04 junio 2019

Escalas de Submarinos

Las escalas de submarinos de propulsión nuclear, tanto británicos como norteamericanos, no son inusuales en la base de Gibraltar. Lo que no es tan habitual es que coincidan sumergibles de los dos países anglosajones a la vez y, menos, que el buque americano sea sometido a reparaciones u operaciones de mantenimiento en puerto. Hacía cinco años que no se producía una situación como la actual.
La naturaleza de sus misiones, siempre discretas y en muchas ocasiones hasta secretas, no casa muy bien con escalas intermedias en sus patrullas por los mares de todo el planeta. Su discreción, debido a la gran ventaja que le proporciona poder mantenerse navegando bajo el agua durante semanas, sin más límite que el aguante de sus tripulaciones y su capacidad de almacenamiento de víveres, convierte sus escalas en excepciones a la regla general de pasar desapercibidos la mayor parte del tiempo.
La presencia de submarinos norteamericanos podía decirse que es cíclica. Hay años que no escala ninguno, incluso ha habido periodos de varios años consecutivos en que ningún submarino con la bandera de las barras y las estrellas se ha dejado ver por el muelle sur de Gibraltar, para luego producirse repetidas escalas sin una justificación aparente.
Diríase que existen otras motivaciones, diferentes a las puramente operativas, que llevan a estos negros sigilosos a salir a la superficie, dejarse ver y adentrarse en la bahía de Algeciras para atracar durante unos días en Gibraltar.
La tantas veces repetida y no pocas veces exagerada relevancia de la base naval de Gibraltar adquiere todo su sentido, para los apologetas de las históricas relaciones entre el peñón y los Estados Unidos, con estas escalas que, como dientes de un serrucho, surgen y desaparecen como los mismos submarinos en el mar.
Que detrás de ellas pudieran existir motivaciones que nada tienen que ver con la pura necesidad operativa, sino la de dialogar a través de los gestos con el convidado de piedra de toda esta historia, que es España, no debería descartarse. Según como soplan los vientos, y no precisamente los meteorológicos, así se suceden o no este tipo de apariciones, que ofrecen munición a unos y disgusto a otros.
Que se quiera descargar de alguna presión a la base Clyde, de Escocia, que alberga a la flota nuclear británica, también es otra posibilidad. Y Gibraltar, que acoge siempre sin reservas este tipo de escalas, es una solución, aunque sin duda temeraria.

Luis Romero (la SER)

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