11 septiembre 2022

Los portaaviones submarinos que los japoneses utilizaron en la Segunda Guerra Mundial

 En el verano de 2002, los pequeños sumergibles Piscis IV y V, pertenecientes al HURL (Hawaii Undersea Research Laboratory), hicieron un emocionante descubrimiento: un kō-hyōteki, minisubmarino japonés que había sido hundido por un proyectil del USS Ward en la mañana del ataque a Pearl Harbor. Lo que fue definido como «probablemente el hallazgo arqueológico más importante del Pacífico» (no sólo por la nave en sí sino también porque demostraba que en el enfrentamiento de EEUU con Japón el primer disparo fue norteamericano) se mejoró, si cabe, tres años más tarde, en la primavera de 2005, cuando los Piscis encontraron lo contrario que el kō-hyōteki en Barber’s Point: el pecio de un submarino nipón de la clase I-400, la más grande de la Segunda Guerra Mundial, capaz de transportar tres hidroaviones.

La clase I-400 fue concebida por el almirante Isoroku Yamamoto, buen conocedor de EEUU porque, entre otras razones, había estudiado tres años en la Universidad de Harvard, tiempo que empleó en analizar al detalle su industria, de ahí que siempre se mostrase escéptico ante la posibilidad de vencerle y su estrategia se basase en propinarle un golpe inicial tan duro que quizá le obligase a negociar. Lo hizo con el ataque a Pearl Harbor, sólo que los estadounidenses reaccionaron de forma opuesta a la prevista. En cualquier caso, ya inmerso en la dinámica bélica, otra de las iniciativas inmediatas de Yamamoto fue tratar de llevar las operaciones a América, con la idea de sembrar temor en sus habitantes y, de nuevo, intentar forzar una negociación. 

Para ello era necesario alcanzar las ciudades, pero eso requería armas específicas. La flota japonesa sería detectada mucho antes de llegar, así que lo idóneo era hacerlo con aviones. Ahora bien, éstos necesitarían portaaviones para cubrir la enorme distancia y el problema sería el mismo. La solución fue construir portaaviones submarinos, algo que sonaría extravagante de no ser porque se encontró una forma de hacerlo: la mencionada clase I-400, también llamada Sentoku (de Sen-Toku-gata sensuikan, o sea, Submarino Especial), un tipo de nave con autonomía suficiente para atravesar el océano Pacífico y capaz de transportar hasta tres hidroaviones.

El I-400 navegando/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En enero de 1942, una vez que el capitán Kameto Kuroshima, oficial designado para estudiar la viabilidad del proyecto, consideró que era factible, Yamamoto solicitó al cuartel General de la Armada dieciocho submarinos de ese modelo. El proceso de diseño duró un par de meses y la construcción se inició un año después, en enero de 1943, extendiéndose hasta febrero de 1944. Durante ese período se desarrollaron los trabajos de cinco naves: el I-400 y el I-404 en el astillero de Kure; I-401 y el I-402 en el astillero de Sasebo; y el I-403 en el de Kobe. Posteriormente se añadirían otros hasta sumar un total de diecisiete, aunque únicamente se concluyeron tres; los otros fueron cancelados a la mitad por la muerte de su principal valedor, Yamamoto.

Los Sentoku eran los submarinos más grandes hasta la fecha y siguieron siéndolo hasta la aparición de las enormes naves nucleares portadoras de misiles balísticos. Tenían 122 metros de eslora por 12 de manga y 7 de calado, con un desplazamiento de 5.223 toneladas (6.560 en inmersión). Para mover esa mole y encima poder hacer una ruta transoceánica de ida y vuelta, como estaba previsto, disponían de cuatro motores de 1.680 kW y depósitos de combustible para dar la vuelta al mundo sobradamente. La velocidad máxima alcanzaba casi los 19 nudos y podía sumergirse a un centenar de metros de profundidad límite.

Esquema del diseño de un I-400/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Se diseñó la sección del casco con forma de ocho para mejorar su estabilidad, algo fundamental para una nave que llevaba un cargamento tan pesado en su interior y que además obligaba a incorporar un sistema de compensación que les permitía a los I-400 permanecer inmóviles bajo el agua (aunque parece ser que no funcionaba muy bien), mientras esperaban a salir de nuevo a la superficie cuando regresasen de su misión los aviones. El hangar destinado a éstos obligaba a que la torre de mando quedara hacia un lado (el costado de babor) en lugar de en el centro, como pasa en los portaaviones, por lo que al navegar el timonel debía desviarse siete grados para mantener un rumbo recto; algo similar pasaba al disparar los torpedos. 

En la torre se situaban los dos periscopios, de fabricación alemana, uno diurno y otro nocturno, a los que en 1945 se sumó un esnórquel, también germano, para suministrar aire en inmersión. El barco carecía de aire acondicionado, lo que limitaba el almacenamiento de víveres y repercutía en una alimentación inadecuada de los marineros. Encima, éstos tampoco disponían de camas -dormían por los pasillos o en cubierta- ni de inodoros, así que las condiciones a bordo no eran precisamente cómodas.

Dado lo delicado de su forma de operar (tras emerger los tripulantes debían armar los aviones para su despegue junto con la catapulta y la grúa), se equipó a los I-400 con un armamento mayor del habitual: aparte de ocho tubos lanzatorpedos (todos a proa), llevaba un cañón de 140 mm. y cuatro cañones automáticos de 25. Asimismo, estaba protegido contra las minas magnéticas mediante cables desmagnetizadores dispuestos a lo largo del casco y contaba con varios radares, tanto marinos como aéreos, ya que en sumergirse tardaba el doble tiempo -un minuto- que un submarino normal y eso lo dejaba peligrosamente a merced de la aviación. Como protección contra el sonar enemigo tenía un revestimiento en el casco compuesto por goma y asbesto que disminuía las vibraciones de los motores. 

Marineros estadounidenses con el cañón de cubierta de la clase I-400/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por supuesto, el arma principal, la razón de ser de los I-400 eran los aviones. O hidroaviones, para ser exactos: los Aichi M6A Seiran, monoplanos biplazas de ataque, de hélice frontal y flotadores desmontables, armados con una ametralladora de 13 mm. y un torpedo de 850 kilos. No tenían mucha autonomía, pero podían plegar sus alas y cola para almacenarse en el hangar del submarino, donde cabían hasta tres. Dado que se empleaban unos treinta minutos en completar el lanzamiento del trío (la mitad si se prescindía de los flotadores), estaba previsto que la operación fuera nocturna (llevaban pintura luminiscente para facilitar la labor a los operarios); no resultaba fácil, pues debían sacarse del hangar y desplegarse, para que luego una grúa los colocase en una catapulta.

Un terremoto que sacudió la región de Nagoya en diciembre de 1944 provocó un retraso en la producción de los Seiran, que agravó un ataque norteamericano cuatro meses después, pero por fin se terminaron veintiocho unidades, destinadas a la Primera Flotilla de Submarinos. Estaba integrada por el I-400 y el I-401 -el tercero, el I-402, fue reconvertido sobre la marcha en buque cisterna- más otros dos submarinos de una clase diferente, la I-13 o AM, que también podían llevar un par cada uno. Juntos debían llevar a cabo un tipo de misión denominado sen toku (ataque submarino secreto).

La única unidad de Aichi M6A1 Seiran que queda de la Segunda Guerra Mundial es ésta que se conserva en Washington/Imagen: HawkeyeUK en Wikimedia Commons

La primera, ideada por el capitán Chikao Yamamoto y el comandante Yasuo Fujimori, debía ser realizada por lo que se bautizó como Shinryuu Tokubetsukougeki-tai («Escuadrón de ataque especial Dios-Dragón»), siendo el objetivo las esclusas del Canal de Panamá, con vistas a cortar la linea de suministros estadounidense al Pacífico. Los submarinos emplearían dos meses en atravesar el océano para a continuación lanzar su carga de diez aviones. Sin embargo, a esas alturas de la guerra las cosas ya estaban torcidas -los Seiran incluso se modificaron para hacer vuelos kamikaze- y la caída de Okinawa llevó a concluir que atacar Panamá ya no tendría utilidad.

Se cambió así de objetivo, buscando uno menos lejano y más defensivo: el atolón Ulithi, en las Islas Carolinas, donde los estadounidenses concentraban fuerzas aeronavales -quince portaaviones- y terrestres para atacar el archipiélago japonés. Ello implicaba cambiar también algunos detalles. 

Por ejemplo, el I-13 y el I-14 debían sustituir sus Seiran por rápidos aviones de reconocimiento (los C6C Saiun Myrt, también desmontables) que informarían de la posición exacta de cada buque enemigo. Luego, esos dos submarinos navegarían hasta Hong Kong para cargar sus Seiran y en Singapur repostarían para unirse los I-400, dirigiéndose todos a Ulithi.

Esquema del hangar de la clase I-400/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Empezaría entonces el ataque propiamente dicho, con el nombre clave de Arashi («Tormenta»). Sería un amanecer de mediados de agosto, con los aviones pintados con insignias de EEUU para despistar -cosa, por cierto, que no gustó nada a los pilotos- y una vez finalizada la misión los submarinos pondrían proa a Hong Kong para cargar otra tanda de aviones, ya que los anteriores se perderían al ser kamikazes. Pero ésa era la teoría; la práctica resultó completamente distinta y decepcionante.

En efecto, el I-13 fue localizado por aviones TBM Avenger, que en varias pasadas lo dejaron tan maltrecho que quedó inerme ante los destructores que llegaron luego y lo hundieron con sus cargas de profundidad. Quizá el resto del escuadrón hubiera podido seguir adelante sin él, pero la capacidad bélica japonesa ya estaba prácticamente en descomposición y el 16 de agosto, cuando los submarinos estaban todavía de camino a Ulithi, recibieron la noticia de la rendición de Japón. Con ella, se les envió la orden de destruir todas sus armas, así que se lanzaron los torpedos sin armar y los aviones fueron arrojados al agua. 

Marinos estadounidenses observando el hangar abierto de un I-400/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El I-40o se rindió al destructor USS Blue, provocando el asombro de los captores porque su barco era más pequeño que el submarino. En ese sentido, más inaudito fue lo del I-401, que hizo otro tanto con el submarino estadounidense USS Second, que medía 27 metros menos de eslora. 

Ya vimos que el I-402 había pasado a ser un barco cisterna, dado que no estuvo terminado hasta un mes antes de finalizar la contienda y ni siquiera llegó a navegar. A su vez, faltaba poco para acabar la construcción del I-404, pero un bombardeo lo dañó considerablemente y hubo que dejarlo.

De se modo, también se disolvió otro osado plan previsto para la segunda mitad de septiembre, la Operación PX (Operación Flores de Cerezo en la Noche), diseñada en diciembre de 1944 por el almirante Jisaburō Ozawa y consistente en un ataque con los Seiran desde los submarinos a la costa Oeste de EEUU (especialmente San Diego, Los Ángeles y San Francisco)… en el que se emplearían armas bacteriológicas (en concreto, bacterias de la peste bubónica, cólera y tifus, así como virus del dengue) preparadas por la Unidad 731 del general Shirō Ishii.

Los submarinos japoneses I-401, I-140 e I-400, abarloados junto al USS Euryale en Sasebo, tras su rendición/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La marina de EEUU se adueñó de la flota submarina nipona para estudiarla, pero dado que los soviéticos reclamaron su derecho a lo mismo, optaron finalmente por hundirla en lo que se llamó Operación Road’s End: llevaron las naves al Point Deep Six (un punto cercano a la isla japonesa de Fukue) y las dinamitaron, mandándolas a pique a dos centenares de metros de profundidad. 

Eso sí, se quedaron con el I-400 y el I-401 (además de dos sumergibles de la clase I-200 Senkou, que era la más rápida de la guerra), que trasladaron a Hawai para analizarlos más detenidamente. Una vez terminaron, y ante la insistencia de la URSS, el USS Trumpetfish los torpedeó… y, como vimos, descansaron en el fondo a 820 metros, hasta 2004.


Fuentes

Spencer C. Tucker, World War II at sea. An encyclopedia | John Geoghegan, Operation Storm. Japan’s top secret submarines and its plan to change the course of World War II | Nicholas A. Veronico, Hidden warships. Finding World War II’s abandoned, sunk, and preserved warships | David Ross, The world’s most powerful submarines | Norman Polmar Thomas B. Allen,World War II. The encyclopedia of the war years, 1941-1945 | Bob Hackett y Sander KingseppSensuikan! IJN Submarine I-400: Tabular record of movement | Wikipedia

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