar los segundos parecían horas. Es un momento de gran tensión; ni se respira. "¿Qué estará ocurriendo en cubierta?", uno se pregunta. La espera fue de puro nervio. Yo miraba a Abela, él a mí. Ambos sin pronunciar palabras. De pronto, un gran estruendo acompañado de un movimiento brusco, estremeció todo el buque. Los dos fuimos contra las paredes del estrecho cuarto lleno de equipos electrónicos. No tenía duda, había explotado la primera bomba.
«En el momento en que por el tubo acústico le decía al comandante: "Lo tenemos debajo, no se nos puede escapar", otro estruendo; explotó la segunda... la tercera. Con el cronómetro en mano, Ramírez fue ordenando el lanzamiento de las bombas graduadas a distintas profundidades».
Reiner Dierksen era el experimentado comandante de ese submarino, el U-Boat-176. Rápidamente trató de realizar una maniobra de escape. Sumergirse a toda máquina lo más que pudiera para evitar las cargas de profundidad que le estaban lanzando.
Pero no lo logró. Tras la tercera bomba de profundidad se escuchó una cuarta explosión, más potente, como si hubiese estallado una de sus cámaras de torpedos.
La explosión fue de tal magnitud que el caza submarino hundió su proa en el agua, y parte de ella llegó al cuarto de máquinas. Y una columna de agua turbia se elevó con fuerza, lo que indicaba que la nave enemiga había sido alcanzada por la carga de profundidad.
El caza submarino se situó entonces en la zona donde había lanzado otras bombas de profundidad, apagó los motores y Collado se puso en posición de escucha. Informó que oía con toda nitidez cómo le entraba agua al submarino, como cuando se sumerge un pomo grande vacío y comienza el glu, glu, glu, característico.
Una mancha de aceite en la superficie del mar con burbujas comenzó a aumentar de diámetro, lo que confirmaba que el enemigo había sido herido de muerte. El submarino alemán se estaba hundiendo con más de cincuenta tripulantes a bordo.
El Capitán de Corbeta Reiner Dierksen, fue asignado el 15 de noviembre de 1941 a la 4ta. flotilla. Realizó patrullas desde julio de 1942 hasta el 15 de mayo de 1943. Había hundido 11 buques mercantes.
Operó en el atlántico. En esta campaña fue condecorado con la Cruz de Hierro de 1ra. clase.
Las imágenes que mostramos del interior de un submarino del tipo IX-C (Tramo-oceánico), similar al U-Boat 176, corresponden al U-505, que se encuentra en el Museum of Science and Industry, en Chicago, Estados Unidos, desde el 25 de septiembre de 1954.
Este submarino fue capturado el 4 de junio de 1944 por la tripulación del destructor escolta USS Chatelain (DE 149), a 241 km de Río de Oro, costa Occidental de África.
Fuentes: Collado: timonel del Granma, por Norberto Collado Abréu
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