No se sabe cuántos alemanes desembarcaron de manera clandestina aquél invierno de 1945 en las playas de Mar del Sur, provincia de Buenos Aires, ni quiénes eran y mucho menos qué guardaban dentro sus pesados bolsos. Sin embargo, una serie de fuentes dan por cierto el misterioso hecho, de acuerdo con el testimonio de numerosos vecinos y descendientes de alemanes, el faltante de un bote de goma de un submarino nazi rendido en Mar del Plata, y el hallazgo en la playa de un cuchillo de la cubertería de a bordo de los sumergibles que escaparon de los mares del Norte, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, rumbo a Sudamérica.
Otros dos episodios refuerzan la historia de los tripulantes de submarinos nazis que echaron pie a tierra en Mar del Sur de manera clandestina, apoyados desde el continente por estaciones radiotelegráficas y estancieros que, en realidad, eran espías.
El reciente hallazgo, publicado en exclusiva por LA NACIÓN, de la lápida de un jerarca del Partido Nazi Argentino, oculta bajo los cimientos de la única casa que estaba en pie en una zona de campo de Mar del Sur donde habrían ocurrido los desembarcos aquel invierno de 1945, abrió una nueva hipótesis y los investigadores se preguntan ahora si esa casa, con paredes gruesas como las de un búnker y que a lo largo de la historia perteneció a tres familias alemanas distintas, no funcionó también como una estación radiotelegráfica, cuyos equipos cabían en el pequeño sótano al que se accedía mediante una escotilla.
De los submarinos no bajaron criminales de guerra SS, eso es seguro. Nazis célebres por su capacidad de daño como Joseph Menguele, Adolf Eichmann o Walter Kutschmann, por citar solo a algunos de los criminales que vivieron largos años en la Argentina, no llegaron a bordo de un submarino, sino en barcos comerciales con identidades falsas.
De los sumergibles desembarcaron, y en eso sí coinciden las fuentes, tripulantes del arma submarina, oficiales y suboficiales de la marina alemana a quienes el final de la guerra los había encontrado en medio del mar, sin mando ni comando, y cuya única y última misión militar consistió en evadir el cruel destino de las prisiones soviéticas.
La rendición del U-530, el U-977 y el misterio del submarino U-1055 que jamás fue encontrado
Existen al menos cincuenta sumergibles alemanes del período nazi perdidos sin causa y que jamás han sido hallados, de acuerdo con el cálculo del experto Julio B. Mutti, y lo más seguro es que uno de ellos permanezca hundido frente a la costa marítima bonaerense.
La rendición en el puerto de Mar del Plata de los submarinos U-530, el 10 de julio de 1945, y U-977, el 17 de agosto de ese año, confirmaron que los relatos sobre avistamientos de naves que emergían desde las entrañas del mar a lo largo de la costa Atlántica bonaerense, desde San Clemente hasta Monte Hermoso y más allá, eran ciertos.
Pero la aparición concreta de dos naves de guerra de la fuerza submarina alemana en Mar del Plata no lograba abarcar la cantidad de testimonios sobre avistajes que se sucedieron a lo largo de mil kilómetros de costa, lo que hace pensar a los estudiosos que hubo otros submarinos nazis que, en lugar de entregarse, desembarcaran su tripulación de manera clandestina, hundiendo al Lobo gris a un par de millas de la costa. Este destino es el que habría seguido el submarino alemán U-1055, comandado por el Oberleutnant Zur See, Rudolf Meyer.
La máquina del tipo VII C desapareció el 23 de abril de 1945 en el Atlántico Norte sin dejar rastro, y a pesar de que jamás fue hallada, uno de sus tripulantes vivió en la Argentina, y desembarcó de ese mismo submarino jamás hallado, según pudo reconstruir el historiador Mutti.
Con la capitulación de los dos sumergibles nazis también estallaron las teorías conspirativas. Decían que el mismo Adolf Hitler y su esposa, Eva Braun, habrían arribado en las sombras a la costa patagónica antes de que las naves se rindieran en Mar del Plata.
Nada de esto pudo probarse, más allá de que estas fantasías resultasen verosímiles. Sin embargo, la presencia de los submarinos de la Kriegsmarine en la costa argentina en el invierno de 1945 resulta obvia, y las inconsistencias en el relato de los comandantes de las naves rendidas generaron, sobre su derrotero, más dudas que certezas.
El comandante del primer submarino capitulado, Otto Wermouth, no solo había destruido la bitácora de a bordo sino que sus testimonios sobre la deriva de la nave fueron contradictorios; y nunca pudo explicar de manera convincente por qué faltaba un bote de goma que era parte del equipamiento de la nave. Un bote de goma similar había aparecido extraviado en una playa de Mar del Sur (la pequeña embarcación fue donada al Rotary Club y acabó sus días en un galpón del Tigre, según dijo a este cronista un añoso vecino mardelsureño que pidió reserva de su nombre).
Las explicaciones de Heinz Schäffer, comandante del segundo submarino alemán rendido en Mar del Plata el 17 de agosto de 1945, tampoco resultaron creíbles, por más que haya sido interrogado una y otra vez por marinos argentinos, estadounidenses y británicos, alternativamente en Buenos Aires, Washington y Bruselas. Años después Schäffer, ya radicado en la Argentina, escribiría un libro sobre la deriva del sumergible que comandaba y su honorable destino, titulado El secreto del U-977.
“El problema de Schäffer es que era un mentirosillo”, afirma Mutti, autor de Los verdaderos últimos días de la segunda guerra mundial (Sumergibles alemanes en Argentina y Sudamérica). “Schäffer no aclara casi ninguno de los puntos oscuros en discusión”, y miente en varios pasajes de su libro, desde el tiempo en que se mantuvo sumergido para escapar de los aliados hasta los hundimientos que protagonizó al mando de su nave, que arribó al país con 32 de los 48 tripulantes originales, 4 torpedos menos y un periscopio roto.
“La noche del 10 de mayo de 1945, entre las 02.30 h. y las 03.30 h., 3 marineros y 13 suboficiales tomaron tres de las balsas más grandes, una de las cuales fue dañada y abandonada (...) siendo dejados sobre la Isla de Holsenoy, cerca de Bergen (Noruega)”, anotó Schäffer para explicar el destino de los 16 tripulantes que no estaban presentes el día de la rendición en Mar del Plata.
“Hoy se siguen narrando variaciones de la misma historia, esgrimiendo nuevas ‘pruebas’ que indican la presencia, a bordo de la nave de Schäffer, de tal o cual jerarca nazi. La verdad es que no existe una sola prueba sólida de ninguna de estas versiones”, remarca Mutti, quien es categórico en desmentir que haya habido oro, por un lado, y altos cuadros de la cúpula nazi, por el otro, en los submarinos alemanes que llegaron a la Argentina.
Pero también es contundente en confirmar la presencia de estos sumergibles en las costas argentinas con un dato sencillo probado en cantidad de testimonios: las tripulaciones alemanas se dirigieron hacia Sudamérica para rendirse en un país amigable que les dispensara un trato digno como combatientes de una guerra perdida, y no como criminales.
El plan consistía en escapar de los campos de concentración soviéticos. La mínima posibilidad de terminar prisioneros de los rusos los aterrorizaba y estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para evitarlo.
German Submarine en Mar del Sur, una casa misteriosa y una lápida nazi
El pueblo de Mar del Sur tiene medio millar de habitantes, mucho campo con salida al mar y una cantidad de historias de suspenso que suelen encandilar el ánimo de los más aventureros.
Una de ellas versa sobre la presencia de una base del espionaje nazi en la zona de médanos y campo conocida como El Remanso que habría posibilitado, mediante comunicaciones radiales y balizas, el desembarco de tripulantes desde submarinos a poco de finalizar la conflagración más grande del siglo XX.
Laureano Clavero es uno de los que se inclina por esta hipótesis, que se reveló todavía más contundente cuando, el año pasado, fue hallada en esa misma casa una lápida enterrada que tenía tallado el nombre del número dos del área de finanzas del Partido Nazi Argentino, Richard Schmidt.
El documentalista recolectó testimonios de vecinos, hallazgos personales y documentos oficiales que confirman no solo las emersiones de los sumergibles U-Boote del Tercer Reich en las costas de Mar del Sur, sino también la presencia de una red de espías alemanes como apoyo continental.
El hallazgo de un cuchillo de acero que tenía acuñado el logo de un oso y la inscripción Krupp Berndorf, nombre de la corporación que producía metales para la fabricación de armamento nazi, reforzó la idea de Clavero.
El utensilio estaba bastante comido por la sal y el óxido y lo halló un antiguo veraneante del balneario, Antonio Puente, enterrado en la playa. Fabricado por Krupp, el cabo corresponde a un modelo de cubierto provisto en los submarinos alemanes, cuenta Clavero, quien reconstruyó, además, los pasos de un estanciero que solía beber café con sus camaradas en el lobby del imponente hotel Boulevard Atlántico de Mar del Sur.
“El cuchillo es igual a los usados en los U-boot alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, venían marcados en el mango con una «U». La casualidad surge cuando veo en el mapa que el cuchillo fue encontrado cerca de los campos costeros del enigmático y supuesto colaboracionista nazi Eickenberg”, cuenta Clavero.
Karl Gustav Einckenberg era un espía del nazismo que vivió en Mar del Sur durante los años previos al final de la guerra. Su figura tomó relevancia cuando compró la estancia El Porvenir, en 1943, para instalarse con su mujer y sus hijas luego de una larga enfermedad que había superado en el Hospital Alemán de Buenos Aires.
Ese año se había inaugurado también, como también publicó LA NACIÓN, la estación radiotelegráfica secreta de General Madariaga, donde se reunía la plana mayor del espionaje nazi en la Argentina.
La estancia El Porvenir estaba situada a 2.5 kilómetros al sur del pueblo, cercada por una cadena de médanos, cerca de donde al menos tres vecinos habían visto un desembarco de hombres uniformados que venían desde adentro del mar a bordo de botes negros, cargando pesados bolsos, aquel invierno de 1945.
Después de entrevistar a la hija del espía, Ingeborg Einckenberg, Clavero logró establecer que el estanciero trabajó junto al agente nazi Wilhelm Seidlitz y al aviador y marinero colaboracionista Alberto Germán Wollkopf para llevar adelante un plan de desembarco de espías alemanes y valores desde un velero, que se acercaría a los sumergibles U-Boots, para estibar la carga, desembarcar en las playas de Mar del Sur y refugiarse en la estancia El Porvenir, propiedad de Einckenberg.
Pero Einckenberg fue delatado y quedó preso en la cárcel de Caseros acusado de ser miembro de una red de espionaje que debía cumplir con el plan de desembarcar oficiales del Eje en territorio argentino.
Liberado al poco tiempo sin que nadie pudiera probar ninguna de las acusaciones, el presunto espía vendió El Porvenir a otra familia alemana, demoliendo antes todo el casco de la estancia y tapando para siempre los presuntos túneles con salida a la ruta 88 que la peonada decía haber visto. Einckenberg murió en 1986, llevándose todos sus secretos al más allá.
Sin embargo, un año antes de que finalizara la guerra, hubo una operación de desembarco que resultó exitosa, que figura entre los grandes éxitos documentados del espionaje alemán en la Costa Atlántica Argentina y que se desarrolló específicamente entre Mar del Plata, Mar del Sur y Centinela del Mar.
Los diamantes del velero Passim
Cuando a mediados de 1944 los espías nazis en la Argentina se vieron cercados después de que el presidente de facto Edelmiro Farrell declarara la guerra contra Alemania y Japón, debieron diagramar un plan, denominado Operación Jolle, con apoyo directo desde Berlín, para financiar sus operaciones, según se desprende del documento German Clandestine Activities in South America in World War II, escrito por David P. Mowry en 1989 para la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
Así fue como arribó el velero Passim a la costa argentina. Esta embarcación atunera de 16 metros de eslora y 30 toneladas de desplazamiento era legendaria entre los espías y era frecuentemente empleada por el servicio secreto alemán para desembarcar agentes en Brasil y en otros varios puntos del continente africano.
Con los espías Hansen y Schroell a bordo, el Passim, mimetizado como un pesquero artesanal, partió desde las costas de África con una carga de 50 toneladas que consistía en equipos de radiocomunicaciones Siemens y Telefunken, y en medicamentos de la Merck Chemical y “probablemente Bayer”, dice el documento de la NSA.
Según este mismo documento, en el velero también había “un suministro de diamantes que se habían obtenido en Holanda”, para vender en el mercado negro argentino y financiar las operaciones.
El Passim, capitaneado por el experimentado marino alemán Heinz Garbers, iba a desembarcar en Miramar, Mar del Sur o Necochea, pero finalmente lo hizo en Mar del Plata. Una de las dos bases radiotelegráficas espías que operaba en territorio bonaerense (no se sabe si la de Madariaga o Mar del Sur) pudo comunicarse con la embarcación cuando esta navegaba a más de mil kilómetros de la costa, siempre según el mismo documento de la NSA, y acordaron que el arribo sería, finalmente, al sur del Cabo Corrientes.
La noche del 30 de junio de 1944 el velero espía descargó todos sus pertrechos, drogas y diamantes, junto con dos agentes, en Punta Mogotes. El capitán embarcó a cambio víveres, carne fresca y tres espías alemanes en fuga: Philip Imhoff, Heinz Lange y Juergen Sievers, y puso rumbo a Europa.
La Operación Jolle fue un éxito de coordinación entre Berlín y el espionaje nazi en Argentina, y Heinz Garbers, el bravo capitán del Passim, recibió la Cruz de Hierro.
Las piedras preciosas, los medicamentos, los equipos de radiocomunicación y las libras esterlinas falsas que desembarcó el Passim en Punta Mogotes no alcanzaron para eludir la pesquisa de los agentes federales. Los espías de la Red Bolívar terminaron presos. Karl Gustav Einckenberg, el empresario alemán dueño de la estancia El Porvenir de Mar del Sur, fue uno de ellos.
Pero si bien cayeron los integrantes de la red alemana de espionaje, no se recuperaron la totalidad de los equipos radiotelegráficos. Tampoco los diamantes.
El fantasma del submarino U-1055 y el desconocido destino de su tripulación
Después de escribir varios libros sobre las andanzas del espionaje nazi y los submarinos de la segunda guerra en la Argentina, Julio B. Mutti recibió una carta reveladora que lo llevó a buscar más datos sobre la deriva del misterioso submarino U-1055, jamás hallado hasta hoy.
La carta está firmada por el nieto de Gerhard Jahnke, un marino de la Kriegsmarine nacido el 23 de agosto de 1925 en Stralsund, norte de Alemania, que desembarcó en la Argentina después de la segunda guerra mundial y quien desde entonces rehizo su vida, cambiándose el apellido paterno por el de Lindel, que era el de su madre.
Mutti cuenta que Jahnke llegó a la Argentina con solo 19 años. Los datos del marino, afirma el investigador, que se desprenden de la carta firmada por su nieto, coinciden con los archivos oficiales: “Según registros de la Kriegsmarine, el joven Jahnke fue asignado al submarino U-1055 como Maschinenmatrose o marinero de máquinas”.
¿Cómo llegó el mecánico alemán Jahnke a la Argentina? Si bien no existe un documento que lo pruebe, aclara el experto, todos los relatos coinciden. El joven submarinista desembarcó desde el sumergible U-1055, cuyo destino final, hasta ahora, sigue siendo un misterio.
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