tras haber realizado hasta 17 inmersiones previas de prueba, en mayo de 1939 el moderno submarino estadounidense Squalus se disponía a hacer la número 18. A bordo había 51 hombres. Lamentablemente, solo 33 regresarían a la superficie con vida. Un fallo en la válvula de inducción principal, por donde entra el aire cuando el submarino está en la superficie, provocó que se inundara la sala de máquinas y, en pocos minutos, quedaron atrapados 18 hombres que murieron ahogados. El resto corrió hacia la sala de control, cerrando compuertas tras de sí, pero sin poder impedir que el buque cayera a las profundidades, concretamente a 74 m bajo el mar. Sin electricidad y a muy baja temperatura, a los supervivientes les esperaba una muerte segura. Sin embargo, se organizó el que sería el primer rescate exitoso a un submarino. Gracias una cápsula submarina inventada recientemente, la cápsula Momsen McCann, –que se puede ver en la imagen, de color blanco–, los miembros de la tripulación que, en algunos casos, llegaron a pasar 36 agustiantes horas dentro del submarino, consiguieron llegar a la superficie sanos y salvos. Acababa de tener lugar un rescate histórico.
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