Fue el mayor naufragio de la historia naval y no está muy difundido. La cantidad de víctimas es seis veces más grande que la del Titanic. En 1945, casi 10.000 hombres, mujeres y niños murieron a bordo del crucero MV Wilhelm Gustloffcuando huían del avance del ejército ruso. La Alemania nazi se caía a pedazos y Berlín ya estaba a punto de ser ocupada por los Aliados. La Segunda Guerra Mundial ya tenía su destino final marcado.
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El barco había zarpado de la ciudad polaca de Gdynia, luego Gotenhafen, en la Polonia ocupada por los nazis y se dirigía a Kiel en el norte de Alemania. El objetivo de los alemanes que se embarcaron era escapar del avance del ejército ruso que se dirigía a Berlín. Sin embargo, en medio de la travesía fue atacado por un submarino soviético en el Mar Báltico la noche del 30 de enero de 1945.
Cuando la resistencia alemana se derrumbó en Polonia ante el avance ruso, el almirante nazi Karl Doenitz organizó un esfuerzo de rescate por mar con el nombre en código de “Operación Hannibal”. De esta manera se puso a disposición buques de guerra, embarcaciones costeras, antiguos transatlánticos de lujo y cargueros. Decenas de miles de refugiados llenaron los puertos controlados por los alemanes con la esperanza de escapar de la venganza rusa por lo que los nazis habían hecho en la Unión Soviética.
Ataque sorpresa
El barco recibió por sorpresa el ataque de los torpedos y se hundió en menos de 40 minutos. El naufragio provocó la muerte de 9.343 personas, incluidos unos 5.000 niños.
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El MV Wilheim Gustloff se hundió al recibir el impacto del primer torpedo lanzado desde el submarino. Igual, la embarcación recibió otros dos disparos. Navegaba en aguas profundas del mar Báltico, por lo que fue presa fácil de la armada soviética.
Ya sea por el caos de la retirada o por la falta de armamento, al trasatlántico solo lo acompañaba un barco torpedero. Y el Gustloff estaba armado con cañones antiaéreos, que estaban inutilizados por congelamiento.
El barco fue diseñado como un crucero sin sistema de clases para que todos los nazis pudieran disfrutarlo por igual. Es más, Adolf Hitler había diseñado un sistema de sorteo para que los trabajadores alemanes obtengan vacaciones en el navío.
La capacidad oficial era de 1500 personas en épocas en la que se dedicaba al turismo. Miles de alemanes lo disfrutaron en viajes de crucero por el mismo mar Báltico entre 1937 y 1939 antes de que los militares lo requisaran para usarlo como barco hospital. Luego en 1942, con el avance de la guerra volvió a cambiar de uso para convertirse en un cuartel flotante para los reclutas de submarinos.
Hitler y el turismo nazi
Antes de la guerra, Hitler usó las travesías del Gustloff como una forma de exportar el nazismo al resto de Europa. El barco era una herramienta de relaciones públicas para mostrar al mundo una “cara más aceptable de la Alemania nazi” a fines de la década de 1930.
Por ejemplo, se conocieron imágenes de un grupo de mujeres haciendo el saludo nazi a bordo del barco en abril de 1938 cuando todavía formaba parte de la flota civil. Este transatlántico se utilizó como mesa de votación flotante en el referéndum de Austria para unificarse con Alemania.
El Wilhelm Gustloff, de 25.484 toneladas de desplazamiento y casi 200 metros de largo, se botó en 1937 bajo la atenta mirada de Hitler y recibió su nombre en honor a un “mártir” suizo del nacionalsocialismo, asesinado en 1936. Se convirtió en el buque insignia de la flota Fuerza a través de la alegría, un versión marítima del zepelín Hindenburg.
Muchas de las 9.343 víctimas murieron en las explosiones y otras aplastadas en una estampida de pasajeros que buscaban salvarse. En tanto, tras el hundimiento los barcos cercanos lograron salvar a 900 personas, entre ellas un bebé de muy pocos meses.
Aunque el manifiesto oficial establece que solo había 6.500 pasajeros a bordo, no incluye a los civiles que abordaron sin ser registrados en forma desesperada para huir del avance soviético sobre la Polonia que hasta ese momento era ocupada por los nazis.
La Marina alemana también lo había repintado desde sus días como buque hospital y no lo registró como tal, por lo que no estaba sujeto a las protecciones internacionales otorgadas a los buques médicos.
Fallas en el barco nazi
Una de las razones de la gran pérdida de vidas fueron los problemas con los botes salvavidas del transatlántico, muchos de los cuales se congelaron en sus soportes y no pudieron usarse. Solo se botaron al mar 9, mientras que varios fueron destruidos cuando el barco comenzó a inclinarse hacia un lado, haciendo que los demás se estrellaran contra las aguas heladas del Báltico.
El Gustloff transportaba a cuatro capitanes cuando se hundió y la falta de una dirección clara fue otra razón del desastre, ya que los oficiales no se ponían de acuerdo en la mejor travesía para evitar los ataques de los aliados.. El capitán real del Gustloff, Freidrich Petersen, tomó la decisión de llevarlo a aguas profundas. en contra del consejo del oficial militar superior. De esta forma, quedó a merced del submarino soviético que patrullaba esa zona.
El capitán Petersen avanzó a toda la velocidad que le permitían sus motores (12 nudos) y mantuvo las luces de navegación encendidas para evitar la colisión con embarcaciones amigas. Decidió evitar el curso en zigzag que normalmente se sigue cuando se opera en aguas hostiles, con la esperanza de que la nieve que cae constantemente cubra su escape.
El frío también jugó su parte. Las bajas temperaturas congelaron el sensor submarino a bordo del barco de escolta, lo que significa que los rusos podría atacar sin previo aviso.
Según los reportes posteriores de los soviéticos, el submarino siguió al Gustloff durante dos horas antes de salir a la superficie para disparar.
Durante la mayor parte de la guerra, la flota del norte de la Armada soviética había estado apostada en sus puertos del mar Báltico. Aunque poseían 218 submarinos, estos barcos eran inferiores a los alemanes. Entonces, cuando el poder naval alemán colapsó en esa zona ante el avance del ejército rojo, se lanzaron a atacar a los convoyes que traían suministros y sacaban refugiados de la zona nazi cada vez más pequeña.
Caos sobre la cubierta del barco
El hundimiento del Wilhelm Gustloff generó imágenes de horror en la cubierta. Entre los casos de heroísmo estaba el de una mujer mayor que salvó a una adolescente. Le puso un abrigo de piel y se arrojaron al agua para luego encontrar un bote salvavidas.
Algunos hombres armados prefirieron matar a sus seres queridos rápidamente en lugar de que murieran lentamente en las aguas heladas del Báltico. La temperatura del mar en esa época del año era de 4 grados centígrados.
Los sobrevivientes contaron que vieron a un oficial nazi que mató a su esposa en un pacto suicida. Sin embargo, el jerarca nazi tras asesinar a su mujer no se atrevió a quitarse la vida. Lo mató de un tiro en la cabeza un soldado que estaba cerca y había visto toda la escena en silencio.
¿Oro en el trasatlántico alemán?
El Gustloff ahora está clasificado como una tumba de guerra y la Oficina Marítima de Polonia en Gdynia declaró ilegal acercarse a 500 yardas de los restos para evitar que los cazadores de tesoros y los saqueadores perturben el sitio.
Esto aumentó las sospechas sobre que había en las bodegas del barco hundido en el fondo del Báltico. En ese sentido, hace una década un buzo británico afirmó que el tesoro de oro perdido de 100 millones de libras esterlinas de Hitler yace en ese naufragio.
Se dice que Hitler acumuló esa fortuna y los cazadores de tesoros se pasaron décadas tratando de rastrear dónde está almacenado.
Phil Sayers se sumergió en varias zonas de los mares de Europa en busca del oro nazi. Este buzo cree que el Gustloff guarda los millones de Hitler.
Sayers habló por única vez con el diario británico Daily Star en 2016. En esa entrevista, reveló que un hombre llamado Rudi Lange, un sobreviviente del naufragio, que era controlador de radio del Gustloff, le había dicho que vio unas cajas que fueron llevadas hasta la bodega del barco antes de zarpar.
Según el relato del cazador de tesoros, “Lange bajó al muelle para fumar un cigarrillo antes de partir y estaba allí cuando vio llegar camiones con el supuesto cargamento millonario”.
Hasta hoy, el barco nazi yace a 45 metros de profundidad en el Báltico y allí guardará para siempre el misterio de si estuvo cargado con el buscado tesoro de Hitler. Los sobrevivientes que pudieron subirse a los botes contaron que en el momento en el que el enorme trasatlántico se deslizaba hacia el fondo del mar, explotaron sus calderas, lo que provocó que la nave se iluminara por última vez, antes de desaparecer para siempre en las profundidades heladas del mar.
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