Tras la firma entre España y los Estados Unidos del Programa de Defensa y Ayuda Mutua (MADP por sus siglas en inglés, abreviatura de Mutual Defense Assistant Program), de mediados de los años cincuenta del pasado siglo, a nuestro país irían llegando de manera paulatina y escalonada diversas partidas de material militar para los tres ejércitos, a partir de esa fecha.
Por lo que a la Armada respecta se incorporaron a ella dragaminas (costeros y oceánicos), destructores, un portahelicópteros, buques de transporte para operaciones anfibias, y en general unidades de todo tipo. En cuanto a submarinos, cinco serían los transferidos, y que en España formaron la querida “Serie 30”. Eran unos buques veteranos todos de las campañas del Pacífico, donde habían llegado a demostrar su valía bajo la bandera de las barras y estrellas, por lo que cuando fueron entregados en Estados Unidos a la Armada española, ya disponían de una muy eficaz hoja de servicios.
Así, los cinco submarinos se incorporarían en cuatro tacadas, de modo que la primera unidad transferida sería el SS370 “Kraken”, que se convirtió en el S31 “Almirante García de los Reyes”, al que siguió años más tarde el SS396 “Ronquil” rebautizado S32 “Isaac Peral” y luego una pareja de golpe, los SS382 “Picuda” y SS385 “Bang”, que se convertirían en los S33 “Narciso Monturiol” y S34 “Cosme García”, respectivamente. Cerraría la terna, en una cuarta y última entrega el SS368 “Jallao” que pasaría a ser el S35, en principio sin nombre propio y tras unos mese, adquiriría el de “Narciso Monturiol” que heredaría del S33 por la inesperada baja de éste debido a una accidental entrada de agua por el mástil de inducción snorkel mientras cargaba baterías, lo que le ocasionó graves averías.
De cada uno de estos cinco submarinos podríamos contar algo anecdótico, pues en aquellos años pasaban casi continuamente cosas dignas de ser contadas y que no se deben perder en la noche de los tiempos, pero hoy nos centraremos en contar una en concreto ocurrida a bordo del S34 “Cosme García”. Otro día, alguna otra traeremos a este blog.
Corría el verano de 1972, y las primeras dotaciones de los que iban ser los S33 y S34 volaban desde España a Estados Unidos para ir haciéndose con los mandos de cada uno de ellos, bajo las explicaciones de las últimas dotaciones de los todavía USS “Picuda” y USS “Bang”. Al llegar el vuelo a EE.UU. se dividiría el grupo, pues mientras el USS “Picuda” se encontraba esperando a la dotación española atracado en la base de Key West (Florida), el USS “Bang”hacía lo propio en la de Groton (Conneticut).
A esta última llegaría la expedición española compuesta por un total de 72 personas, (10 oficiales, 20 suboficiales y 41 cabos y marineros) todos ellos al mando del capitán de corbeta Benito Chereguini de Tapia, para empezar desde el primer día a tomar contacto con el que en breve iba a ser su submarino, con clases a bordo impartidas por los de la última dotación americana tanto en puerto como saliendo a la mar.
Eran años donde internet “ni estaba ni se le esperaba”, ni existían evidentemente ninguno de los medios que tenemos hoy de hacer fotos con el móvil y mandarlas por whatsapp en tiempo real al otro lado del mundo, ni en definitiva había manera de que en España supiésemos el aspecto que tenía el USS “Bang”, próximo a convertirse en el “Cosme García”. Todo lo más que sabíamos a este lado del Atántico es que aún siendo unidades de segunda mano, estaba en muy buen estado y que además los americanos acababan de pasarles una profunda revisión que garantizaba su operatividad unos cuantos años más a partir de la entrega, como así sería.
Uno de los aspectos externos que más llamaban la atención entonces de los submarinos era el hecho de saber (eso sí estaba al alcance hasta de los menos entendidos) que los de propulsión nuclear, llevaban los timones de buceo en la vela, de modo que como el ambiente que reinaba a bordo era excelente desde el primer día, pues hubo no sólo el compañerismo preciso sino también “complicidad” entre todos los miembros de la dotación, se urdió un plan para sorprender en España a todos cuantos esperarían expectantes en la Base de Submarinos de Cartagena, la llegada del flamante S34 que venía a incrementar el nivel operativo de la Flotilla.
Además, como la arribada estaba prevista en fecha aún por determinar pero en cualquier caso unos días antes de la Navidad de ese año (1972), pues quedaría constancia de que Papá Noel había regalado a la Flotilla no un submarino convencional, sino uno ¡¡¡ nuclear,… ahí es nada !!!, así que como la broma estaba claro que iba a ser impactante, entre unos pocos surgió la idea de fabricar a bordo con cartones y listones de madera procedentes de cajas de embalajes varias, un par de estructuras que simularan los timones, pintarlos de negro y colocarlos en la vela…
Pero claro, la idea precisaba el ok del mando, de modo que lo primero que hubo que hacer era convencer al segundo comandante, que éste ya se encargaría de hacer lo propio con el comandante. Puesta en marcha la maquinaria del correspondiente permiso “por conducto reglamentario”, finalmente la idea llegó al comandante, que tras ser debidamente convencido terminó aceptando la propuesta. Así, durante los días que duró el tránsito desde EE.UU. hasta Cartagena, el personal franco de guardia a bordo se esmeraba en cortar los cartones, unirlos dándoles la forma debida y una vez elaborados rematar la faena pintándolos con pintura negra, igual que el casco, operación que se llevaría algunas jornadas y una vez que se dieron por terminados, solo quedaba esperar a ser colocados en el lugar preciso de la vela unas horas antes de su llegada a Cartagena.
Finalmente, se calculó rumbo y velocidad para entrar a media mañana del día 9 de diciembre, que como además caía en sábado, y justo en medio de un puente, se suponía que la base estaría atestada de familiares que esperaban ansiosos abrazar a los familiares que iban a bordo y ver el aspecto del nuevo submarino. Todo estaba estudiado, la sorpresa estaba garantizada y todos a bordo se frotaban las manos suponiendo que los que estaban en el muelle se frotarían los ojos… pero no contaban con ese ser enigmático y misterioso apellido Murphy… que, además, nunca descansa!!!, de modo que si algo tiene debe salir bien, él se va a encargar de lo contrario,… así que nadie había tenido en cuenta un detalle y es que es costumbre cuando un buque llegaba por primera vez a su base recién causado alta como era el caso (o por última por causar baja), los remolcadores lo acompañan desde la bocana hasta su lugar de amarre, lanzando grandes chorros con sus cañones de agua a modo de “bautizo”… de modo que cuando las señales que se le hacían desde el puente y la cubierta del submarino fueron entendidas por los patrones de los remolcadores, ya era tarde, el mal estaba hecho, los potentes y continuos rociones de agua lanzada sobre el flamante “Cosme García” tuvieron la funesta e inmediata consecuencia de arrugar tanto los falsos timones (sobre todo el de babor) que lo que se pretendía hubiese sido una sorpresa, se convirtió en un mar de carcajadas entre los que esperaban a pie de muelle al ver esa estructura completamente hecha una porquería.
Aunque al día siguiente, domingo, la guardia de puerto se encargó de desmontar los dos artilugios de modo que el lunes no quedase rastro, la anécdota corrió como la pólvora –y es que no era para menos–, siendo la primera y sin duda la de mayor calado que protagonizaría este submarino durante los diez años que estuvo en servicio.
Fotos: archivo de Diego Quevedo Carmona
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